lunes, 28 de marzo de 2016

Ricardo Alemán - Democracia muerta

Hoy, la moda es decir que los partidos políticos no sirven, que son corruptos y no representan los ideales que les dieron vida.

Es moda decir que la democracia mexicana fracasó, si no es que no existe en México. Es moda comparar dictaduras como la venezolana o la cubana, como modelos a seguir en México.

También está de moda decir que los políticos, todos, son iguales; corruptos, transas, rateros, irresponsables y un montón de vividores que sólo buscan beneficio personal y olvidaron el bienestar común.











Pero la moda más reciente es pregonar que la democracia y el sistema de partidos en México han muerto y que –por eso– el único camino posible para salvar a la patria son los candidatos independientes; poderosas fuerzas del bien en espera del llamado para hacer el milagro de rescatar o liberar a las instituciones nada funcionales y –sobre todo– devolver la fe a los malcreyentes de la democracia.

Y, en efecto, pareciera que tienen razón los que desconfían de los partidos; tienen razón los que dan por buena la versión del fracaso de la democracia mexicana, que pregonan que la salvación es una dictadura y que todos los políticos son iguales; ladrones y vividores del dinero público.

Y frente a esa realidad pareciera que los modernos libertadores son los candidatos independientes.

Y si tuvieran razón todos los que pregonan la muerte de la democracia mexicana, entonces deberíamos reconocer que 100 años de evolución política fueron un fracaso; aceptar que están en la basura movimientos sociales y políticos como la mismísima Revolución, pasando por experiencias traumáticas como el 68, el 71 y lecciones ciudadanas ejemplares como el 88 y el 94 y, sobre todo, las grandes reformas de 1996 –que cumple 20 años–, la alternancia en el poder presidencial del 2000 y la construcción de potentes instituciones como el antiguo IFE.

Si todo lo anterior fuera cierto, no habría un solo mexicano que no estuviera dispuesto a sumarse al siguiente pronunciamiento.

“Todas las bellezas democráticas, todas esas grandes palabras con que nuestros abuelos y nuestros padres se deleitaron, han perdido hoy su mágico atractivo y su significación para el pueblo.

“Éste (el pueblo) ha visto que con elecciones y sin elecciones, con sufragio efectivo o sin él, con dictadura porfiriana o con democracia maderista, con prensa amordazada y con libertinaje de la prensa, siempre y de todos modos él (el pueblo) sigue rumiando su amargura, padeciendo sus miserias, devorando sus humillaciones inacabables, y por eso teme (el pueblo), con razón, que los libertadores de hoy vayan a ser iguales a los caudillos de ayer, que en Ciudad Juárez abdicaron de su hermoso radicalismo y en el Palacio Nacional echaron al olvido sus seductoras promesas”.

¿Quién puede negar hoy la vigencia del anterior pronunciamiento? ¿Quién rechazaría sumarse a esa manera de ver el México de hoy?

Lo curioso es que la cita tiene más de 100 años. Para ser exactos casi 102 años. Y es parte de la proclama firmada en el campamento revolucionario de Milpa Alta, en agosto de 1914, por Emiliano Zapata.

¿De verdad, los “libertadores independientes” de hoy, son o serán distintos a los “caudillos de ayer”?

No, el problema no son sólo los partidos, los políticos y las instituciones. El problema también son la sociedad y los ciudadanos.

¿Cuántos desencantados por la democracia son practicantes de la antidemocracia? ¿Cuántos que cuestionan la corrupción son corruptos, transas y rateros?

¿De verdad murió la democracia mexicana?

¿O es moda decirlo?

Al tiempo.



Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/democracia-muerta-1459153344



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