Ángel Olgoso ( 1961 ) |
Juicio
Aquel ciudadano no ha acusado de brujería a la mujer ante el Tribunal que habrá de torturarla porque creyera que negociaba carnalmente con Belcebú la ruina de su familia, ni porque la haya visto danzar hasta el amanecer en torno al Macho Cabrío, o amasar ungüentos con belladona y hojas de álamo y grasa de niño, o beber la leche de los jarros que reposan en los alféizares de las ventanas, ni siquiera para vengarse y que sus bienes sean confiscados, sino porque cuando los inquisidores busquen en su cuerpo la señal del Diablo (una heridita impía, un pliegue satánico, una pequeña pero obscena mancha, un lunar sacrílego) él podrá al fin contemplar desnuda a su vecina.
Leído en http://www.uncuentoaldia.es/?p=10076
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