martes, 24 de mayo de 2016

Eduardo Ruiz Healy - En 2015, derrumbe. ¿Y en 2018?

Las elecciones del 7 de junio pasado demostraron que en 2019 todos los partidos políticos fueron rotundamente derrotados en las urnas por una mayoría absoluta de mexicanos que al votar ese día manifestaron su hartazgo con la ineficiencia, ineficacia y corrupción que los caracteriza junto con la mayoría de los poderes ejecutivos, legislativos y judiciales que han sido conformados o promovidos por quienes en determinado momento fueron sus candidatos a cargos de elección popular.

Todas las encuestas señalan que los partidos políticos son las instituciones más impopulares y menos respetadas por la mayoría de los ciudadanos, seguidos de cerca por los congresos federal y locales y los gobiernos municipales, estatales y federal. Por extensión, quienes mandan en dichos partidos y conforman los congresos y gobiernos gozan de la misma impopularidad y falta de prestigio.











Los resultados de la elección de diputados federales del 7 de junio demostraron que tan amplio es el rechazo que existe hacia cada uno de los partidos políticos.

Para empezar, 52.3 por ciento de los votantes se abstuvo de ir a las urnas, lo cual ya indica un alto nivel de rechazo ciudadano. Luego, de 47.7 por ciento que sí sufragó, el otrora casi monopólico e invencible PRI apenas obtuvo 29.2 por ciento de los votos, mientras que el PAN, después de haber ganado la presidencia en 2000 y 2006, apenas llegó a 21 por ciento. El PRD, que quedó en segundo lugar en la elección presidencial de 2012 a duras penas logró 10.9 por ciento. Los micropartidos se quedaron con las sobras: el PVEM con 6.9 por ciento, MC con 6.1 por ciento, el PANAL con 3.7 por ciento. El PT no llegó ni al 3 por ciento necesario para conservar su registro pero logró sobrevivir gracias a una inexplicable decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE), que le permitió añadir los votos que obtuvo en una elección extraordinaria celebrada recientemente en Aguascalientes. Dos nuevos partidos confirmaron su registro en junio: Morena, que se quedó con 8.4 por ciento de los votos pese a que en los un millón 207 mil 665 spots de televisión que a nivel local y federal transmitió este partido el único protagonista fue su dueño, el Peje López; y PES, que obtuvo 3.3 por ciento.

Si hacemos las matemáticas y consideramos el número de votos recibidos por cada partido como porcentaje del total de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral, es decir los que votaron y no lo hicieron, tenemos que el PRI apenas cuenta con el apoyo de 13.9 por ciento de los mexicanos mayores de 18 años de edad y el PAN con el de 10 por ciento. Fuera de estos dos, ningún otro rebasa 5.2 por ciento, que es el porcentaje que está a favor del PRD. Los demás porcentajes son: Morena: 4 por ciento; PVEM: 3.3 por ciento; MC: 2.9 por ciento; Panal: 1.8 por ciento; PES: 1.6 por ciento; y PT: 1.4 por ciento.

Lo peor del caso es que, pese a estos números, los dirigentes de cada una de estas nueves instituciones políticas hablan y actúan como si en verdad representaran a alguien mientras que sus candidatos a cargos de elección popular ofrecen remediar problemas locales, estatales y federales, sabiendo muy bien que en caso de resultar electos no contarán con la legitimidad necesaria para poder actuar con fuerza y determinación.

La democracia de cualquier país está en riesgo cuando el poder se pulveriza entre tantos grupos de poder. Los dirigentes partidistas deben hacer lo necesario y pronto, para atraer las simpatías de los votantes hacia sus respectivas organizaciones.

El derrumbe de los partidos en 2015 ha hecho que el país sea más difícil de gobernar. De mantenerse la situación, no es difícil imaginar lo que ocurrirá después de las elecciones de 2018.

Sitio web: ruizhealytimes.com

e-mail: eduardoruizhealy@gmail.com

Twitter: @ruizhealy



Leído en http://www.criteriohidalgo.com/a-criterio/en-2015-derrumbe-y-en-2018



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