jueves, 26 de mayo de 2016

Jan Martínez Ahrens - El precio de la muerte

Un campesino muestra una bolsa con goma de opio en Guerrero.
En la montaña, no hay telefonía móvil, la mayoría de los caminos son de tierra y el hospital más cercano dista de 8 a 12 horas en coche. En ese entorno famélico, el opio atrae como el oro. Pero el miedo y la propia orografía impiden que se exploten grandes extensiones. Los cultivos, siempre en terrenos comunales, no suelen superar la hectárea; la mayoría de las veces se quedan en mucho menos y con un nivel de explotación bastante bajo. Aunque se logran tres y hasta cuatro cosechas al año, la producción registra fuertes oscilaciones. También la calidad. Cuanto más seca la temporada, mejor. Lo máximo que se alcanza son 15 kilos de goma por hectárea. La venta fluctúa entre los 5.000 y 17.000 pesos el kilo. Pero hay que descontar los gastos.

Las plantas necesitan riego, fertilizantes y herbicidas. Las plagas son continuas. El pulgón, la catarina, el nixticuil y hasta las ardillas sienten una predilección especial por la amapola. La recogida además requiere de peones. Unos 20 trabajadores por campo. 150 pesos la jornada cada uno. Y no es un trabajo fácil.

El látex se extrae mediante tres incisiones, una cada dos días, en la cutícula. El sangrado se recolecta en pequeños recipientes y se vuelca en otros mayores. Sólo terminado este fatigoso proceso, llega la ganancia. Los amapoleros hablan de 50.000 a 100.000 pesos limpios por cosecha. Una fortuna en comparación con cualquier otro cultivo. Esa es la base del negocio. Y también su riesgo. Ocho kilos de goma bastan para obtener uno de heroína. Es decir, lo que en la sierra cuesta unos 80.000 pesos en Chicago o Nueva York se traduce, como mínimo y sin adulteraciones, en 1.260.000 pesos. Quince veces más.

Más en:
 
En los campos del opio mexicano



Leído en http://internacional.elpais.com/internacional/2016/05/26/mexico/1464239664_875621.html



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.