La apuesta no es nueva pero si anacrónica: reconstruir en otro partido el viejo PRI para aprovechar sus militantes sacrificados por el neoliberalismo económico 1985-2018.
El PRD, con Cuauhtémoc Cárdenas, nació de las cenizas del Partido Comunista Mexicano para hacerlo un partido a imagen y semejanza del viejo PRI: populista, cardenista y nacionalista-revolucionario. Ahora que se desgrana el viejo sistema político y deja sueltos activos que son votos, Andrés Manuel López Obrador quiere renacer el PRI en Morena.
En ese sentido se debe asumir la forma en que López Obrador ha estado cachando a políticos, líderes y sectores del viejo PRI que ya no tienen cabida en el PRI neoliberal y de mercado: desde el Manuel Bartlett Díaz que creó el fraude patriótico (Enrique Krauze en La presidencia imperial) en Chihuahua 1986 y presidencial 1988 para impedir por cualquier vía la victoria del PAN, hasta los maestros de la CNTE que se sienten guardianes cardenistas del proyecto histórico de la revolución mexicana socialista, pasando por intelectuales que añoran el populismo.
El populismo asistencialista como Estado clientelar, reconstruye el modelo de partido de Lázaro Cárdenas en 1938 al transformar el PNR de Plutarco Elías Calles y sus pactos con los sectores conservadores, en el Partido de la Revolución Mexicana edificado sobre cuatro pilares garantes corporativos del Estado del nacionalismo-revolucionario: trabajadores, campesinos, clases populares y militares.
López Obrador ha jalado hacia su partido-movimiento a organizaciones proletarias construidas y fortalecidas por el PRI hasta 1985 y luego desdeñadas por el PRI neoliberal de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. Pero más que un partido socialista, marxista o hasta leninista, López Obrador se ha cuidado de asumir el liderazgo proletario a partir de la concepción cardenista de consolidarlos como masa y no como clase; es decir, como parte de un acarreo más electoral que de proyecto de lucha de clases.
Como todo populismo, a las masas se les paga con programas asistencialistas que sólo refuerzan la dependencia política y electoral hacia ese grupo: en lugar de activar la economía para convertir el empleo en el detonador del desarrollo, el populismo lopezobradorista se basa en presupuestos asignados en beneficios directos a grupos sociales como salarios no monetarios pero sí asignaciones de bienestar. Si esos grupos votan por otro partido, perderán sus beneficios.
La estrategia de López Obrador es la de atraer a Morena a organizaciones sociales que antes pertenecían al PRI a cambio de votos y ahora harán lo mismo con el movimiento de López Obrador. La militancia de la CNTE en varios estados podría sumar más de 200 mil personas, más las agrupaciones rémora que pululan alrededor de esas secciones.
Una de las explicaciones que permitirían entender el aumento en votos y en la tendencia electoral de López Obrador y Morena radica justamente en el hecho de que su discurso --elemental, reiterativo-- apela al inconciente histórico de la sociedad: el PRI en el pasado fue el garante de la estabilidad y el desarrollo social porque asumía decisiones de Estado de bienestar; al pasarse al neoliberalismo de mercado, el PRI no sólo abandonó a sus militantes sino a la sociedad mayoritaria que está cada día más afectada por la desigualdad.
Por eso la asunción del liderazgo de la CNTE por López Obrador es parte de su estrategia de cachar a los sacrificados por el PRI, mientras el PRI adelgaza su tendencia de votos. El viejo sistema político priísta quiere renacer en Morena.
Política para dummies: La política era el espacio de representación de adversidades.
Sólo para sus ojos:
El fracaso del sistema nacional anticorrupción en el Senado no fue obra del PRI sino --¡sorpresa!-- de la oposición, algunos de ellos expriístas. Y era obvio ese fracaso: todos los políticos tienen cola que les pisen, todos, de todos los partidos. Y tardarán años en reorganizar sus fortunas y propiedades.
Lamentable en términos políticos y de imagen el programa de Vicente Fox en Milenio TV. El segmento Fox Populi no es más que una cámara grabando a un expresidente sin carisma, como si en realidad importara lo que diga Fox. En medios, el interés sobre Fox es por sus foxadas o declaraciones absurdas que divierten a la sociedad. Pero de ahí a suponer que Fox es una opinión política importante hay mucho trecho.
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