Los resultados electorales en México demuestran que los partidos políticos están en crisis, que cada día son menos las personas que creen en ellos, que va creciendo el sentimiento popular de que los políticos tradicionales que militan en sus filas no pueden o no quieren hacer lo necesario para mejorar el nivel de vida de las mayorías, que quienes ocupan un cargo público pertenecen a las élites económicas y están totalmente divorciados del pueblo que dicen representar y para el cual supuestamente trabajan.
En las elecciones del 5 de junio pasado los votantes de ocho estados mandaron al demonio a los partidos que actualmente son propietarios de sus respectivas gubernaturas y eligieron a candidatos de la oposición. Así, en Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz los actuales gobernadores priístas le heredarán sus cargos a quienes fueron candidatos del PAN o de la alianza PAN-PRD. En Oaxaca y Sinaloa serán priístas los que ocupen las oficinas que llegaron al poder hace seis años como candidatos de alianzas conformadas por el PAN, PRD, PT y Convergencia, en el primero de estos estados, y el PAN, PRD y MC, en el segundo.
La poca popularidad de los partidos en el poder quedó evidenciado si recordamos lo que sucedió en cuatro estados en donde no se dio una alternancia en la gubernatura. En ninguno de los tres estados en donde el PRI pudo mantener la gubernatura lograron sus candidatos una mayoría absoluta de votos. En Hidalgo ganó con 43.6 por ciento; en Tlaxcala, apenas con 32.9 por ciento; y en Zacatecas, con 38.5 por ciento. Lo mismo ocurrió en Puebla, donde el PAN mantuvo su control sobre el Poder Ejecutivo del estado y su candidato ganó con 45.3 por ciento. Sólo un candidato para gobernador, el que resultó el triunfador en Tamaulipas, obtuvo más de 50 por ciento de los votos, 50.1 por ciento para ser exacto.
Si bien no se dieron las alternancias partidistas que vimos este año, en las elecciones del 7 de junio del año pasado, ningún candidato triunfador obtuvo más de 50 por ciento de los votos.
Así, en Baja California Sur el del PAN ganó con 44.8 por ciento; en Campeche, el del PRI con 40.5 por ciento; en Colima, el del PRI con 39.8 por ciento; en Guerrero, el del PRI con 40.9 por ciento; en Michoacán, el del PRD con 36.2 por ciento; en Nuevo León, el independiente con 48.8 por ciento; en Querétaro, el del PAN con el 46.9 por ciento; en San Luis Potosí, el del PRI con 35.7 por ciento; y en Sonora la del PRI con 47.6 por ciento.
Los dirigentes de los partidos deberían preguntarse por qué no son capaces de ganar con más de 50 por ciento de los votos sus candidatos en aquellos estados en donde los gobernadores salientes son muy impopulares. ¿Por qué este año no pudieron atraer a más de la mitad de los votantes los ganadores en Chihuahua, Oaxaca, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas y Veracruz? ¿Por qué en 2015 no ganaron con más de 50 por ciento de los votos los triunfadores en Colima, Guerrero, Michoacán, Nuevo León y Sonora?
Los partidos políticos están atravesando por una crisis que seguramente se agravará rumbo a las tres elecciones de gobernador en 2017 y la presidencial de 2018.
Esta crisis la estamos pagando todos los mexicanos porque gobernar se vuelve muy complicado, si es que no imposible, cuando se carece del apoyo de una verdadera mayoría de la población, trátese de un municipio, estado o país.
Leído en
http://www.criteriohidalgo.com/a-criterio/los-partidos-politicos-en-crisis
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