Durante la temporada de elecciones primarias en Estados Unidos pudimos ver cómo dos individuos se atrevieron a retar al llamado establishment.
Uno de ellos fue capaz de derrotar a políticos avezados rompiendo todas las reglas tradicionales, dejando de lado la corrección política, insultando soezmente a sus contrincantes, repitiendo una mentira tras otra, una y otra vez, ofreciendo soluciones sencillas para problemas complejos, apelando al pequeño o gran racista que la mayoría de las personas tienen adentro, exacerbando el resentimiento que lógicamente sienten los millones que han sido perjudicados por el sistema económico globalizado. En resumen, utilizando los mismos métodos que desde siempre han utilizado los demagogos de todo el mundo. Y le funcionaron muy bien. Tanto, que es el candidato del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos.
El otro fuereño resultó ser un senador socialista independiente, Bernie Sanders, que a última hora decidió buscar la candidatura presidencial por el Partido Democrático, retando a quien aparentemente tenía la vía libre hacia dicha candidatura, la esposa del expresidente Bill Clinton. Durante su campaña, este individuo de 74 años de edad señaló muchos de los problemas que existen en su país y para resolverlos propuso soluciones que realmente son revolucionarias en Estados Unidos, pero que desde hace décadas se han aplicado en mayor o menor medida en muchos países de Europa, Asia y América Latina. Un ejemplo de sus propuestas: que la educación universitaria sea gratuita para quienes la deseen y la merezcan. Este político poco común no logró la candidatura, pero forzó a que la plataforma electoral de su recién adoptado partido incluyera un buen número de sus ideas de cambio.
Durante el último año vimos que la mayoría de los ciudadanos estadunidenses están hartos de los políticos tradicionales que han podido o querido solucionar los graves problemas que los afectan: salarios insuficientes, un salario mínimo que no da ni para comer, una disparidad creciente entre los que tienen y los que no tienen, una concentración obscena de la riqueza, el poder del dinero y los grupos de interés sobre la política y los políticos, el encarecimiento de los servicios de salud, y muchas cosas más.
Dos puntos de vista totalmente opuestos captaron la imaginación y los votos de republicanos, demócratas e independientes que participaron en la temporada de elecciones primarias.
A final, el demagogo Donald Trump se enfrentará contra la representante del establishment, Hillary Clinton. El republicano prometerá lo que nunca podrá cumplir, entre ellas el muro en la frontera México-Estados Unidos, e insultará a su rival y sus aliados. La demócrata, presionada por los seguidores de Sanders, prometerá cambios que muchos no creen que pueda lograr debido al poder de los grupos de interés y las grandes corporaciones industriales, militares y financieras.
El proceso electoral estadunidense promete ser muy interesante. Ojalá no gane el demagogo. Entre él y la política profesional me quedo con la segunda.
Leído en
http://www.criteriohidalgo.com/a-criterio/un-demagogo-contra-una-politica-profesional
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