jueves, 28 de julio de 2016

Jorge Zepeda Patterson - Trump vs México. ¿Y ahora qué hacemos?

Mientras el resto del mundo observa el encumbramiento de Donald Trump como un rasgo del mal gusto y de la excentricidad desaforada de la peor expresión de la sociedad estadounidense, los mexicanos lo contemplan como la cuenta regresiva de una terrible pesadilla a punto de convertirse en realidad.

Lo que hasta hace algunos meses parecía una broma puede dar lugar a la peor crisis que el país haya padecido en mucho tiempo. Y no sólo porque somos vecinos y compartimos 3.000 kilómetros de frontera, también porque el candidato republicano ha convertido a los mexicanos en chivo expiatorio de los males que aquejan a su país. Peor aún, ha convencido a gran parte de la población blanca de que el país vecino es el responsable del empobrecimiento y del deterioro de su calidad de vida. Drogas, inseguridad, pandillerismo, pérdida de empleos a manos de los migrantes, competencia desleal a los agricultores, cementerios industriales por el traslado de empresas a territorio mexicano.










Un discurso rampante y tramposo que no sólo ha atrapado a la llamada white trash (población blanca de origen rural, empobrecida y poco educada), sino también a buena parte de la clase media que ha perdido poder adquisitivo en los últimos años.

En un artículo reciente del New Yorker, Hua Hsu ofrece nuevos ángulos al resentimiento que experimenta la mayoría blanca y el punto de fuga que ofrece Trump a sus problemas. Para las clases trabajadoras blancas el color de su piel no representa ya un privilegio o una garantía. Predomina el sentimiento de que las políticas de integración y las laxas leyes de inmigración los han empujado hacia abajo en la escala del ascenso social. La blancura de su piel, justamente, es la razón por la cual se encuentran en desventaja.

Paradójicamente, la elección de Obama imprimió una tensión adicional en esta sensación de despojo, pues significó el avance de la otredad a la máxima posición de la escalera y, en esa proporción, la peor de las afrentas. La llegada a la Casa Blanca de un presidente que no es blanco por primera vez en la historia, provocó en estos sectores la posibilidad de verse a sí mismos como desplazados. La xenofobia de Trump y sus acusaciones en contra de los latinos ofrecen una vía política y emocional para la reconquista del poder, sin importar las consecuencias.

¿Y cuáles podrían ser esas consecuencias? Los especialistas apenas comienzan a hacer el inventario de los posibles daños y ciertamente no son menores. Si bien es cierto que la capacidad del Ejecutivo está limitada por el entramado institucional (y para muestra lo poco que pudo hacer Obama para impulsar su agenda), la mera radicalización de la opinión pública y el cambio de actitudes hacia el sur provocaría tsunamis en la economía mexicana. Ahora mismo, la candidata demócrata, Hillary Clinton, ha declarado su disposición a revisar los tratados comerciales con México (algo que ella ya había anticipado pero que ha acentuado a partir de la actitud de Trump).

Estados Unidos representa el 80% del comercio internacional de México y el único socio con el que tiene un superávit comercial; las plantas automotrices son el motor de la industria nacional (exportan 44.000 millones de dólares anuales) y los cultivos de exportación representan la columna vertebral del sector primario. El norte del país, la zona más próspera, opera en función de una relación simbiótica con el sur norteamericano. Las remesas de los inmigrantes son el verdadero subsidio a la miseria rural del México profundo (22.000 millones de dólares anuales); en fin, la cotización del peso frente al dólar puede transformarse en montaña rusa con el anuncio de un triunfo de Trump.

No se trata de profetizar escenarios apocalípticos. Incluso si Trump gana, muchas de sus amenazas no pasarán de simples promesas de campaña. Pero las catástrofes comienzan así, como ominosas y lejanas posibilidades súbitamente convertidas en realidad.

Además del tardío intento del Gobierno mexicano para hacer cabildeo entre la opinión pública estadounidense, tendríamos que comenzar a otear estrategias comerciales y productivas que nos hagan menos dependientes de los vaivenes de una atmósfera política tan inestable y emocional. En el mejor de los casos, Trump es apenas un anuncio de lo que nos depara el futuro. Al corto plazo no queda sino resistir, pero al mediano y largo plazo estamos obligados a buscar un mayor espacio de autonomía comercial y económica. El imperio está herido y nos puede cargar con cualquiera de sus coletazos.

@jorgezepedap



Leído en http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/27/mexico/1469651277_830778.html



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