Si nuestros políticos quieren pasar a la siguiente etapa de su carrera, ya no se van a poder conformar con lo de antes, van a tener que jugar con el corazón y hacerlo bien, no como Ebrard el día que nos salió con su boda.
Qué bueno que Marcelo Ebrard se casó hace poco para que tenga quién lo consuele cuando pierda las próximas elecciones presidenciales si no es que la candidatura oficial por parte de su partido.
Marcelo es un hombre con una visión muy interesante y con un futuro luminoso, pero no precisamente en Los Pinos. Se está moviendo mal, muy mal, y a las pruebas me remito.
¿Qué pasó el día de su boda? Si no es por el trabajo de Alberto Tavira, el periodista que sacó la nota, igual y ni nos hubiéramos enterado del dato o nos hubiéramos enterado varios días después.
¿A usted no se le hace esto imperdonable? A mí se me hace terrible, de un hombre que no sabe compartir sus emociones, de una persona que igual y está escondiendo algo. No es lo normal.
En política, como en cualquier actividad que tenga que ver con trabajar para otros, no hay diferencia entre lo público y lo privado.
¿Por qué? No, no es porque nos guste el chisme, es porque lo privado siempre, indiscutiblemente, marca lo público.
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