El PRD ha afinado su sistema interno de elecciones: en cada oportunidad produce invariablemente un escándalo, e incluso en los casos en que aparentemente todo transcurre en márgenes aceptables de normalidad (ayer, por ejemplo, fueron mayoría los estados en que no hubo estridencia) los resultados de cara a la sociedad acaban siendo lamentables, pues muestran un partido profesionalmente dedicado a la defraudación en casa, la manipulación clientelar y el oportunismo discursivo, y calculadamente distante de las verdaderas luchas que la izquierda debe dar en general y en especial de las que el grave momento del país reclama.
Ni siquiera queda a algunos de sus militantes sensatos de base la posibilidad de tomar un bando en conflictos específicos, pues suele suceder que los apasionados denunciantes de arbitrariedades y atropellos lo son simplemente porque fueron desplazados o superados por otros ejecutores mejores, metida la gran mayoría de los aparatos operativos de cada corriente o
tribuen el mismo perol de la ilegalidad y el
pragmatismoextremo.
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