La designación de candidatos a puestos de elección popular por parte de los partidos políticos en un sistema democrático no debería ser problema mayor, en la medida en la que la institucionalidad interna define las
formas en que sus militantes eligen alternativas ante la ciudadanía.
Demócratas y republicanos en Estados Unidos, socialistas y populares en España, entre otros, desarrollan sus propios procesos sin la necesidad de cuestionarse una y otra vez si ir en consulta abierta a la ciudadanía
o escoger entre sus propios cuadros a los candidatos a presentarse en elecciones.
La transición democrática mexicana no pasó por los partidos en su organización interna. Ni el PRI derrotado en 2000 y 2006 fue capaz de reestructurarse y hallar una forma de hacer de sus militantes agentes
activos, ni el PRD hizo de la demanda de democratización externa un proyecto para su vida interna. El corporativismo priísta sobrevivió a la alternancia y se amoldó a las necesidades de la dirigencia perredista.
En el PAN, la llegada de Fox a la Presidencia trastocó su estructura como partido familiar, convirtiéndolo en integrador de nuevos cuadros, pero carente de vida cotidiana entre la ciudadanía.
Esta realidad de partidos cerrados carentes de instrumentos de participación ciudadana y mecanismos institucionales claros y transparentes para elegir candidatos es lo que hoy daña su imagen de por
sí deteriorada ante una sociedad que debido a su actuación en el Congreso duda de su probidad y eficacia. Ninguno de los tres partidos posee un padrón de afiliados confiable con el cual realizar elecciones
internas. Es esta la prueba más contundente de la tajante separación entre la vida cotidiana de los partidos y la de ciudadanos cada vez más ajenos a instituciones que sólo los requieren para procesos electorales.
Y si en el PRI y el PRD sus estructuras corporativas los obligan una y otra vez a negociar posiciones y cuotas entre grupos, la decisión del PAN de reservarse 75% de las candidaturas a las senadurías y casi el 50%
de las diputaciones, para ser designadas por el Comité Ejecutivo Nacional, es sin duda un retroceso enorme en el concepto de democracia partidaria que ese partido ha construido durante su historia.
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