martes, 1 de noviembre de 2011

El gobernador, el empresario y su cena Carlos Loret de Mola

La noche del miércoles 19 de octubre, el gobernador de Jalisco llevaba prisa y un sólo objetivo. El panista Emilio González Márquez tenía en agenda una cena con el presidente de la Organización Deportiva Panamericana (ODEPA) desde 1975 y regente único del deporte nacional durante siete sexenios consecutivos, Mario Vázquez Raña. 



El mandatario estatal y su equipo querían convencerlo para que en el acto de Clausura de los Juegos Panamericanos 2011, durante su discurso, calificara a Guadalajara como la organizadora de la mejor competencia continental de toda la historia. 

El plan de González Márquez era luego portar tal declaración, de uno de los hombres más influyentes en el deporte internacional, como tarjeta de presentación para conseguir que la capital tapatía organice los Juegos Olímpicos de 2020 o 2024.

Ese miércoles, la euforia en el equipo del gobernador de Jalisco rompía sus propias marcas: atrás quedaba el bajón de ánimo de semanas antes, cuando anunció que se retiraba de la búsqueda de la candidatura a la Presidencia de la República; tras la noche de Inauguración, Guadalajara, y con ella México, fue puesta a un máximo nivel mundial, y las expresiones de admiración y felicitación llegaron de todo el país y buena parte del mundo. Pocas cosas generan en nuestra nación una opinión tan favorable tan unánime, sobre todo porque claramente se minimizaron los Panamericanos, prejuzgando con la incapacidad nacional de creer en que las cosas se pueden hacer aquí con niveles de excelencia.

Vázquez Raña, cuentan algunos testigos de esa cena, no se caracteriza por ser un hombre de negocios fácil de convencer. Y para esa noche todavía no se llegaba ni a la mitad del calendario de los Juegos. Antes de conseguir su venia, debía Jalisco entregar cuentas impecables.

Lo que se observó en los días subsecuentes fue una confirmación del arranque: Guadalajara ofreció a América un evento de muy buena organización, apantallantes instalaciones, seguridad plena, vialidad ordenada, con una sociedad volcada en dar su mejor cara, su mejor trato, apoyando desde las tribunas y participando con miles de voluntarios –sobre todo jóvenes– que daban la sensación de estar no en una competencia del vecindario geográfico sino en unos verdaderos Juegos Olímpicos, acaso más chicos. Para los atletas mexicanos, sus entrenadores, sus directivos, la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, la ODEPA, los gobiernos municipales, estatal y federal, fue un éxito rotundo.

El domingo por la noche, Mario Vázquez Raña, en la Clausura de los Panamericanos 2011 dijo frente a los millones de ojos que seguían su discurso: “fueron los mejores Juegos Panamericanos de la historia”. Aquella cena del 19 de octubre rindió frutos.

Saciamorbos
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