En las elecciones presidenciales de 2000 y 2006, en la boleta siempre apareció una opción para tirar nuestro voto. Era esa opción que sabíamos imposible, a veces ni siquiera cercana a lograr el registro pero que nos hacía sentir bien.
Gilberto Rincón Gallardo y Patricia Mercado cumplieron esa función a la perfección.
El próximo julio, sin embargo, no habrá esa oportunidad.
Habrá tres nombres en la boleta para la presidencial. Y puede ser que los tres llegarán a ese día con cierta posibilidad de ganar.
Personajes del peso de Javier Sicilia están abiertamente llamando a no votar por ninguna de las opciones: “Se han lanzado (los partidos) a unas elecciones ignominiosas cuyas pugnas, que aumentan la criminalidad y la ausencia del Estado, no nos conducirán a una República, sino a un callejón sin salida”, escribió el poeta en Proceso en un artículo polemizando abiertamente con la propuesta de López Obrador.
Seguramente en los próximos meses veremos, como en 2009, crecer el movimiento de voto en blanco o nulo. Nunca he entendido el sentido del voto nulo. En última instancia, al no estar contemplado en la ley que algún porcentaje de nulos o abstenciones pudiera anular la elección o cambiar su resultado. Por lo mismo, no tiene ningún efecto práctico. “Manda un mensaje” me dirán algunos. Pues sí, pero eso implica que a nuestros políticos les importaran esos mensajes y viendo la experiencia…
Creo que en los próximos meses se construirá un nuevo movimiento del voto útil, similar al que le dio algunos votos —decisivos, dicen unos— a Vicente Fox en el 2000. La narrativa ya está hoy construyéndose, lo que no está claro es quién se beneficiará.
Me refiero a la lógica del miedo al regreso del PRI a Los Pinos.
En estas mismas páginas he dudado de la estrategia a gran escala. Después de todo hay un buen porcentaje de votantes que no tienen ninguna memoria del PRI, de ese PRI que la verdad sí asusta. Me debo corregir a partir de lo cómodo que veo a Enrique Peña Nieto acompañado, exactamente, de ese PRI. Está colaborando a hacer más fácil la narrativa del voto útil en contra de que esos regresen.
Del lado del PAN, Ernesto Cordero insiste en estos días en hacer ese su discurso. Entiendo que le pueda funcionar entre panistas, muchos de ellos definidos por su antipriismo. No tengo claro que sea él, en caso de ser candidato blanquiazul, el candidato de la continuidad calderonista, quien pueda cachar el voto del miedo al regreso tricolor.
Fina ironía del destino, creo que frente a Cordero, y si lo trabaja, es López Obrador quien podría atrapar los votos útiles del no al priismo de dinosaurios. Una manera de combatir los negativos es poniéndolos enfrente de quien puede provocar más negativos.
Por eso, entre otras cosas, es que creo que la elección del próximo año está muy lejos de decidirse en diciembre.
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