domingo, 11 de diciembre de 2011

Fuenteovejunos - Aguilar Camín


“Debajo de mi manto, al Rey mato”.
El Quijote, Prólogo

Hay una revolucionaria novedad en las redes sociales y en su impregnante contagio de los medios de opinión
tradicionales.

La democratización horizontal del habla pública apenas puede exagerarse, lo mismo que la multiplicación de sus emisores, el gran tumulto de la conversación a la vez diversa y simultánea de las redes sociales.

Es La Masa por otras vías, La Masa individualizada, con micrófonos propios y tribunas que cada quien se otorga y comparte con quien quiere: los medios masivos por medios personales.

No es una novedad menor. Se dirá que el tumulto se anula con el escándalo, la arbitrariedad y la diversidad de su propio torrente. Cierto, pero también se ordena y se impone con la espiral de sus modas, temas y tendencias favoritas.

Hay algo, sin embargo, en lo que esta novísima ágora, esta nueva forma de la masa, a la vez ubicua y elegible, es idéntica a las masas de todos los tiempos. En ella vive también el espíritu de Fuenteovejuna, el espíritu de la impunidad anónima, vengadora y arbitraria, que lincha en grupo, que actúa sus peores pasiones en el manto protector de la masa.

Las redes sociales rebozan fuenteovejunos.

Libertarios innegociables que no se atreven a dar su nombre. Radicales anónimos. Justicieros que lanzan el tuit y esconden su compu. Paleros disfrazados de ciudadanos. Pandilleros disfrazados de indignados. Linchadores vestidos de pueblo justo.

Son los instantáneos dinosaurios del internet, los falsos modernos que tienen instrumentos nuevos, pero hábitos públicos viejos. Y cursilería de todos los tiempos. Basta ir al identificador de alguno de estos insobornables demócratas anónimos para leer, en lugar de su modesto nombre y su posible oficio, vaciedades atontabobos del tipo: “Crítico sin concesiones, soñador sin límites, odiador de todo lo que debe ser odiado en nuestro país”. Y cosas por el estilo.

Fuenteovejunos.

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