Es muy interesante lo que está pasando en este país: todavía no estamos en campañas, pero ya estamos en campañas, y mientras México se debate entre que si el PRI, el PAN y el PRD, por allá anda un presidente, solo, justificándose hasta el cansancio.
A mí me preocupa porque sí, es sumamente divertido jugar a “Hagan sus apuestas, señores” y sí, es bastante entretenido también esto de “Me lo dijo la encuesta”, pero ni una ni otra tendencia nos sirve a usted o a mí para resolver nuestros problemas más básicos, para impulsarnos, para crecer, para recuperar la paz y la armonía.
Es como vivir en un partido de futbol, en una telenovela, en un espectáculo, pero a la hora de que llegan los recibos, de que alguien te apunta con una pistola o de que andas buscando trabajo y no lo encuentras, se acaba la diversión.
No necesitamos que llegue 2012 para adivinar lo que va a suceder. Todo se está acomodando desde ahora.
El Partido Revolucionario Institucional se acaba de recontraconsolidar para darle su apoyo total a uno de los personajes mejor construidos de todos los tiempos: Enrique Peña Nieto.
El ex gobernador del Estado de México no sólo tiene dominada la parte emocional a nivel opinión pública, ya tiene un respaldo editorial finísimo y la garantía de un PRI unido, fuerte, con una maquinaria a prueba de balas.
No existe un político mejor armado para dar la batalla por Los Pinos que el señor Peña Nieto.
Andrés Manuel López Obrador ahora es Gandhi, esta luchando por construir, en días, lo que no se preocupó por armar en años: un componente sentimental.
Pero llegó tarde a la repartición de corazones. Lo tendrían que amenazar de muerte, le tendrían que matar a alguien o se tendría que enamorar de alguna figura verdaderamente potente a nivel espectáculos o deporte para involucrar a las masas por ese sentido.
A lo mejor lo logra, el problema es que aunque se arme como figura del corazón, no viene con un aparato de las dimensiones del PRI, con un partido fuerte y unido, con una maquinaria de primer mundo.
Del Partido Acción Nacional, mejor ni hablar. Sus precandidatos son como los huerfanitos de las próximas elecciones presidenciales.
Como que nadie los quiere, como que nadie los apoya y entre ellos mismos se boicotean. Cero percepción de éxito, cero percepción de poder, cero percepción de unidad. Cero de todo.
Uno les hace caso por la más elemental democracia, pero si no fuera por eso, haga de cuenta que no existen.
Son personajes de color, gente a la que le preguntan el precio del litro de aceite para tantearlos, hombres y mujeres que se ven chistosos cuando la prensa les amarra navajas.
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