Nadie duda que a Humberto Moreira lo tumbaron -de la
dirigencia del PRI- las transas que hizo durante su gestión como
gobernador de Coahuila. Pero eso ya es historia. Hoy lo importante son
dos temas.
1.- ¿Como fue posible que Moreira llegara a la presidencia nacional del PRI, a sabiendas de sus transas? Y
2.- ¿Será cierto que a la clase política no le importa que Moreira pague sus culpas?
En el primer caso es urgente responder la forma en que Moreira llegó a la dirigencia del PRI, a pesar del cochinero y el chanchullo.
Y
es que resulta de una gravedad extrema la hipótesis de que engañó a
todos en su afán de ser presidente del PRI. Pero sería aún más grave si
se confirma que Enrique Peña Nieto sabía de las transas de Moreira y que, aún así, lo llevó a la cúpula del tricolor. Peor de grave, si Moreira y su grupo engañaron a Peña Nieto, lo cual hablaría de poco rigor en la selección de los colaboradores del candidato presidencial del PRI.
La
mano y la cunaPero lo simpático, curioso y hasta repugnante, es que
entre la numerosa clase política mexicana -de todos los partidos y todos
los gobiernos-, a pocos, si no es que a nadie, les importa
verdaderamente el cochinero presupuestal de Coahuila y que, miles de
coahuilenses -entre jóvenes, adultos, viejos y hasta los que aún no han
nacido-, fueron condenados a pagar una deuda de por vida. ¿Por qué no le
importa a la clase política?
Porque la inmoral y grosera deuda que contrajo el gobierno de Moreira
-a costillas de los ciudadanos-, en realidad sólo fue un pretexto con
fines político-electorales para combatir al PRI y a su más aventajado
presidenciable, Enrique Peña Nieto, desde la casa presidencial de Los Pinos. Es decir, que una vez tumbado Humberto Moreira,
a muy pocos les va a interesar seguir con ese escándalo y llevarlo ante
la justicia, hasta sus últimas consecuencias. Y si tienen dudas, van
las evidencias.
¿Se acuerdan quién detonó el escándalo de la deuda de Coahuila y el inmoral enriquecimiento de los Moreira? En efecto, en sus tiempos de secretario de Hacienda, el señor Ernesto Cordero dio la voz de alerta, en tanto que el PAN se encargó de darle aire hasta llevar el escándalo a los titulares periodísticos.
Y
por supuesto que tenemos que aplaudir ese compromiso con la
transparencia, la justicia y contra la corrupción que mostraron -a toda
prueba-, tanto el PAN, como el señor Cordero.
Pero lo curioso del asunto es que el propio señor Ernesto Cordero
se dio cuenta del cochinero de Coahuila, sólo hasta días antes de que
abandonara su gestión, para convertirse en precandidato presidencial del
PAN. ¿Qué quiere decir lo anterior?
Pues sí, que entre la
republicana clase política mexicana -sea que gobierne el PAN, el PRD o
el PRI- los gobernantes suelen aplicar a rajatabla la máxima juarista de
"a los amigos, justicia y gracia, a los enemigos, justicia a secas".
¿De qué estamos hablando?
De que la justicia, la persecución de
la transa y todo el peso de la ley legal y mediática, se mueven a partir
de la conveniencia política de quien tiene la ley en sus manos.
Más en http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&seccion=opinion&cat=11&id_nota=791204
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