lunes, 23 de enero de 2012

Alejandro Páez - Sobre la renuncia de Cordero, Calderón y Elba Esther



En septiembre de 2011 me atreví a sugerirle a Ernesto Cordero que renunciara a la precandidatura, en un artículo que llamé: “5 razones para que Cordero desista”. Hace cinco meses –días más, días menos– escribí: “La candidatura del ex secretario de Hacienda no despega y tampoco se necesita ser mago para saber por qué. Con todo el nivel de exposición que le ha permitido la plataforma del gobierno federal, Cordero no pinta en las encuestas porque es un hombre carente de carisma, pero también por la oferta: su proyecto político no existe, o eso nos ha dicho en sus discursos; es una versión deslavada del presidente Felipe Calderón que apela a la continuidad. Y no pareciera tan buena idea vender el continuismo de una administración que no está bien evaluada y que dejará al país molido a palos en varios frentes: en seguridad –por supuesto–, en tolerancia, en transparencia, en impartición de justicia, en empleo y en obra pública”.
Enumeré, también, las cinco razones por las que Cordero debía renunciar. Las cinco tenían que ver con el presidente Calderón y su terquedad. Porque se aferraría, dije, a hacerlo candidato –como lo hizo con la señora Isabel Miranda de Wallace– pisoteando las aspiraciones legítimas de sus correligionarios; y porque, una vez impuesto al ex secretario de Hacienda, haría todo, todo, todo, como lo hizo Vicente Fox en 2006, para detener a sus contrincantes.
Así sea con guerra de lodo. Así sea aliándose con lo más sucio del país: los empresarios más inmorales, el duopolio televisivo, Elba Esther Gordillo, Valdemar Gutiérrez, etc. No le importará, dije, pisotear la “normalidad democrática”.
Sigo pensando lo mismo. Y tampoco el escenario ha cambiado: Ernesto Cordero sigue en el suelo, y ha habido intentos, como la mentada “encuesta indicativa”, para imponerlo, dañando la unidad y la imagen de Acción Nacional.
Los invito a que lean aquello que dije en septiembre de 2011 porque me evitará repetir mi argumento: http://www.sinembargo.mx/opinion/19-09-2011/2127
Yo creo que Ernesto Cordero, como Felipe Calderón, son individuos profundamente pragmáticos y representan el ala más ambiciosa del PAN. Creo que su filosofía se centra en una sola frase: el poder a como dé lugar. El famoso haiga sido como haiga sido, pues.
Tanto así, que hace unos meses el Presidente llevó a Elba Esther Gordillo a la campaña de su hermana, Luisa María Calderón, en Michoacán.
Tanto así que ayer, cuando Santiago Creel, Josefina Vázquez Mota, Andrés Manuel López Obrador y hasta el mismo Enrique Peña Nieto lanzaban a la basura a la presunta “maestra”, el delfín del presidente Calderón afirmaba:
“En política siempre hay que estar abierto a cualquier posibilidad, seguramente el Comité Ejecutivo Nacional lo analizará con toda puntualidad y con todo cuidado [refiriéndose a una alianza con Elba Esther Gordillo]. Solamente ellos saben cómo estuvo la cosa [con el PRI]. Lo que yo he dicho es que lo tiene que revisar el CEN del PAN [la alianza con el Panal], esa posibilidad, ellos tendrán que revisarla y tomar la determinación”.
El CEN del PAN es, mayoritariamente, un CEN de Felipe Calderón. Juan Molinar Horcasitas, Cecilia Romero y Gustavo Madero, como la misma señora Wallace, le deben por lo menos un sexenio de glorias y están en donde están porque el Presidente lo decidió.
Entonces, si se aferra Calderón, Cordero llegará, e irá de la mano con Elba Esther. Y si se aferran –Dios nos libre– a hacer todo, todo, todo lo que sea necesario para conservar Los Pinos, no sólo habrán vulnerado nuestra democracia y le habrán hecho un daño terrible a un partido que se caracterizaba por sus decisiones democráticas internas, sino que llegarán en alianza de lo más podrido del sistema político mexicano.
Ya lo dije en aquel artículo al que hago alusión: la candidatura de Ernesto Cordero no debe seguir. Alienta lo peor del presidente Calderón y su equipo más cercano. No veo nobleza en su propuesta (¡mantener a Genaro García Luna!, seguir con la guerra. Puf); y peor aún: no considero sana su aspiración presidencial.
Mariano Azuela tiene un pasaje inmejorable para situaciones como esta en su novela Los de Abajo.
Cuenta que Demetrio Macías regresa a casa después de años y años de andar en las revueltas de la Revolución. El perro le ladra, el hijo lo desconoce. Y no dura mucho en paz, en casa. Quiere regresar.
Su esposa le reclama:
“ –¿Por qué pelean ya, Demetrio?
“Demetrio, las cejas muy juntas, toma distraído una piedrecita y la arroja al fondo del cañón. Se mantiene pensativo viendo el desfiladero y dice:
“–Mira esa piedra como ya no se para.”
Lo de Ernesto Cordero es pura terquedad. Terquedad de la mala.

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