Si en Google se escribe Frente Organizado de Campesinos Indígenas, aparecen 580 páginas, casi la mitad con referencias a algún frente, a campesinos o a indígenas (tanto de México como de otros países), y el resto responde a lo que se solicitó, siempre a propósito del más reciente cuento de horror: el del medio centenar de rarámuris que dizque se han suicidado.
En nombre de tal agrupación, esta nueva tétrica patraña fue dada a conocer por un tal Ramón Gardea, y en pocas horas (como se ve con la afluencia de víveres a la sierra Tarahumara) superó de calle a otra célebre invención: la de la viejita de la Zongolica dizque violada tumultuariamente y asesinada por soldados.
Según el cuento, “la tristeza” de no poder alimentar a sus hijos había sido la causa del supuesto suicidio colectivo (los que no “se ahorcaban”, afirmó el embustero, “se arrojaban al barranco…”.
Pero entre los usos y costumbres de las comunidades indígenas, por fortuna, y en el caso específico de los rarámuris, no figura el privarse de la vida.
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