El periodo de silencio perjudica más a López Obrador porque es quien está más necesitado de romper el lugar que guarda en las preferencias. Seis semanas es mucho. Además, su persona misma ha transitado a una polémica nada favorable derivada de sus propias palabras. Queda claro que no es el mismo que el de la contienda presidencial pasada, ha perdido fuerza y carisma.
Decaído. Febrero de 2012. Foto: Mónica González
El impasse del silencio tiene consecuencias importantes en la elección. Bajo el supuesto —incierto— de que el gobierno federal no aprovechará la tregua electoral obligada por la ley, sus efectos perjudican más a López Obrador. Tardó el Panal en definir candidato, Gabriel Quadri; pasó rozando la bala a Josefina, de haber sido mujer. Pero lo relevante es la competencia auténtica, la que se da entre los dos opositores y, también, de éstos con la candidata del partido gobernante.
El periodo del obligado silencio perjudica más a López Obrador porque es quien está más necesitado de romper el lugar que guarda en las preferencias. Seis semanas son muchos días. Además, su persona misma ha transitado a una polémica nada favorable derivada de sus propias palabras. Queda claro que más para mal que para bien, AMLO no es el mismo que el de la contienda presidencial pasada, ha perdido fuerza y carisma, además de que disputa la misma base social que el PRI, con la diferencia monumental que media entre Madrazo y Peña Nieto. El tercer lugar puede arrastrar al DF.
Tampoco favorece a Josefina Vázquez Mota la interrupción de campañas. Su inercia ascendente queda en suspenso por un absurdo calendario electoral. De cualquier manera, su situación es favorable y llega no sólo en segundo sitio, sino con la legitimidad por una elección competida, la que ganó con claridad respecto a Ernesto Cordero y Santiago Creel. El PAN se reagrupa en torno a su candidatura. Su fortaleza es la de todo candidato del partido gobernante, con la cuota adicional de poder sumar aquellos que quieren un cambio en la política. Una mujer en la Presidencia es una seducción nada desdeñable, la que Josefina ha ido deslizando con inteligencia.
Peña Nieto es el beneficiario mayor del congelamiento de las campañas. Por eso el PRI debe estar alerta ante la determinación de Los Pinos de utilizar la justicia como medio para alterar las coordenadas políticas que favorecen al candidato del PRI. Finalmente, aunque con timidez, los diputados y senadores demandan al Presidente sacar las manos de la elección. También Pedro Joaquín Coldwell ha salido con energía a denunciar la parcialidad e intervencionismo del gobierno federal. Lamentable que Gustavo Madero del PAN, en el afán de ganar el favor presidencial, recurra al denuesto para cuestionar la legalidad de la elección de Michoacán; país de malos perdedores. Reclaman a AMLO, cuando son los primeros en hacer lo propio. Nada bueno resulta cuando el partido gobernante golpea a los gobernantes que inician, cuando por delante está la violencia y la inseguridad. Fausto Vallejo, por razones de Estado, requiere de apoyo sin reserva.
La elección de 2012 va bien, a pesar de una nueva legislación electoral que genera incertidumbre y plantea un calendario absurdo, como es el actual periodo de silencio. La mayor amenaza para una elección justa la representa el presidente Calderón al utilizar la agenda judicial como medio para modificar los términos de la competencia. ¿Por qué las revelaciones oficiales sobre presuntas responsabilidades de connotados adversarios políticos se dan hasta hoy, cuando su origen es de hace años, como es el caso de Tomás Yarrington? Efectivamente, los tiempos judiciales no deben someterse a los electorales y eso es lo que el país ha estado viendo en estas últimas semanas.
A pesar de la interrupción de las campañas presidenciales, el cuadro electoral habrá de modificarse. No resultará de lo que hagan los candidatos, sino de la manera como cada partido resuelva las candidaturas concurrentes a la presidencial. Hoy el territorio importa más que siempre. Casi 60 por ciento de los electores tendrán comicios locales concurrentes y tales contiendas y las de legisladores pueden potenciar o minar la situación de las preferencias de los candidatos presidenciales. Es un cuadro complejo que apunta hacia la incertidumbre.
El deseo de alternancia es la variable más estable. Poco más de una tercera parte quisiera que el PAN continuara en el poder, proporción mayor a la que AMLO se adjudica; dice que a él le basta 26%, ya que los de él si van a votar, una concesión simpática al realismo mágico electoral. Al PRI sí le ha hecho daño lo que ha ocurrido de septiembre a la fecha, pero consolida su condición de principal opción de anhelo de alternancia.
A eso habrán de remitirse las campañas: la decisión ciudadana es si habrá más de lo mismo o es necesario un relevo en el partido gobernante. En eso está la fortaleza de Josefina Vázquez Mota al no ser la exponente del calderonismo y por su condición de mujer. Allí está la base de la campaña de Enrique Peña Nieto: el deseo de un mejor gobierno por una mayoría abrumadora. Ese es el desafío de López Obrador, quien llega al periodo de silencio en el desgaste provocado por sus propias palabras.
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