De manera inevitable, la elección del 1 de julio tiene ya subrayado el tema de género. Ha sido así (en realidad) desde que hay en el padrón electoral más de 50% del sexo femenino, pero, por primera vez en la historia, una mujer es abanderada por uno de los tres principales partidos, para contender por la Presidencia. Es decir, con posibilidades reales de ser una opción competitiva en esa carrera. Y la pregunta es, obvio, si un país como el nuestro está listo para (ver) que una mujer esté al mando.
Algunos piensan que el tema de género no debería ser punto central de un discurso de campaña. Y puede que tengan razón, pero también es imposible hacer a un lado eso cuando la política se ha visto tan dormida en el tema (y tan maltratada, incluso) y ha resultado tan difícil que las mujeres logren pasar el famoso “techo de cristal” que de forma recurrente marca un límite.
Ayer, este diario, en conjunto con BGC-Ulises Beltrán y Asociados, presentaba su más reciente encuesta, la cual centró sus preguntas en ese punto, aunque no sólo si México está listo para una Presidenta, sino también, curiosamente, en la percepción del papel de la mujer. Para que nos vayamos entendiendo y veamos el porqué, el tema de género tiene importancia en la próxima campaña, y a razón de la candidata blanquiazul.
Una de las preguntas de la encuesta iba sobre el género “correcto” para determinadas responsabilidades. Así, del total, 71% dijo que ambos sexos están capacitados para gobernar un país, pero 24% sigue pensando que es a la mujer a quien mejor le “queda” lavar ropa en casa, dato bastante curioso, misógino, contradictorio e inaceptable en una sociedad autoproclamada democrática e incluyente. Aunque la mayoría de los puntos fueron para ambos sexos, no se entiende el porqué de la realidad de la mujer en la política nacional cuando la ONU considera que el liderazgo femenino debería estar presente al menos en 30% de los puestos de elección popular. Aquí no llegamos a eso; tenemos apenas 20.3% de presencia femenina en el Senado y 28.1% en San Lázaro (gracias, en parte, a las artimañas empleadas por los partidos y que terminan en episodios como los de las infames juanitas); mujeres gobernadoras, apenas tenemos una, Ivonne Ortega en Yucatán.
¿Qué ha pasado que a las mujeres les ha costado tanto situarse en importantes plataformas? No había sido hasta la llegada de Josefina Vázquez Mota a uno de esos tres carriless rumbo a Los Pinos, que nos atrevemos a cuestionar sobre el papel aún rezagado (muy) de las mujeres en la política. He aquí una de las ventanas de oportunidad más importantes sobre imaginarnos que podamos elegir a una “Presidenta” y no sólo a un “Presidente”, y que pueda ser una “ella” y no sólo un “él” quien conduzca el rumbo del país. Hace 50 años no se habría ni imaginado, de la misma forma que en un EU del siglo XIX no imaginaban tener un presidente afroamericano.
Así que, a los detractores de una campaña con el tema del género como uno de sus principales ejes, basta con los datos históricos para entender que, si bien las capacidades no se evalúan ni definen en masculino o femenino, sí adquieren peso cuando es justo la historia la que nos habla de lo difícil que ha sido el camino para lograr presencia femenina en las altas esferas de gobierno.
Josefina Vázquez Mota deberá entender que la clave será no hacer de este el único punto estratégico de su campaña, el que se escuche textualmente en todos sus discursos, pues, pero sí puede capitalizarlo y convertirlo en el plus que la haga dar la batalla que su partido espera y que sus contrarios no habrían podido imaginar. Por lo pronto, una de las más duras barreras ya colapsó, no intimidó a Josefina y hoy constituye, según los números del primer estudio de candidatos reales de Consulta Mitofsky, a la segunda fuerza con miras a la Presidencia. Y según los números de BGC-Excélsior, una posibilidad alentadora para el país.
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