sábado, 11 de febrero de 2012

LA MUECA DE NAZAR.

por Sergio Aguayo Quezada.


Miguel Nazar Haro evadió la justicia porque lo protegieron las élites políticas
pero fue condenado por la sociedad y la historia.

Nazar es la expresión más inmaculada de la impunidad a la mexicana (ver el
ilustrado texto de Javier Treviño Rangel en www.loshijosdelamalinche.com). La
Fiscalía Especial creada por Vicente Fox dilapidó 250 millones de pesos y entre
sus magros logros estuvo el recluir a Nazar en 2004 en  el  Penal  de  Topo  Chico,
Nuevo León. Cuando la justicia parecía posible llegó solícito y presuroso el
Congreso a rescatarlo: modificó el Código Penal para que Nazar atendiera el
juicio desde la tranquilidad de su hogar.

Uno entiende el apoyo de las fracciones priistas porque Nazar fue uno de sus
verdugos más despiadados y eficientes. Puede también comprenderse la
colaboración panista porque, después de todo, pagaron un costo bajísimo en
vidas durante la Guerra Sucia. Lo incomprensible y ofensivo es la irresponsable
laxitud y desmemoria de las izquierdas partidistas que votaron unánimemente por
una amnistía de facto, una incongruencia documentada ampliamente por Rosa
Albina Garabito.


Nazar vivió sus últimos años instalado en la socarronería del macho que impone
sus deseos. Las conversaciones con Gustavo Castillo publicadas el 28 y 29 de
enero en La Jornada retratan a un narcisista. Después de blindarse con el lábaro
patrio ("lo que hice fue por amor a la patria"), desgranó sus hazañas: la Dirección
Federal de Seguridad tenía "gente [infiltrada] en todas las áreas"; riéndose relató
la noche en que se metió borracho en sentido contrario por Insurgentes y se puso
a dispararle a los semáforos porque "eran anaranjad[o]s y rojill[o]s
(comunistas)"; sobre las acusaciones de que torturaba y asesinaba responde con
un desdeñoso "pueden decir misa" y con un cínico "¿Por qué no van al
cementerio y les preguntan a los muertos si yo los maté?". Esta es la semántica
del verdugo jacarandoso.

Murió sintiéndose invicto porque ni él ni Fernando Gutiérrez Barrios entendieron
que eran policías eficaces y despiadados pero que como analistas eran pésimos.
Ese rasgo lo detecté leyendo sus informes y lo confirmé revisando las
declaraciones de Nazar. Jamás comprendieron que su lugar en  la  historia  es
determinado por la opinión social sobre sus métodos. Y a ellos los respalda una
minoría.


En las esquelas que publica Reforma sobre la muerte de Nazar no aparece una
sola institución pública. Los escasos políticos prefirieron firmar como integrantes

del sector privado. El priista Carlos Hank Rhon se identifica como socio de
Grupo Financiero Interacciones y el panista Fernando Gómez Mont Urueta (ex
secretario de Gobernación) como socio de un despacho de abogados.

La versión digital de su muerte despertó múltiples comentarios en la página de
Reforma. Quince fueron favorables a Nazar: uno lo glorifica como "héroe
nacional" que combatió "exitosamente a estos delincuentes"; otro lo percibe
como un mal necesario: "se necesitan tipos como éste para  sacar  adelante  al
país"; y no faltaron las expresiones con fragancia fascista: "gracias por llevarte
tantos 'ZURDITOS' por delante".

Veintiún textos son críticas explícitas: "Como los grandes criminales y
genocidas, como Pinochet y Franco y todas sus camarillas, este asesino murió
tranquilo en su cama. De lo peorcito de México"; "Satanás y los diablos han de
estar muy felices de que les llegue tan famoso huésped"; y, "Que Dios lo tenga a
Fuego Lento".

Los párrafos anteriores carecen del valor científico  de las encuestas. Éstas
confirman que la sociedad rechaza mayoritariamente los métodos de Nazar. En la
Encuesta Nacional de Cultura Constitucional (IFE-IIJ-UNAM, 2011) 30% acepta
que se violen derechos para combatir la delincuencia, por un 55% que desea se
respeten. La Encuesta Nacional de Valores (ENVUD, 2010) es igualmente
elocuente: 61% prefiere la democracia y 17% el autoritarismo.


El 6 de julio de 2002, Reforma hizo un levantamiento de opinión sobre lo que
debía hacerse con los grandes violadores de derechos humanos -y Nazar destacó
en esa categoría-. Siete de cada 10 entrevistados opinaron que el gobierno de
Vicente Fox debía investigar, perseguir y castigar los ilícitos mientras que tres de
cada 10 pensaban que era mejor perdonar y olvidar el pasado.

Ni verdad ni justicia trajo la alternancia. Los partidos repartieron patentes de
impunidad y Nazar flotó hasta el final en una fantasía en la cual se veía como
salvador de una patria amenazada (la izquierda jamás puso en riesgo al régimen).
Gozó de libertad por una clase política ciega ante lo evidente: la impunidad es
una metástasis que contagia de cáncer todo el cuerpo social. En el mural de
nuestra democracia quebrantada destaca la mueca de Nazar Haro, el torturador
sin castigo, rodeada con las caritas sonrientes y cínicas de quienes lo protegieron.

Colaboraron: Rodrigo Peña González, Maura Roldán Álvarez y Pilar Tavera
Gómez.
Leído en: http://www.sergioaguayo.org/articulos/2012/Aguayo_LamuecadeNazar_080212.pdf





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