por Salvador Camarena.
Al amanecer del jueves pasado, los priístas salieron a fijar la agenda. Con el informe 2010 de la Auditoría Superior de la Federación en la mano, y su líder nacional a la cabeza, los del Partido Revolucionario Institucional lanzaron una ofensiva mediática para posicionar ese día un solo mensaje: el PAN-Gobierno es ineficaz y despilfarrador. Si bien los datos de la ASF ayudan a pintar ese retrato del cuarto año de gobierno del presidente Felipe Calderón, y del sexenio en general, lo más relevante del caso es constatar que mientras los priístas han echado a andar una maquinaria de posicionamiento de mensajes, la derecha y la izquierda están lejos de mostrar un comportamiento estratégico alineado a los objetivos de sus respectivas candidaturas.
El golpeteo priísta del jueves tuvo como contraparte una tímida reacción del secretario de la Función Pública, Rafael Morgan Ríos. Mientras el PRI puede echar mano, y ofrece a los medios, una baraja de voceros de primer nivel mediático para exponer sus “lecturas” sobre lo revelado por el auditor superior, los panistas están lejos de articular un mecanismo de respuesta que ataje la ofensiva de sus adversarios. Puede ser tanto porque en el accionar del Partido Acción Nacional haya influido que aún estaban (y están) pendientes algunos procesos internos de selección de candidatos blanquiazules, como porque las heridas no se han cerrado del todo entre algunos importantes operadores de Josefina Vázquez Mota y el equipo de Ernesto Cordero, pero el caso es que el PAN-Gobierno no muestra aún articulación alguna para enfrentar a los priístas en el día a día, y la contienda hace mucho que comenzó.
Los correligionarios de Enrique Peña Nieto, en cambio, han sacado a relucir su experiencia y el caso de la auditoría fue la tercera batalla mediática de las dos últimas semanas en que arrastran a los azules. Las anteriores: lograron hacer del defecto una virtud en el caso de los ex gobernadores de Tamaulipas, no solo arropando sin titubear a Manuel Cavazos Lerma sino evadiendo la esencia –la existencia de una acusación de la PGR— y logrando que el tema sea el “oportunismo” político-electoral de la revelación. Y el segundo asunto donde el PAN-Gobierno no supo reaccionar fue en el del titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales. Con pura alquimia, los tricolores lograron sembrar inquietud ante la remoción de un funcionario que tampoco es que en el tiempo que llevaba hubiera concitado los mayores logros o un gran voz pública. Tarde y mal reaccionó el gobierno de nuevo en el caso de la Fepade.
La izquierda, por su parte, pasa fatigas similares a la de los panistas: partidos, figuras y candidato muestran nula coordinación. Lo malo no fue el error de la semana pasada de Andrés Manuel López Obrador, de reconocer su cansancio y su voluntad de irse a La Chingada justo cuando la madre de las batallas aún ni siquiera comienza. Lo peor es que en vez de arroparlo, sus compañeros, Marcelo Ebrard a la cabeza, le hicieron más trabajoso el salir del tema: la frase del jefe de Gobierno –“no hay que irse tan lejos, se puede ir uno a su casa”— incluso generó especulaciones sobre si se podría cambiar de jinete en las izquierdas. Con esas compañías, para qué quiere uno contrincantes.
Los priístas, en cambio, están tocando por nota. Día a día llenarán la intercampaña con acusaciones y todos instrumentarán el mismo mensaje, surgido del cuartel comandado por Luis Videgaray. Pondrán en los medios a gobernadores, legisladores y varios funcionarios del partido y la campaña a machacar su agenda. Son pesos pesados metidos en una férrea disciplina por un lado, mientras la derecha y la izquierda siguen sin siquiera coordinar efectivamente sus esfuerzos de unidad más allá de las fotografías que han logrado tomarse.
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