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Rosario Robles. |
La gente se pregunta a qué encuesta hay que creerle. La lógica dicta que no precisamente a la del Presidente, que se ha asumido como parte en este proceso electoral.
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Importante el ejercicio. La Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercado y Opinión Pública llevó a cabo en estos días un laboratorio político en el que participaron tres de los cuatro aspirantes presidenciales, así como investigadores, políticos, integrantes de empresas encuestadoras y consultoras, con el objetivo de discutir el valor de los estudios de opinión, tanto en las estrategias políticas como en las decisiones de gobierno. La reflexión no es banal. De unos años para acá, estas herramientas han adquirido una importancia significativa, extremando en ocasiones su papel e incidencia. Hay gobernantes que asumen posturas para las encuestas con el objetivo de que en ellas se reflejen incrementos en sus índices de aceptación. Todo esto ha llevado a que predomine el corto plazo y eventualmente a no tomar las decisiones necesarias sin importar si en lo inmediato son o no populares. Las encuestas han orillado también a que en ocasiones el ejercicio de gobierno se vuelva conservador. Si por ellas fuera, en el Distrito Federal no se hubieran dado pasos importantísimos en materia de derechos de las mujeres (con la despenalización del aborto) o de los que por su preferencia sexual habían sido excluidos de la posibilidad de contraer matrimonio. Los gobernantes de izquierda de la ciudad (a excepción de López Obrador) asumieron los riesgos y actuaron con base en su compromiso con una agenda de derechos. No así los demás, incluidos los de izquierda que gobiernan o han gobernado otras entidades. Claro que la culpa no es de estas herramientas, desde luego indispensables, sino de quienes las interpretan y las consideran unívocas en el momento de gobernar. No las valoran como un instrumento más, sino como la verdad absoluta que dicta sus acciones, sustituyendo incluso el sentir y la opinión de todos los ciudadanos. Hay que gobernar con las encuestas y no para las encuestas, dijo en el evento el ex gobernador mexiquense y tiene mucha razón en ello. También la tuvo el doctor en ciencia política Carlos Elizondo Mayer-Serra al señalar que la industria (la AMAI tiene un código de ética, es importante decirlo) puede empujar para que los gobiernos se obliguen a actuar con transparencia cuando se trata de encuestas, pues se pagan con recursos públicos (el presidente Calderón no hubiera podido mostrar una sin decir quién la hizo y la metodología utilizada, por ejemplo), y que después de cierto tiempo todas las realizadas por los diversos niveles de gobierno sean entregadas a los espacios de la academia y de la investigación.
Pero más allá de lo relacionado con el ejercicio gubernamental, el momento es propicio por la coyuntura electoral y, sobre todo, por la diversidad de resultados que reflejan algunas encuestas sobre la carrera presidencial, en la que no cabe duda son un factor que incide en el ánimo y en la opinión pública. La gente se pregunta a qué encuesta hay que creerle. La lógica dicta que no precisamente a la del Presidente, que se ha asumido como parte en este proceso electoral. Están las que contratan los partidos que, normalmente, son con empresas muy serias, pero cuyos resultados se presentan ante la gente conforme a sus propias estrategias políticas (por cierto muy válidas). Es el caso de la del PAN que, bajo el supuesto de que se acortan las distancias de manera abrupta, pretende decirle al ejército blanquiazul que están en la competencia, que la elección está reñida, confundir a la opinión pública, no desalentar apoyos económicos y, desde luego, polarizar al presentar a un lejano tercer lugar. Por otro lado, están las que diversos medios difunden como parte de su labor periodística y de la necesidad de competir informativamente. En todas hay diversas metodologías y, por supuesto, diversas intenciones, pero se supone que en ellas prevalece mayor objetividad. En la mayoría la pelea sigue siendo de tres. En todas, a excepción de una, la diferencia entre el puntero y el segundo lugar sigue siendo importante y es lógico que así se mantenga hasta el inicio de la campaña. Es en ese momento cuando el reloj empezará a contar. Es deseable que a partir de entonces en lugar de discutir encuestas se debatan ideas. Ojalá.
rrobles@mileniodiario.com.mx
Leído en: http://impreso.milenio.com/node/9122842
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