sábado, 24 de marzo de 2012

Rosario Robles - Calderón ofende el legado de Juárez



Mala semana para el Benemérito. Tomando fuera de contexto algunas de sus frases, pretendiendo comparar situaciones de aquel momento con lo que hoy se vive, aprovechando la ceremonia conmemorativa del 206 aniversario de su natalicio, el presidente Calderón le enmendó la plana al Poder Judicial, al Poder Legislativo y prácticamente sentenció a Florence Cassez a ser fusilada en el Cerro de las Campanas. Nada más alejado del pensamiento juarista, de su visión republicana, de su compromiso con la justicia y con la igualdad. Dijo el Presidente que Juárez tuvo que lidiar con “la mezquindad colectiva, la envidia y la incomprensión y que en algunas ocasiones con tristeza observó que no se secundaban sus esfuerzos ni el hecho de haberse consagrado a trabajar sin tregua por la posteridad de la patria”. Pareciera que se quiso poner un traje a la medida. Pero le queda grande. Utilizó las palabras de Juárez para confrontar, una vez más, a sus detractores que, según él, como en aquellos tiempos con el otrora presidente, hoy son (somos) incapaces de comprender la dimensión de su cruzada. En el fondo, el mensaje lo que transmite es frustración, porque pareciera que nos quiere decir que la mayoría no ha entendido que ha enfrentado valientemente a los “actuales enemigos de la patria”. Vaya comparación. Juárez encaró a los invasores (que sí, eran franceses, pero eso no tiene nada que ver con el litigio que se dirime en la Corte), restableció la República, defendió a México, puso en marcha las Leyes de Reforma y consolidó el Estado que, además, tuvo como esencia el ser laico. Hoy sucede lo contrario. La guerra emprendida no ha dado resultados. El país está polarizado e inmerso en una violencia sin precedentes. Está a punto del derrumbe. Frente al principio de la medianía y la austeridad hay un gobierno que no tiene empacho en gastar más de mil millones de pesos en un monumento que para nada está a la altura de la historia bicentenaria de un país que se caracteriza por sus grandezas. Por poner un ejemplo.

Juárez habló del equilibrio entre la indigencia y la opulencia. Fue uno de sus ideales más importantes porque la República si no es de iguales, simplemente no lo es. Hoy en México hay más pobreza. Pequeñas ínsulas de riqueza rodeadas de mares de pobreza. 60 millones de mexicanos que, de acuerdo con el Tecnológico de Monterrey, son producto de la precariedad del mercado laboral, del bajo crecimiento económico, de la desigualdad que prevalece. 15 millones más de los que existían al inicio del gobierno calderonista. Juárez tenía una visión liberal. Promovió la separación entre la Iglesia y el Estado, al tiempo que alejó a la primera de cualquier intervención en los asuntos relacionados con la educación y la política. Hoy, en medio de la visita del jefe del Estado Vaticano, se habla de una reforma constitucional para supuestamente garantizar la libertad religiosa, pero que en realidad pretende abrirle la puerta a la intromisión de la Iglesia en la educación (para introducir sus visiones confesionales y religiosas, como por ejemplo la del diseño inteligente). Como político, como abogado, como estadista, Juárez entendió perfectamente el sentido de la justicia. Nadie por encima de ella (es cierto), pero también nadie por debajo de ella. Pero sobre todo el respeto al derecho ajeno que el Presidente parece olvidar cada vez que arenga, que regaña, que interpela (sin entender que son sus pares) a los otros dos Poderes de la Unión. Ya el ministro Silva se encargó de responderle en su momento, todavía sin saber que el mandatario cometería el exceso de traer a colación que “a pesar de peticiones de indulto y de presiones, Maximiliano había sido fusilado” (como si no se estuviera en pleno siglo XXI y como si la francesa acusada de secuestro fuera su rencarnación). Le dijo con toda claridad que la justicia debe estar basada en instituciones y procesos que hagan que sea justicia de verdad, lo que parece el Presidente olvidar. Me quedo con una frase final, ésta sí de Benito Juárez, para recordarlo y recordarle a Calderón: “Tengo la persuasión de que la respetabilidad del gobernante le viene de la ley y de un recto proceder, y no de trajes ni de aparatos militares propios sólo para los reyes de teatro”. Vaya claridad del Benemérito.

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