Hacer que todo se discuta para no discutir nada. Circo callejero para tratar de definir al ganador del Pinocho de la temporada, aunque a fin de cuentas los dos competidores sepan con toda seguridad que cada cual tiene los méritos suficientes para alzarse con el premio a la falsedad y la corrupción sexenalmente ejercidas. La profunda batalla por la definición técnica de lo que es un puente y lo que es una mentira (ingeniería filosófica electoral) deviene en un ejercicio porril del panismo contagiado de las ínfulas violentas de su máximo dirigente pinolero, mientras el priísmo asume el impensado papel de víctima y promete (esta vez sin notario que dé fe del compromiso) que no será causante de nacionales divisiones (pues aspira a retomar este año su larga carrera de aritméticas sustracciones).
Peña Nieto ha hecho de sus ofertas ante fedatarios un rosario de mentiras, de una manera parecida a la que sus hoy impugnadores han practicado desde el Gobierno federal: De las manos limpias y la presidencia del empleo a la rapiña, la violencia institucionalizada y la agudizada falta de fuentes de trabajo. Tanto miente el que vivía en Toluca como el que lo hace en Los Pinos, pero lo que se busca es concentrar la atención nacional en dos contendientes susceptibles de entendimientos finales (a pesar del fragor de las reyertas necesarias del día) y desplazar a la tercera opción que navega con bandera de amorosidad recientemente revelada. La “mesa de la verdad” convertida en telenovela de pasiones y desenlaces previsibles, con los primeros actores (Madero, Gil, Joaquín Coldwell, Videgaray) saliendo de sus foros, siempre bajo control, a las eventualidades de la intemperie, corriendo riesgos de que la escenografía de cada consorcio acabase dañando o aplastando al otro (los imponderables que se deben aceptar si se lucha por instalar un bipartidismo de posteriores comodidades compartidas).
Ganan todos, marca la pirinola ahora cuatricolor (verde, rojo, blanco y azul): El PAN avanza en su estrategia de golpear al puntero en la vulnerable franja de la credibilidad y con ello, cueste lo que cueste, cree ayudar a su candidata, colocada a prudente distancia de los estallidos y los sofocones, a remontar su largo decaimiento, mientras el PRI logra zafarse en lo inmediato de la trampa tendida a partir del incumplimiento de las promesas para contrapuntear acusando al panismo de violencia grave y autovacunándose contra posteriores “debates” (un ex funcionario del Estado de México, Gerardo Ruiz Esparza, aseguró ayer mismo que de no haberse conducido con prudencia el grupo tricolor frente a las agresiones panistas podrían haberse producido “cientos de muertes”: Si en diciembre de 2006 el PRI salvó a Calderón al apoyarlo en su toma de posesión, ahora cree salvar las elecciones y la viabilidad institucional por no haber respondido a lo que en términos generales sucede en momentos candentes de múltiples reuniones y asambleas ajenas a los pasteurizados modos priístas).
Y, sin embargo, lo que en realidad importa no está en la inflada discusión sobre la credibilidad de un mentiroso crónico que pretenden demostrar los personeros de un Gobierno federal igualmente mendaz y simulador. A fin de cuentas, el incumplimiento de las promesas firmadas ante notarios públicos es materia específica de los ciudadanos del Estado de México que, haiga sido como haiga sido, permitieron la continuidad del peñanietismo en la persona del afanoso Eruviel de las Chapitas, que hacendosamente busca medio arreglar a la carrera parte del tiradero dejado por el maniquí que ahora busca ser presidente de la República. Y, también a fin de cuentas, el incumplimiento de promesas, firmadas o no ante notarios, constituye también notoria parte del saldo del calderonismo trágico.
En realidad, lo que puede afectar de manera trascendente al candidato presidencial priísta, y a los sueños de bipartidismo sobreentendido, son los gastos de campaña de Peña Nieto, pues según una auditoría ciudadana a la que ha convocado la campaña presidencial de izquierda, por la vía de Ricardo Monreal, hay pruebas firmes del despilfarro cometido por el partido de tres colores en un rubro, acaso uno de los de menor cuantía económica en al presupuesto real del peñanietismo, el de los anuncios espectaculares y otras formas de propaganda (paradores de autobuses, promocionales en salas cinematográficas, por ejemplo). Otro renglón altamente explosivo es el de la flotilla de aviones y helicópteros que usa el candidato priísta para sus desplazamientos, no sólo en razón del costo usual de esos servicios, sino incluso en cuanto a la propiedad real o disfrazada de esos vehículos y de las vinculaciones empresariales y políticas que podrían saltar mediante una investigación directa.
Mientras PAN y PRI ensayan choques cuasipandilleros en un puente de Tlalnepantla, y discuten respecto a interpretaciones de corte geopolítico, en otras latitudes, demostrables físicamente, cuantificables por vía ocular, han sido cívicamente recopiladas las evidencias de que Peña Nieto ha rebasado sus topes de gasto de campaña en dos semanas, sólo tomando en cuenta estas pruebas que hoy dará a conocer Monreal en una conferencia de prensa al mediodía. Ya se verá si el IFE actúa con base en estos datos que le serán presentados formalmente, a sabiendas de que si en este país resplandeciera la justicia, y las leyes fueran obedecidas, a un partido que hubiera hecho tal gasto arrollador le correspondería la pérdida de su registro.
Astillas: El IFE ha desoído a los gestores priístas que buscaban que rápidamente fueran retirados los anuncios televisivos del PAN que denuncian a Peña Nieto como mentiroso. Si algo duele a EPN es la difusión en pantalla. Lo demás, le vale. En contraprestación, seguirán al aire los promocionales de EPN con sus “compromisos cumplidos”...Y, mientras AMLO se decide a dar a conocer la encuesta realizada por una Gran firma internacional en la que está en ruta de empate técnico con Peña Nieto, ¡hasta mañana!(fin)
Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/gatoprianismo
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