viernes, 20 de abril de 2012

Riva Palacio - ¿Ya ganó Peña Nieto?


Las estrellas están alineadas con Enrique Peña Nieto. Todas las encuestas lo tienen de puntero en las preferencias electorales, y existe la convicción pública que su victoria en la elección presidencial es inevitable. Lo que hay no es sólo una consecuencia del fenómeno mediático que es Peña Nieto, sino resultado también de un político con oficio y con más densidad de lo que le reconocen. Su campaña presidencial, además, es  profesional –la que más-, bien diseñada y bien ejecutada. 

Esto ha llevado a muchos a hacer cuentas alegres, pese a que la campaña apenas comenzó. Esta es tan corta que ha volado ya casi la tercera parte, la mayoría en las vacaciones de Semana Santa, con una aceleración de estrategias de choque para tratar de cambiar los términos de la ecuación electoral actual. Visto desde la perspectiva de las encuestas nacionales, parece muy difícil que alguien le arrebatará la victoria. Pero si se desagregan los resultados y se analiza la competencia a partir de lo que está sucediendo en los grandes campos de batalla en el país, la fotografía tiene un encuadre diferente.

Por ejemplo, ¿qué está sucediendo en el estado de México, el Distrito Federal, Jalisco, Veracruz y Guanajuato, donde seconcentra el 50% del voto? En esas zonas no se sabe aún cómo van a desplegarse las maquinarias de los partidos, ni cómo actuarán los jefes políticos de esos aparatos, que son los gobernadores. Dos de esos campos de batalla son gobernados por el PAN, dos por el PRI, y uno por el PRD, y las tendencias estatales de los candidatos presidenciales, contrastan con los datos de los estudios nacionales.

De acuerdo con varias encuestas internas de partidos que no son públicas, la única entidad donde Peña Nieto aventaja con una enorme diferencia (40%) es el estado de México, gobernado por el PRI, que es el principal granero de votos en el país. La segunda entidad que más votos aporta a la elección, el Distrito Federal, en manos del PRD, tiene al candidato de la izquierda Andrés Manuel López Obrador, arriba del priista por 15 puntos.

La tercera votación más amplia está en Jalisco, panista, donde se encuentran técnicamente empatados el PRI y el PAN, mientras que en el cuarto campo de batalla, el priista Veracruz, Josefina Vázquez Mota supera por una mínima diferencia a Peña Nieto. En Guanajuato, quinto estado en votos y gobernado por el PAN, Vázquez Mota lleva una cómoda ventaja de 15 puntos a su principal adversario. Si se le añaden los estados sexto y séptimo en votos, las tendencias añaden complejidad al proceso. En Puebla, que es panista, Vázquez Mota aventaja a Peña Nieto por 10 puntos, y Nuevo León, que es priista, su candidato supera ligeramente a la panista.

Bajo ese prisma, la elección en los siete principales estados del país está muy pareja hoy en día. La discrepancia de las encuestas puede explicarse porque los matices por las expectativas y frustraciones de los votantes, y la identificación con sus candidatos locales que registran los estudios locales, no se aprecian en las nacionales. Por ejemplo, hay una candidata del PRI al Senado en Nuevo León que tiene 10 puntos más de apoyo que Peña Nieto. Sin embargo, estos datos desagregados tampoco permiten adelantar resultados concluyentes ni configuran un escenario de empate en la elección presidencial. Proponen solamente lecturas adicionales al proceso que se vive, para observarlo en su contexto, no a través de las emociones de la prensa.

Para estas fechas hace 12 años, Vicente Fox había eliminado la desventaja de 20 puntos con Francisco Labastida y estaba empatado; hace seis, Felipe Calderón arrebataba puntos a López Obrador, que en marzo lo superaba por 10. En ambos casos, la realidad era distinta a la percepción. Hoy van de la mano, pero probablemente no en los márgenes  como lo proyecta el pulso nacional. Que se modifique ese estado de cosas depende de lo que hagan los candidatos y sus equipos para persuadir o desanimar a los electores. Son los factores humanos los que cuentan, y por definición son volátiles, movibles y, en términos electorales, manipulables. Pero la recomendación se mantiene: aún no hagan sus apuestas.

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