Mi impresión es que el debate de candidatos presidenciales celebrado el domingo no lo perdió Peña Nieto, lo desperdiciaron sus perseguidores intermedios, Josefina y López Obrador, y lo ganó Gabriel Quadri, el absoluto último lugar.
Es un resultado extraño, solo posible en la lógica de un sistema electoral que ayuda mucho a partidos que representan poco.
La audiencia votó mucho por el candidato más novedoso, sin saber o entender que es el más capturado por los intereses creados, en este caso los del sindicato magisterial lidereado por la maestra Elba Esther Gordillo.
Asistimos a la premiación democrática de un poder fáctico poco democrático. A mi juicio este es el hecho mayor, no muy grande, del debate del domingo pasado.
Ni Josefina ni López Obrador ganaron lo que necesitaban para volverse competitivos con quien persiguen. El triunfo de Quadri no amenaza la ventaja de Peña porque no le construye un competidor cercano.
En la práctica, la candidatura de Quadri empieza a funcionar como una ventana de fuga para quienes no quieren votar por ninguno de los candidatos competitivos, pero tampoco se sienten cómodos absteniéndose o votando nulo.
Quadri parece haber capturado a muchos de estos votantes indecisos en su primera salida. Pero la salida es el anticipo de un encierro: el de la negociación del SNTE con el nuevo gobierno desde una posición de relativa legitimidad electoral.
Pienso en el espacio extraordinario que había, que hay, en nuestro sistema de partidos para un candidato independiente. Me fastidia pensar que lo más parecido a un candidato independiente en estas elecciones, ha sido el más dependiente de todos.
No sé si todo esto tendrá un efecto importante en las tendencias de votos registradas hasta ahora. No lo creo porque la audiencia total del debate fue solo una décima parte de la audiencia total posible (rating de 10 puntos).
El debate se mantuvo fundamentalmente en los terrenos del llamado círculo rojo, no saltó a los rangos, ni podrá tener la frecuencia de un impacto nacional que pudiera cambiar sustantiva y duraderamente la intención de voto previa.
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