Esta columna no aborda el debate
entre los candidatos presidenciales, pero sí uno de sus elementos: el
discurso político, el mal uso que se puede hacer del mismo.
La política es acción pero también es discurso, es decir, la forma en
que los actores políticos presentan a sus diferentes públicos una
argumentación que pretende explicar y justificar las acciones que han
tomado o se proponen tomar con relación al poder político, es decir, a
la autoridad para asignar directa o indirectamente los elementos
materiales o simbólicos que se tienen por valiosos en una sociedad.
El buen discurso político no necesariamente tiene que ser lógico o veraz
-con frecuencia es lo contrario-, pero debe ser eficaz, es decir,
impactar a la audiencia en el sentido deseado. El discurso es un
elemento central para mantener la legitimidad política y generar el
apoyo desde las bases, incluso cuando el líder no puede ofrecer otra
cosa que "sangre, trabajo, lágrimas y sudor", como lo hizo Winston
Churchill en su primera declaración como primer ministro de una nación
en guerra, en mayo de 1940. En fin, que no es posible la buena política
sin la compañía de un buen discurso y viceversa.
Si bien el discurso sobre temas públicos no tiene que apegarse siempre
ni por entero a la verdad para ser eficaz, sí debe evitar ser
notoriamente desmentido por la realidad, pues entonces el resultado
puede ser contraproducente. Felipe Calderón no se ha distinguido por su
buen discurso. Para empezar está el "haiga sido como haiga sido" con que
justificó la dudosa naturaleza de su triunfo en 2006, pero hoy, al
final de su sexenio, la brecha entre discurso y realidad es más notoria
por lo frecuente. A guisa de ejemplo, veamos tres casos recientes: uno
relacionado con el complejo problema de la migración a Estados Unidos,
otro con la denuncia en torno a los sobornos pagados a autoridades
mexicanas por la empresa norteamericana de supermercados Wal-Mart para
ampliar su cadena de tiendas en el país, y un tercero, muy repetido,
relacionado con la política del gobierno federal en su lucha contra el
crimen organizado.
MARCHA Y RETORNO DE MIGRANTES
El 23 de abril, el Pew Hispanic Center (PHC), una organización privada
con sede en Washington, informó que los datos mostraban que la ola más
grande de migrantes provenientes de un solo país -México- en la historia
de Estados Unidos había llegado a un punto muerto. En los últimos
cuatro decenios, 12 millones de mexicanos cruzaron la frontera hacia el
país del norte al punto que el censo del 2009 registró a 31 millones 674
mil habitantes de Estados Unidos que se autoasignaron un origen
mexicano.
El PHC encontró que hace cinco años -justo al inicio del gobierno de
Calderón, cuando cesó el boom de la construcción en Estados Unidos- ese
flujo migratorio proveniente de México empezó a disminuir y que incluso
desde hace dos podría haberse invertido, es decir, que hoy serían más
los mexicanos que dejan el país del norte que los que ingresan a él. El
PHC aceptó que la oleada migratoria podría volver en el futuro pero que,
por ahora, ha cesado y que eso se explica por factores puramente
norteamericanos: en primer lugar, el debilitamiento de la fuerza de
atracción de mano de obra pues la economía norteamericana lleva ya
varios años en recesión; en segundo, que el clima antiinmigrante en
Estados Unidos ha empeorado, como muestran las leyes locales que
criminalizan a los inmigrantes ilegales -el ejemplo más conocido, pero
no el único, es Arizona. La vigilancia en la frontera y las
deportaciones han aumentado y esto ha obligado a los nuevos
indocumentados a tomar rutas muy peligrosas -según cifras de la
Secretaría de Relaciones Exteriores, las personas que en los 10 últimos
años han muerto al intentar cruzar la frontera norte por las zonas
desérticas suman ya más de 10 mil (La Jornada, 16 de abril). Por todo lo
anterior, y según el PHC, es lógico que la corriente de mexicanos que
marchan hacia Estados Unidos esté disminuyendo y que esté aumentado la
de los que vuelven, repatriados o por su voluntad.
Calderón buscó hacer del fenómeno migratorio una virtud de su gobierno y
el 24 de abril, durante una visita a Estados Unidos y en una
"conferencia magistral", sugirió que la reducción neta a casi cero de
migrantes mexicanos al país vecino del norte se debía a "la creación de
oportunidades de trabajo en México, oportunidades de educación para los
jóvenes, [y] servicios de salud para la nación entera". No transcurrió
más que un día para que René Zenteno, ex subsecretario de Gobernación de
Calderón y encargado de la política migratoria, desmintiera a su ex
jefe suponiéndolo mal asesorado y aseguró, como lo volvería a señalar el
PHC, que la baja en la migración de mexicanos hacia Estados Unidos se
debía a las malas condiciones económicas y políticas del país vecino, y
sugirió que el gobierno mexicano, en vez de felicitarse por algo en que
realmente no ha intervenido, debería vigilar la política de deportación
de las autoridades norteamericanas (cuya meta es expulsar a 400 mil
indocumentados al año) y la suerte de los menores de edad que están
siendo separados de sus padres y que se encuentran en un limbo jurídico
(La Jornada, 25 de abril). La puntilla es el estudio de Orlandina de
Oliveira y Minor Mora de El Colegio de México, y que subraya lo negativo
del panorama laboral mexicano actual para los jóvenes de entre 14 y 19
años (La Jornada, 5 de enero).
WAL-MART
No fue ninguna agencia mexicana sino The New York Times (22 de abril)
quien reveló, en una muy detallada investigación, que la cadena de
supermercados Wal-Mart se había desarrollado espectacularmente en México
recurriendo, entre otros medios, a los sobornos. Wal-Mart llegó a
México en 1991 como socio de Cifra, pero en 1997 absorbió por completo
al socio y creció de manera espectacular: hoy el 20% de las tiendas
Wal-Mart están en México y emplean a una fuerza laboral de 209 mil
personas. Como parte del proceso, Wal-Mart invirtió 24 millones de
dólares para sobornar a funcionarios mexicanos y obtener de inmediato
los permisos para abrir cuantas sucursales quiso y donde quiso.
Toda la investigación sobre sobornos la hizo la propia empresa, pues en
Estados Unidos está prohibido a las empresas norteamericanas corromper a
funcionarios extranjeros. El gobierno mexicano tardó en reaccionar -al
inicio la PGR ni siquiera se propuso averiguar lo denunciado- pero hasta
el momento no ha pasado de la etapa declarativa. Finalmente, Calderón,
el 25 de abril, en Ripley House de Houston, Texas, se dijo indignado
porque "lo que no se vale es hacer negocio a base de mordidas". Sin
embargo, la indignación no suena real, y menos si, como señala Reporte
Índigo, un vicepresidente de Wal-Mart es Álvaro Arrigunaga Gómez del
Campo, primo de la esposa de
Calderón (25 de abril). Relaciones familiares aparte, nadie que conozca
la calificación que le dio Transparencia Internacional (TI) a México en
2011 en materia de corrupción puede llamarse a sorpresa. TI calificó a
México con un 3 sobre 10 y donde 0 es la percepción de corrupción total y
10 de mínima. Con sólo abrir la prensa queda claro que la "mordida" es
hoy una forma cotidiana de hacer negocios con el gobierno: el semanario
Enfoque muestra cómo siete empresas de una misma propietaria -Claudia
Rincón- han simulado competir entre sí para obtener contratos por mil
300 millones de pesos y venderle al gobierno desde computadoras hasta
pañales, y los contratos se le dieron a pesar de conocerse lo peculiar
de su forma de operar (Reforma, 6 de mayo). Así pues, la indignación de
Calderón simplemente no puede ser genuina.
Finalmente está la política central del gobierno actual: la lucha armada
contra el crimen organizado. Multitud de veces Calderón ha asegurado
que su Estrategia Nacional de Seguridad es la única aceptable -véase su
último informe de gobierno del 2 de septiembre, 2011, donde este tema es
el primero que aborda. Pero, tras más de cinco años de aplicarla, la
carnicería apenas si disminuye en intensidad -las víctimas de la lucha
entre y contra el crimen organizado fueron 12 mil 366 en 2011 y al 4 de
mayo de este ya iban 3 mil 777 ("Ejecutómetro", Reforma)- y se mantiene
en brutalidad, como lo demuestran los nueve colgados de un puente y 14
descuartizados en un solo día -4 de mayo- en Nuevo Laredo.
EN SUMA
En México, el discurso del poder simplemente perdió el sentido de la
realidad y con ello la legitimidad. Si en esto hay una lección, es que
un discurso político que se aparta mucho de la realidad pierde eficacia y
se vuelve fuente de ilegitimidad.
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