¿Qué no se dan cuenta? ¿No
pueden entender que el embate de las televisoras en contra de las
decisiones del Instituto Federal Electoral es una agresión directa en
contra de nuestra incipiente democracia? ¿Será que no tienen memoria o
que prefieren olvidar el ataque sistemático de los poderosos grupos
mediáticos en contra del IFE, o mejor dicho: en contra de las reformas
electorales aprobadas por el Congreso, que cortaron de tajo la
posibilidad de las televisoras de lucrar vergonzosamente con las
campañas electorales como lo habían venido haciendo?
¿Acaso han caído en la trampa de la "verdad" según las televisoras, que
tienen como objetivo desacreditar al único órgano del Estado capaz de
meterlas en orden? El IFE, obligado a vigilar que los medios no reciban
"gratificaciones" por coberturas especiales a determinados candidatos, y
facultado para distribuir los espacios publicitarios para la
transmisión de spots de campañas, es el enemigo a vencer por las
televisoras. Para ellas es imprescindible desautorizarlo.
Lo han intentado a través de incontables recursos legales en contra de
sus decisiones. Han pretendido revertir las reformas electorales, y para
ello se han servido -o les han sido favorables- de las opiniones
vertidas por muchos que han clamado en contra de dichas reformas como
atentado a la libertad de expresión.
Han buscado librarse de sus obligaciones atreviéndose a hacer reformas a
las reformas, como el dictamen que hace poco más de 15 días fue
aprobado en apenas 10 minutos por el pleno de la Cámara de Diputados;
iniciativa que seguramente habría sido enviada y aprobada por el Senado
si no hubiese sido por la indignación generalizada que consiguió lo
imposible: frenar la reforma. Así, en un insospechado revés para las
televisoras, el mismo pleno de la Cámara baja ordenó no enviar la
iniciativa al Senado por encontrar vicios de procedimientos y "dudas de
constitucionalidad".
Y la más reciente afrenta, que no será la última: por un lado, la
decisión del dueño de TV Azteca de no transmitir el debate de los
candidatos a la Presidencia de la República, sino un partido de cuartos
de final de la liguilla, entre los Tigres y el Morelia, equipo del que
también es propietario; y por el otro, la decisión de Televisa de
hacerlo en el Canal 5, de mucho menor alcance nacional.
Es pertinente aclarar que la fecha y la hora del debate fueron acordados
por los representantes de los candidatos presidenciales y que, antes de
que se definieran los equipos que disputarían la liguilla, el IFE
informó del acuerdo a las televisoras y a la Federación Mexicana de
Futbol, pidiendo valorar la posibilidad de no programar encuentros en
ese poco habitual horario.
Y si bien nadie puede sentirse sorprendido de que el autor del
"Chiquihuitazo" sea capaz de confrontar al Estado -utilizando para ello
su control sobre concesiones de bienes de la nación-, sí asombra que
existan quienes justifiquen esa posición bajo el argumento de que está
en su derecho "empresarial".
Les quiero recordar que las señales que le permiten a ese "dueño"
transmitir la programación de sus canales son concesionadas por el
Estado y están sujetas a las condiciones establecidas en la Ley Federal
de Radio y Televisión, que establece que "la radio y la televisión
tienen la función de... fortalecer las convicciones democráticas..."
(entre las que no se encuentran los partidos de futbol). Es cierto que
la Secretaría de Gobernación podría obligar a las televisoras a
"transmitir informaciones de trascendencia para la nación", pero
encomendarse a ese santo no permite esperar ni un milagro: con las
elecciones en puerta, no hay duda de que "su juicio" se verá obnubilado
por el miedo a contrariar a los medios.
Pero hay más detrás de la decisión de TV Azteca o la de Televisa. El
candidato puntero está seguro, promoviéndose a través de spots que
apenas proyectan una imagen. Él o su equipo decidieron participar en
apenas los dos debates organizados por el IFE, reduciendo al máximo el
riesgo de verse confrontado con ideas y sin teleprompter. A los otros
candidatos no les queda más que intentar exhibir la vacuidad y la falta
de propuestas en esas dos únicas ocasiones.
Siendo uno de los dos únicos debates a los que todos los candidatos
accedieron, es obvio que su transmisión con cobertura nacional no es un
asunto frívolo que pueda ser definido en términos de rentabilidad para
las televisoras: es una cuestión de interés y prioridad nacional. Esto
es, a menos de que alguien se atreva a defender que el resultado del
juego entre los Tigres y el Morelia lo es más. Para ellos sí, ni qué
decir. Pan y circo para el pueblo.
Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/656/1310113/
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