viernes, 25 de mayo de 2012

Yuriria Sierra - Narcopolítica, episodio un millón.

Yuriria Sierra

Otra vez el narco y, con ellos, otra vez los vínculos que se investigan, como debió ser desde que aparecieron los indicios y las dudas desde hace tantos años. Otra vez nuestro país, nuestros políticos y esa tentadora red que seduce a los que no soportan el “tan poco poder” que se les ha conferido y, entonces, van en busca de más.

Tomás Yarrington, ex gobernador de Tamaulipas, hoy ya es señalado oficialmente por autoridades estadunidenses como compinche de narcotraficantes: receptor de cantidades infames de dinero, infames en cantidad e infames en su origen; además de la inversión en bienes raíces en el estado de Texas, con el uso de prestanombres. Tuvieron que pasar varios años para que esta acusación tomara forma y se hiciera una realidad. Y aunque al anuncio de los cargos se dijo también sobre su detención, el mismo ex gobernador lo desmentía, ufano, en su cuenta de Twitter, en una frase que le escribió a Joaquín López-Dóriga: “No he sido detenido. No enfrento ningún cargo criminal en Estados Unidos. Estoy muy tranquilo”.

¿De verdad hay motivos para esa tranquilidad? Recordemos que desde sus tiempos de gobernador la figura de Yarrington ha sido una de las más señaladas de entre funcionarios que se asocian con el crimen organizado. Cuando era cabeza de Tamaulipas, varios de sus funcionarios estatales fueron identificados por nexos con el crimen organizado. Como aquél que fue detenido tras ser vinculado con Osiel Cárdenas.

De inmediato los priistas salieron a defenderse, a lavarse las manos, pues. Este es el peor momento, o al menos uno no muy oportuno para que el tricolor se ensucie y repita los errores que cometieron cuando el moreirazo. Luis Videgaray deslindó al candidato presidencial de cualquier nexo o conocimiento sobre las transas de Yarrington, al igual que Enrique Peña Nieto, su postura fue sencilla y muy obvia: que lo investiguen y que pague.

El presidente nacional tricolor usó su autoridad para pedir la expulsión de Yarrington o al menos que se le suspendan sus derechos como militante. Y es que el ex gobernador no es cualquier priista, además de ser también ex alcalde de Matamoros, quiso entrarle a la batalla por la candidatura presidencial que cayó en manos de Roberto Madrazo, y hasta se decía amigazo de George W. Bush, cuando este último era gobernador de Texas. Así que, si no el más famoso, sí fue por varios años uno de los que más figuraban en la plataforma priista.

Evidente es que los hechos tengan tintes electorales, imposible evitar esa dirección y no sólo por los tiempos, sino porque es larga la lista de ex y presentes funcionarios a los que se les vincula con el crimen organizado. Y de todos colores, ningún partido se salva, aunque ahora anden soplando al fuego del escándalo Yarrington, porque es cierto que todos son susceptibles a los trapitos al sol... y ojalá que empecemos esta vez con el peso real de la justicia y no como mera llamarada de petate.

Leído en: http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&seccion=opinion&cat=11&id_nota=836356

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