La gran decisión
La elección presidencial del 2012 es el punto de encuentro y choque de dos propuestas lo bastante disímiles como para hacer que el futuro político de México sea significativamente diferente según se elija una u otra. Una es de izquierda y la otra de derecha -ambas moderadas. Lo históricamente significativo es que si se impone la derecha, volvería a "Los Pinos" el partido autoritario más exitoso del siglo XX: el PRI. Si, por el contrario, ganara la izquierda, se abriría la posibilidad de proceder a una alteración de prioridades cuyo referente más cercano sería el cambio que se inició hace 77 años, cuando el presidente Lázaro Cárdenas reencauzó al país.
Los líderes de la alternativa son Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y Enrique Peña Nieto (EPN). Es verdad que también estará en las boletas otra opción de derecha, la que encabeza la panista Josefina Vázquez Mota, pero todo apunta a que su propuesta nunca tuvo realmente la oportunidad de superar a la de EPN. Esas dos visiones opuestas de México -de su pasado, presente y futuro- se disputan el apoyo de casi 80 millones de votantes, pero ni de lejos en condiciones de igualdad.
Contrastes
AMLO empezó su brega por la izquierda en Tabasco pero su búsqueda de la candidatura presidencial arrancó con su elección como jefe de Gobierno de la Ciudad de México en el año 2000. En la elección del 2006, a AMLO se le escapó la victoria por errores propios pero, también, por las condiciones en que se llevó a cabo la elección y el conteo posterior (ver: Héctor Díaz-Polanco, La cocina del diablo. El fraude de 2006 y los intelectuales, México: Planeta, 2012). Sin embargo, desde el momento mismo en que se dio por concluido ese proceso electoral, AMLO se dedicó por entero a prepararse para el actual. EPN también inició su marcha por recuperar "Los Pinos" temprano, desde el momento en que el candidato priista del 2006 -Roberto Madrazo- sufriera una derrota rotunda.
Las "largas marchas" de AMLO y EPN, para llegar al punto de encuentro actual, tuvieron como gran marco el sonado fracaso del PAN como partido de gobierno. Hoy, el partido creado por Manuel Gómez Morin apenas si está en condiciones de invernar en espera de otra estación que le sea propicia. AMLO y EPN hicieron la preparación para su confrontación actual en condiciones muy distintas y eso dice mucho sobre su personalidad y proyectos, sus métodos y objetivos.
Los dos candidatos punteros tuvieron que luchar dentro de sus respectivas organizaciones partidarias para imponerse a sus rivales internos, pero AMLO tuvo que hacerlo desde fuera de las estructuras formales de poder -y luchando contra quienes tienen el control del grueso del aparato del mayor partido de izquierda: el PRD- en tanto que EPN lo hizo apoyándose en el aparato de gobierno del Estado de México, una entidad rica, dominada desde hace ocho decenios por un PRI que nunca ha dejado de ser gobierno y donde la oposición es irrelevante.
EPN logró la gubernatura de su estado desde arriba y desde dentro, gracias al apoyo total que le dio su gran protector político, el ex gobernador Arturo Montiel. En contraste, AMLO no contó con el apoyo sino con la hostilidad del "líder moral" del PRD: Cuauhtémoc Cárdenas. EPN se hizo de una imagen nacional positiva gracias a su inédita alianza con uno de los poderes fácticos y creadores de imagen más poderosos de México: Televisa. En contraste, AMLO logró mantener su presencia a pesar de tener en contra a la poderosa Televisa -ver los documentos internos de Televisa publicados por The Guardian al respecto (7, 11 y 26 de junio)-, al gobierno federal y a los poderes fácticos que hoy dominan la vida económica y política del país. Para nadar a contracorriente, AMLO contó con el apoyo de una parte del PRD, de los otros dos pequeños partidos de izquierda y con su sorprendente empeño y capacidad para recorrer, literalmente, sin parar, por años, todo el país y en el proceso creó y desarrolló una organización social nueva: el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Al llegar hoy a su punto de confrontación, AMLO y EPN le ofrecen a México una alternativa política real. Por un lado, un tipo de restauración, con el PRI en la Presidencia, en control de la mayoría de los estados e incluso del Congreso, lo que aseguraría eficiencia administrativa pero "a la antigua". Por el otro, AMLO, sin mayoría en esos ámbitos, con pluralidad efectiva de actores, estaría obligado a negociar -esencia de la democracia- un proyecto que propone emplear la política fiscal y el gasto público para atenuar las enormes desigualdades sociales y reintroducir el papel del Estado como impulsor del proceso de desarrollo y no de mero velador de los intereses de los grandes grupos económicos.
En suma, la disyuntiva del 2012 es restauración o relanzamiento del cambio político para no posponer más la agenda que México tiene pendiente consigo mismo y que se refiere a la justicia, la social y la formal, prerrequisito para consolidar a la democracia.
Restauración
Al inicio de su obra Los partidos políticos, uno de los grandes clásicos de la teoría política, Maurice Duverger sostiene que "del mismo modo que los hombres conservan durante toda su vida la huella de su infancia, los partidos sufren profundamente la influencia de sus orígenes". (México: Fondo de Cultura Económica, 1957, p. 15). Y el origen del PRI -la crisis política originada por el asesinato del último caudillo de la Revolución en 1928, Álvaro Obregón- no tuvo como objetivo disputar mediante el voto el poder a otros partidos y hacer de México un país democrático, sino crear un instrumento para el grupo ganador en la Revolución Mexicana que le permitiera asegurar su "derecho" a mantener el poder transexenalmente, ejercerlo sin rendición de cuentas y legarlo así al sucesor. En el año 2000, uno de esos sucesores no tuvo más remedio que admitir que la ola democrática mundial le había alcanzado y aceptó su derrota electoral. Sin embargo, esa ola democrática no ahogó al PRI y el fracaso relativo de su sucesor, el PAN, le abre la posibilidad de volver a recuperar el centro del poder político.
Los 83 años de historia del priismo muestran que su ADN no es democrático y que cualquier mezcla de medios es aceptable en tanto le permita recuperar y mantener el poder. El compromiso real del PRI -de su dirigencia y apparatchiks- es consigo mismo. En tanto partido, el PRI no tiene una ideología distintiva pero sí un pragmatismo extremo; se puede unir con quien sea -el PVEM, por ejemplo-, incorporar a quien sea o enfrentar a quien sea, si eso conviene a su objetivo básico: el poder y sus privilegios. Ese partido, criatura de Plutarco Elías Calles, acepta la pluralidad y la oposición políticas no por convicción sino por conveniencia, pero sólo en la medida en que no amenacen su posición y que el costo de cooptarles o eliminarles sea mayor que tolerarles.
El gran tema
El mundo está viviendo, en términos del politólogo Samuel P. Huntington, la cuarta "ola democrática" -el triunfo del PAN en el 2000 fue parte del fenómeno y la primavera árabe es su más reciente expresión-, pero también, y siguiendo ese esquema, a cada ola democrática corresponde un reflujo. Ningún avance queda asegurado de manera definitiva.
La antidemocracia no ha dejado de dar la pelea. Hace 21 años en Rusia, el Partido Comunista fue disuelto para abrir la puerta a la democracia política en un país donde nunca la había habido. Sin embargo, el retorno por segunda vez de Vladimir Putin a la Presidencia en 2012 es también un indicador claro de la voluntad de los cuadros de la vieja KGB -la agencia de seguridad soviética- de retener el poder con toda su cauda de autoritarismo y corrupción. En Honduras, el golpe militar del 2009 contra Manuel Zelaya dio resultado y en Paraguay, el Partido Colorado, que gobernó ese país de manera autoritaria e ininterrumpida por 61 años, acaba de lograr, con auxilio de otros partidos, la destitución del presidente de izquierda Fernando Lugo, la gran esperanza democrática en un país caracterizado por la dictadura y el dominio de los terratenientes. En Siria la fuerza antidemocrática ya adoptó la posición de "no pasarán" y la sangre corre a raudales.
En principio, la próxima elección presidencial mexicana es una reafirmación de la democracia. Sin embargo, abre la posibilidad de que un PRI que monopolizó el poder por 71 años quede en posición privilegiada para restablecer la lógica que le es consubstancial: la del antiguo régimen. Es esa una posibilidad no una certidumbre, pero una posibilidad a la que nunca debimos de haber llegado.
www.lorenzomeyer.com.mx
Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/663/1324519/default.shtm
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