jueves, 28 de junio de 2012

Ciro Gómez Leyva - La agresión de los pejistas a Carlos Marín


Ciro Gómez Leyva

Carlos Marín regresaba de una comida al edificio de MILENIO. Cruzó a pie la avenida Juárez, en medio de las personas que se dirigían al Zócalo para asistir al cierre de campaña de Andrés Manuel López Obrador. Algunos lo reconocieron y saludaron. Otros, unos 50, lo rodearon para insultarlo. Uno de ellos le escupió dos veces en el cuello.
Marín los enfrentó, discutió, alzó la voz, mientras caminaba por Balderas. Los insultos no pararon. Cincuenta “valientes demócratas de izquierda” contra un periodista con 44 años de oficio.
Lo fácil sería concluir diciendo que, por fortuna, no pasó nada. Sí pasó. Este tipo de conductas son comunes desde el verano de 2006 y se multiplican en los momentos de tensión política. Es violencia contra la prensa. Hay grupos que se sienten con derecho pleno para agredir periodistas: porque no vieron el “fraude” de 2006, porque señalaron los métodos gangsteriles del SME, porque opinan en Tercer Grado, porque difunden encuestas con cifras que no les gustan. Esos son los pecados.
Agresiones que no serían entendibles sin la inagotable invocación de López Obrador sobre los medios y periodistas al servicio de la siniestra conspiración de las fuerzas corruptas en contra de él y su pueblo bueno.
Seis años de agravios. Ni hablar, son los tiempos que nos tocaron. Un fuerte abrazo a mi querido director Marín. Lo que vivió ayer es también una buena metáfora de cómo los radicales violentos siguen perdidos en el insulto, mientras él los encara, supera y regresa al edificio a preparar una edición más de nuestro diario.
Se necesita mucho más que eso para intimidar a un periodista como Carlos Marín.


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