Pablo Hiriart Le Bert |
Las cajas que con solemnidad de sepultureros llevaron al IFE Jesús Zambrano, Ricardo Monreal y José Luis Walton para probar que Peña Nieto “compró” el triunfo el 1 de julio, en realidad contenían un cúmulo de objetos que simbolizan la burla de esa impugnación.
La agudeza periodística de Raymundo Sánchez lo llevó a ver y a publicar (La Razón, lunes 23) el contenido de esas aparatosas cajas de cartón que se presentaron a los fotógrafos con la leyenda “Expedientes”, y al calce el nombre de los estados de los cuales provenían tales “pruebas” para anular las elecciones presidenciales.
Resulta que las “pruebas” de la coalición PRD-PT-MC consisten en:
Y sí hasta un total de seis mil 394 artículos, de los cuales sólo mil 123 traen distintivos priistas o de su candidato.
Se trata, obviamente, de una nueva tomadura de pelo, del mismo candidato y de los mismos partidos, a la población y a las autoridades electorales.
En distintas partes del mundo hemos visto a simpatizantes de partidos repartir pulseras, gorras, vasos o cornetas con el nombre o el emblema de un candidato.
Lo que no habíamos visto nunca es que el partido derrotado acuse de fraude al ganador por repartir enseres típicos de campaña.
Eso únicamente ocurre aquí, con los mismos partidos y el mismo candidato que sólo acepta la validez de una elección cuando gana.
Sin menospreciar el posible rebase de los topes de campaña en que pudieran haber incurrido PRI y PRD, que debe ser investigado y de ser el caso sancionado, lo que nos enseñó el periodista Raymundo Sánchez es el contenido de la impugnación del candidato perdedor y partidos que lo sostienen e impulsan: un engaño.
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