Siete de cada diez votos que se emitieron a favor de Andrés Manuel López Obrador fueron a través del Partido de la Revolución Democrática. El partido de izquierda con el que más diferencias tuvo recientemente el tabasqueño, le debe a éste buena parte de su reposicionamiento. Pero el PRD y AMLO no tienen futuro en común. No buscan lo mismo, sus relojes no avanzan de manera similar. Mientras el primero ejercita en la impugnación el nuevo músculo para usarlo ante y con el PRI, el segundo busca un cambio de régimen, un lugar en la historia. ¿Quién sacará la peor parte del divorcio?
Haciendo cuentas, López Obrador no emula ni a Juárez, ni a Madero, ni a Cárdenas. El ex jefe de gobierno quiere ser como Juan Álvarez, artífice del derrocamiento de Santa Anna. La razón de por qué AMLO mencionó al dictador del siglo XIX en uno de los debates de la pasada campaña viene en La mafia que se adueñó de México… y el 2012 (Grijalbo, 2010). En el capítulo final de su libro, el tabasqueño sostiene que “el regreso del PRI sería como el retorno de Santa Anna” y cita a Agustín Yáñez para describir al dictador como “un hombre que, aunque no remediase las causas, paliara los síntomas de la enfermedad nacional”.
Luego del 1 de julio, se puede releer ese documento de López Obrador para constatar que nada de lo que ha pasado en las últimas semanas es casual, ni siquiera la propuesta de un presidente interino, formulada la semana pasada y, ¿coincidencia?, parte fundamental del Plan de Ayutla, sentencia del destino de Santa Anna en el que participó Juan Álvarez.
“La dictadura de Santa Anna cayó derrotada por la fuerza de la razón y de la opinión pública. Francisco Zarco decía que la Revolución de Ayutla ‘venció sin soldados, sin armas y sin dinero’, porque el pueblo había despertado. La tiranía de una persona o de una clase, como Lerdo de Tejada había previsto, fue efímera”, escribe López Obrador en su libro, fechado en mayo de hace dos años, y agrega: “Así creemos que será ahora. Albergamos la esperanza de que el cambio es inevitable. Puede ser que se adelante o se demore, pero estamos en una situación muy parecida a la que se vivió durante la última recaída de Santa Anna”.
Para el PRD el 6 de septiembre marca la hora de dar vuelta a la página de la elección. Para AMLO “la instauración de la nueva República no tiene fecha definida o fatal (…) lo que está muy claro es que el principal objetivo es la transformación del país, y todo lo demás es secundario o simplemente el medio para alcanzar ese propósito”.
Cada semana que pasa, AMLO encarece el costo que tendrá que pagar el PRD si decide dejar de ser ese instrumento. Líderes perredistas hoy dicen que pasada la resolución del Trife quieren hacer política, en cambio López Obrador describió desde hace mucho sus fines: “nada en el terreno de lo público puede ser más importante que lograr el renacimiento de México (…) es un timbre de orgullo vivir con arrojo y además tener la dicha de hacer historia”.
Soy de los que creen que no hay tal cosa como términos amistosos en un divorcio. Y éste, de darse, luce muy complicado para sólo una de las partes.
Por cierto, cuando en 1855 juró como efímero presidente, Juan Álvarez agradeció a Dios que le hubiera “dado vida para ver la nueva organización social de México”.
Fuente: http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=132363
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