domingo, 22 de julio de 2012

René Delgado - Calendario deshojado

René Delgado
Sólo en México las hojas del calendario se traspapelan y hacen ruido al caer así como las citas establecidas en la agenda se borran y se olvidan. A ese marasmo hemos llegado.

Cuestión de ver el desfasamiento del calendario postelectoral en materia jurídica, política y social que, de pronto, obliga a preguntar: ¿habrá 1o. de septiembre y 1o. de diciembre este año?

La agenda y el calendario del Tribunal Electoral de cara a la declaración de validez de la elección presidencial son un crucigrama difícil de resolver y encierran una paradoja singular.

Los magistrados deben declarar válida o no esa elección el 6 de septiembre de este año, pero el informe final del gasto de los partidos durante la campaña -eje de la inconformidad con el resultado- estará listo el remoto miércoles 30 de enero de 2013. ¿Cómo se va a emitir esa declaratoria si, en su fecha límite, se carecerá de aquel informe?

Hay quienes dicen esa es una minucia sin importancia, porque el rebase en el tope de gasto no constituye motivo de invalidez de la elección. Hay un pero, sin embargo. La denuncia del lopezobradorismo, hecha por quienes mascan rieles sin perder el esmalte de los dientes, finca la inconformidad en la falta de equidad en el concurso electoral establecida en la Constitución y no en el Código Electoral. Y, entonces, si se demuestra que el partido tricolor no sólo rebasó el monto autorizado a gastar, sino que ese extra derivó del lavado de dinero el asunto pasaría al terreno penal y no sólo electoral.

Ante esa posibilidad, los defensores de aceptar las cosas traen un as en la manga: será menester probar que el uso de dinero lavado fue determinante en el resultado electoral pero, para ese entonces, el tema en boga será la baraja de los precandidatos al 2018.

¿Qué valiente le pone fecha a la resolución de la resolución de la resolución sin efecto?

La agenda y el calendario político son otro galimatías. Ahí la sazón del caldo de la incertidumbre, cada actor, la pone a su entero gusto.

En ese campo destaca la mancuerna desintegrada por Felipe Calderón y Gustavo Madero. Parecen víctimas de un ataque de esquizofrenia y, por la evidencia, el peñismo encontró abrigo en Calderón pero no en Madero, aunque tanto el uno como el otro dudan, sudan y se contradicen.

¿Por qué decir eso? Bueno porque Felipe Calderón reconoce el triunfo de Enrique Peña pero, luego, le resulta imperdonable la compra de votos y pide castigar a quien lo hubiera hecho y, a la semana siguiente, le da la bienvenida a Enrique Peña en la residencia de Los Pinos, le garantiza que -de validarse su triunfo- la transición será miel sobre hojuelas. Algunos dirán que la contradicción es connatural al administrador de la República; otros señalarán que, de seguro -igual que Fox-, ya pactó con el hombre de Atlacomulco.

Lo curioso es que a quien Felipe Calderón trata por adelantado como su seguro sucesor es el mismo a quien Gustavo Madero acusa de ser beneficiario del presunto uso de dinero lavado.

Justo es señalar que Madero, como Calderón, gusta de la práctica de la contradicción como ejercicio. Así como dice que no irán a la toma de posesión de quien acusa en la Procuraduría también dice que ahí estarán y, más tarde, que ya lo discutirán más adelante.

Esa esquizofrenia compartida lleva a una doble conclusión: el peñismo y el antipeñismo en Acción Nacional revelan el pleito por los restos del naufragio; hoy, el dinámico y contradictorio activismo del panismo ante Peña es el nulo apoyo de ayer a Josefina Vázquez Mota. ¿Cómo confiar en la postura de ese dúo si en su calendario es imposible fijar su agenda?

El calendario y la agenda del lopezobradorismo tampoco son previsibles. Un día se pide recontar los votos, otro determinar si estos fueron gratis, libres o comprados, uno más si fueron limpios o lavados y, al siguiente, se fija la estrategia de la defensa del voto... después de haber sido emitido.

En ese ir y venir, López Obrador rebota entre las presiones de quienes lo instan a no separarse un milímetro de la legalidad y quienes le reclaman recorrer kilómetros de calle para protestar contra el peñismo. Eso sin mencionar a quienes lo presionan a resignarse ante el resultado, como quiera que haya sido, y quienes le exigen no dar ni un paso atrás sino muchos adelante porque ya estuvo suave de digerir, a manera de legalidad pasteurizada, un atole de chapuzas.

Situación complicada ante la cual López Obrador practica su oficio de alambrista.

Lo mismo ocurre con la agenda y el calendario del candidato y el partido tricolor.

Los estrategas defienden el presunto triunfo electoral como Plutarco Elías Calles les da a entender pero, cada día, aflora una nueva sospecha y Enrique Peña Nieto manda muy débiles señales de entender cuanto está ocurriendo. Dice Peña que quiere gobernar no desde la unanimidad sino desde la pluralidad, que quiere acordar y no imponer y, al efecto, propone tres reformas para borrar los pecados que manchan a su partido y su campaña: menos corrupción, más transparencia y clara relación con medios. ¿Basta la promesa de no encender más fósforos cuando la flama alcanza la caja de cerillos?

Más allá de la defensa jurídica y la ofensiva legislativa, no se ven las acciones políticas para tratar de distender la situación. ¿Quién es, en serio, el interlocutor del peñismo con los partidos políticos y los movimientos sociales para intentar establecer puentes? ¿Cree el peñismo que basta con que Calderón y los magistrados avalen a su candidato triunfador para acabar con el malestar social?

La lentitud del calendario jurídico-electoral y el confuso calendario político-electoral contrastan con el acelerado calendario del activismo social que, por lo pronto, mañana arranca sus protestas contra lo que ya considera una nueva imposición y anuncia acciones que, sin un correlato político serio por parte de los actores institucionales, amenaza con la confrontación no exenta del choque violento.

Cuando la política no contiene los desbordamientos y encauza el malestar social, el recurso restante es la fuerza. ¿Está Calderón en condición de sacar a la calle a la Policía Federal o las Fuerzas Armadas para someter a la protesta? ¿Le interesa a Peña que, a su complicada situación, se agregue como ingrediente el uso del tolete y del gas lacrimógeno? ¿Puede deslindarse López Obrador de ese malestar por que su sendero es de la legalidad?

¿No convendría mirar el calendario y la agenda para tener conciencia de estos días? 

sobreaviso@latinmail.com

Leído en: http://noticias.terra.com.mx/mexico/politica/rene-delgado-calendario-deshojado,9d05a58bdb9a8310VgnVCM3000009acceb0aRCRD.html

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