Un beduino, que avanzaba sentado sobre un camello que cargaba con dos sacos, se encontró a un hombre, que prosiguió el viaje con él.
El hombre le preguntó al beduino:
- ¿Qué lleva tu camello?
- ¿Qué lleva tu camello?
El beduino contestó:
- En un lado, un saco lleno de maíz ..
- .. y en el otro lado un saco lleno de arena.
- ¿Por qué?
- Para equilibrar mejor la carga.
- Sería mejor repartir el maíz entre las dos sacos – observó el hombre.
- De ese modo, la carga de tu camello sería menos pesada.
- En un lado, un saco lleno de maíz ..
- .. y en el otro lado un saco lleno de arena.
- ¿Por qué?
- Para equilibrar mejor la carga.
- Sería mejor repartir el maíz entre las dos sacos – observó el hombre.
- De ese modo, la carga de tu camello sería menos pesada.
Al beduino le sorprendió la inteligencia de aquel consejo.
- ¡Pero si tienes razón!
- ¡Tienes toda la razón del mundo!
- Tu pensamiento es sutil.
- ¡Sube en mi camello, ven!
- ¡Pero si tienes razón!
- ¡Tienes toda la razón del mundo!
- Tu pensamiento es sutil.
- ¡Sube en mi camello, ven!
El hombre se subió al camello. Y el beduino le preguntó, intrigado:
- ¿Quién eres?
- Un hombre inteligente como tú tiene que ser ¿sultán, visir?
- No, no soy nada.
- Pero ¿eres rico?
- No. Mira mis ropas.
- ¿Qué clase de comercio realizas?
- ¿Dónde está tu casa, tu tienda?
- No tengo ni tienda ni casa.
- ¿Y tus camellos?
- ¿Y tus vacas?
- No los tengo.
- Pero entonces, con una inteligencia como la tuya, ¿Qué tienes?
- No tengo nada, ya te lo he dicho.
- No tengo ni un trozo de pan para comer.
- Mi ropa son mis andrajos.
- ¡Baja de mi camello! – gritó el beduino.
- ¡Aléjate!
- ¡Llévate lejos de mí tu peligrosa inteligencia, porque mi idiotez es sagrada!
- ¿Quién eres?
- Un hombre inteligente como tú tiene que ser ¿sultán, visir?
- No, no soy nada.
- Pero ¿eres rico?
- No. Mira mis ropas.
- ¿Qué clase de comercio realizas?
- ¿Dónde está tu casa, tu tienda?
- No tengo ni tienda ni casa.
- ¿Y tus camellos?
- ¿Y tus vacas?
- No los tengo.
- Pero entonces, con una inteligencia como la tuya, ¿Qué tienes?
- No tengo nada, ya te lo he dicho.
- No tengo ni un trozo de pan para comer.
- Mi ropa son mis andrajos.
- ¡Baja de mi camello! – gritó el beduino.
- ¡Aléjate!
- ¡Llévate lejos de mí tu peligrosa inteligencia, porque mi idiotez es sagrada!
Los dos hombres se separaron para siempre y el beduino continuó su camino, con un saco de maíz en un lado y un saco de arena en el otro lado.
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