José Luis Velarde 1956 |
Futbolista postrero
De tantas muertes atestiguadas en mi vida creí encontrarme listo para afrontar mi propio deceso el día menos pensado. Dije repetidas veces que morir sería la última de mis acciones. Por supuesto que esa frase no es de mi autoría, pero de tanto repetirla comencé a sentirme menos frágil. Al poco tiempo añadí a mi repertorio: “Primero muerto que morir”. Otro dicho anónimo que me iba bien, aunque el transcurrir de los años comenzaba a incomodarme con achaques de todo tipo.
Al cumplir los cincuenta y seis mis rodillas comenzaron a crujir; parecían recordar mis años inmerso en el fútbol de potrero con la disciplina de un iluso condenado a no pisar jamás un escenario profesional. Por esas fechas abandoné la liga de veteranos sin anunciarlo a los amigos y también comenzaron a incomodarme las fotografías. Abominé de todos los que intentaron retratarme con algún artefacto digital. Las dietas eran asunto condenado al fracaso y el aislamiento se volvió casi definitivo.
Más aún cuando tomé mis ahorros y me fui a una ciudad situada en la orilla de una montaña.
La familia crece sola y olvida con mayor rapidez de lo que uno puede percibir. Yo agradezco la distancia que nos aparta y puedo dedicar mis días a mejorar mis condiciones físicas.
Espero poder enfrentar a la muerte con un albur de tintes románticos. La convenceré de ir hasta una portería del llano de Tamatán, para tirarle un penalti donde se decida mi futuro.
Espero engañarla con una finta de inmortalidad postrera.
Ojalá acuda antes de ser consumido por el evidente deterioro de mi cuerpo.
Leído en: http://brevesnotanbreves.blogspot.mx/
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