domingo, 5 de agosto de 2012

Raymundo Riva Palacio - Reyes, alfiles y peones

Raymundo Riva Palacio
PRIMER TIEMPO: ¡Viva la emoción! ¡Muera la razón! Qué duda cabe, Andrés Manuel López Obrador y su estratega en jefe Ricardo Monreal tienen una enorme capacidad para la propaganda y la desinformación. Lo acaban de volver a demostrar este jueves cuando el ex coordinador de la campaña presidencial dio a conocer un paquete de documentos de Scotiabank que probaba, decía, que Luis Videgaray, que coordinó la campaña de Enrique Peña Nieto, trianguló al menos ocho mil millones de pesos para actividades proselitistas. Ocho mil millones es casi el gasto neto presupuestado para el gobierno de Tlaxcala en 2012, y casi lo que cuesta una campaña presidencial en Estados Unidos. O sea, sí es muchísimo dinero. Monreal dijo que la documentación, a la que por su volumen sólo podría tener acceso Videgaray, un alto ejecutivo de Scotiabank o la Secretaría de Hacienda, les llegó del cielo el domingo cuando se las entregaron en la mano durante el mitin para recabar pruebas de irregularidades. Scotiabank informó horas después que Videgaray no era el titular de la cuenta que le adjudicó Monreal, por lo que se infiere, el documento es apócrifo. Hoy, esos detalles son irrelevantes. El desmentido oficial de una institución pesa menos que los dichos. Pero de eso se trata, de aprovechar la inercia de la inteligencia emocional de los mexicanos para convertir la palabra en realidad y en instrumento alimentador de la lucha postelectoral. La acusación no busca anidarse en la impugnación presidencial, pues no está en el expediente, pero el motivo central no es ese, sino en aumentar la sospecha de “robo” de la elección mediante violaciones a la ley, para desacreditar la eventual victoria oficial de Peña Nieto en la elección y que llegue a Los Pinos lleno de golpes. Si entra magullado estará débil, y si está débil, no habrá capacidad suficiente para sacar rápidamente las reformas que prometió. Gran escenario para renovar el discurso con un tema que apele a propios y extraños como: Peña Nieto mintió y no cumplió. La renovación de la persona, del político y del candidato vitalicio. Listo, nos veremos en el 2018.

 SEGUNDO TIEMPO: Donde manda el presidente, no manda el Presidente. Los codazos siguen fuertes en el PAN. La próxima semana se tenía programada una reunión del Comité Ejecutivo Nacional para emitir la convocatoria para que el Consejo Nacional decida si se adelanta la Asamblea Nacional —como quiere el presidente Felipe Calderón—, o si se mantiene para mayo del próximo año —como desea el presidente del PAN, Gustavo Madero— conforme al calendario. Cada uno tiene sus razones: Calderón para que, aún en funciones en Los Pinos, tenga la fuerza política para imponer no sólo a sus leales en el partido, sino para que la refundación del PAN sea en sus términos; Madero quiere ajustarse al calendario para que cuando se realice la Asamblea, Calderón ya esté fuera de México y sin el poder actual, con lo cual impediría que los calderonistas se apoderen del futuro y descarrillaría en la práctica lo que ya dice en el discurso, que eso de la “refundación” es una ocurrencia de Calderón. Madero tiene claro que en el Consejo Nacional tienen mayoría los calderonistas, por lo que cuando se presentara la convocatoria, con seguridad la aprobarían y la asamblea se adelantaría a octubre. Podría darse como un golpe de estado en el PAN. Por eso, quizás, Madero jugó ajedrez y decidió cancelar la reunión del CEN del próximo lunes. Si no hay CEN no hay convocatoria, y deja en el limbo la fecha de la Asamblea. De presidente a Presidente, se puede decir: tómala.

 TERCER TIEMPO: ¡Esto sí es consistencia argumentativa! Uno: “Esa es una jalada”, dos: “Es una vacilada”; tres: “Andrés Manuel López Obrador es un viejo faraón”; cuatro: “nada donde no hay agua”; cinco: “lo que hacen es una representación teatral”. Un partido o un político siempre necesitan tener a la mano una voz irónica, cáustica, inteligente, con los guantes siempre puestos para ser quien golpee al adversario y se convierta en una sombra que distraiga y obstaculice, que en el PRI pensaron que la persona ideal para ello eraEduardo Sánchez. Nombrado vocero del partido, es quien está encargado de ensuciarse las manos para enfrentar a la izquierda en el conflicto post-electoral. Sin embargo, Sánchez se ha convertido en el rey del coloquialismo y en una figura desechable. Calificó de “jalada” la acusación de la triangulación de dinero a Luis Videgaray, y sin confrontar con datos y análisis la documentación presentada, dijo que era un invento. Sobre la acusación del uso de tarjetas Soriana, respondió que “es una vacilada, por el amor de Dios”. Para imputaciones que buscan abrigo en la fe, ahí está Sánchez, que responde en los mismos términos y con las descalificaciones que tanto critican en el PRI a sus adversarios. “López Obrador es un viejo faraón que busca llevar a la tumba a sus esclavos”, pronosticó cuando anunció su Expo Fraude. “Acostumbra nadar en donde no hay agua y le gusta hacer parecer sus suposiciones como realidades”. Sánchez no usa argumentos sino calificativos. López Obrador es “un mal perdedor” que se encuentra “en el ocaso de su carrera política”, y que “nunca creyó en la democracia”. Enfrenta los actos de propaganda con un humor barato y un lenguaje coloquial. No sorprende que la voz de Sánchez sea tan chica y que nunca llene el espacio mediático para evitar que sus jefes, sus superiores, tengan que entrar a pelear en el lodo, pues su chico simplemente no les creció.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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Leído en:  http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=133168

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