sábado, 1 de septiembre de 2012

José Cueli - El Nahual, el hijo de la Llorona


Al Nahual, el hijo de la Llorona, se le enronquece la voz con el tonteo de su novia La Deuda que no lo deja con su cobreteo, ya que ésta bien que joda y joda, pero no tan fuerte si puede fajonear, más a modo y compás, tinta y ritmo, y sin deslomar, al grado de que ya sus atornilladas le están llegando al Nahual a sus partes nobles, pues tal pareciera que se purga con sirle de carbón, rebajado con salitre en el bordo de Neza.
Pero afortunadamente, el Nahual es sombra sin tiempo ni espacio, anda suelto por el mundo y a pesar de su esencia netamente mexicana es símbolo de padrotería internacional: y su amadaLa Deuda, a quien tanto ama, tendrá que defenderse de él, ya que no quieren intercambiarse droga, magia y persecución, como si fueran materias diferentes. Lo que no sabe La Deuda es que el Nahual tiene magia buena, y magia jija color membrillo cocido representada por los malos aires, la hambruna, los espíritus de los antepasados, las almas en pena, los millones de abortos, las malas sombras y las malas miradas, las calenturas frustradas, las palabras mágicas del ladilleo de las elecciones, los conciertos en si mayor opus 23, y los llegues del diablo cojuelo a la izquierda agregados a las apariciones inesperadas de gatos negros y hojas de roble cubriendo su caída desbraguetada reflejada en el espejo progresivo, geométrico, del sombrero de ala ancha retorcido, con alucinaciones de amapola.
El Nahual, magia sombreada en el parpadeo, ha dejado de tirarle el can a La Deuda y llora cuando ésta, a su vez, se le desnuda cobrando y se queda con los pechos al aire, sostenidos por palabras llenos de votos comprados, cuanto más grandes, más armoniosos y desconsolados, promotores de los llantos de ambos, en ese preciso instante de los suspiros, de mucho, muchísimo, sentimiento y hondura, momento en que no queda más que cogerse el gusanito, y meterse debajo de una nube, y maullar como gato negro hasta sacar a La Deuda a nalgadas y buches de coca y correr, no siempre, no se crea tan uy uy, y quedarse vagando, entre la Osa Mayor y la Menor, rogándole a la querida Deuda, que lo pele, un poquito, no mucho y no le cobre.
El Nahual y su madre la Llorona vivían, antes de que apareciera la maligna Deuda, en el aire mismo. El Nahual nació en el viento al revés de La Deuda que nació en la tierra, y dice, que no es posible que el Nahual haya salido del aire y conozca los paisajes del líquido lactante, aerosol con blanqueador fumigante y rociador introducido en el huevo filosófico electoral, económico, parpadeado de orgasmos moratorios inacabables: ¡Tantito, espérate, no seas…!, ¡ay, ay!, ¡espérate tantito, anda, ay, ay!, ¡ya casi, casi; otro poquitito, sí!
Y es que el Nahual cantaba con mucho desgarramiento y comedimiento, el vals Los enemigos de México, mientras volaban por los aires; ahora te toca a ti arriba, ahora de lado, ahora ya sabes, ahora entre las nubes, ahora te estás quieta, ahora ya no aúlles, ahora ya duérmete porque es muy difícil separar la barrera del gusto y del espanto, porque el deleite y los cuernos son propios del irracional Nahual que se enamoró de La Deuda, a pesar de haber nacido en el aire, y sus sueños fueron barridos por los dólares de su amante, para que no tenga que andar poniendo boca sangrona, como si no supiera la historia de su chava: traidora, vengativa y muy piruja, como la arena que el viento cambia de sitio para confundirlo y ponerlo celoso.
El Nahual, tan azotado por La Deuda, está dispuesto a entregarle su magia y casarse y someterse con ella, a pesar de que es tan interesada. Total, ante la emergencia esto se puede pasar por la entrepierna y los aires, y los vientos que soplan, mientras el Nahual, con su voz de aire tronante transmite su amor a La Deuda con empaque digno, a punto de que le levanten una estatua en Nueva York. Porque se puede perder todo, menos la magia, la pata de gallo, el prestigio de bola de cristal, y la holgura de la caída izquierdosa.


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