lunes, 22 de octubre de 2012

Rafael Loret de Mola - Mirando hacia el sur

¿Fue acertada la decisión de Carlos Salinas por inclinarse a favor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, pese a las asimetrías que él mismo conocía y deploraba como economista calculador –esto es con enormes ventajas, como se ha visto, para las grandes potencias continentales-?¿O acaso habría sido mejor, como sugirió el argentino Raúl Alfonsín a su colega Miguel de la Madrid en 1986, tratar de encontrar una ruta expedita hacia la integración de Latinoamérica para formar un frente común y con éste frenar la oleada especulativa de los acreedores norteños y dirimir la asfixia de las deudas externas imponiendo un trato más justo y equilibrado? Por supuesto, aunque parezca que inducimos la respuesta, la realidad misma no deja dudas. Y es esto quizá lo que no nos perdonan los gobernantes de Centro y Sudamérica en donde México, por sus torpezas diplomáticas, perdió su liderazgo moral desde hace varios lustros pero, sobre todo, después del paso del clan delamadridiano por la Presidencia. ¡Y todavía hay tránsfugas y hasta pederastas, herederos de aquellos tiempos, nutriéndose del erario en vez de estar en prisión!





Esta condición es la que ha llevado a Enrique Peña Nieto a largos periplos, primero por Latinoamérica y después por Europa, en espera de poder hacerlo hacia Washington una vez pasadas las controvertidas y cerradas elecciones en los Estados Unidos, en busca de lo dilapidado por años: Precisamente la vanguardia ética de las naciones del sur hermanadas por la historia, los nexos comunes, incluso el idioma salvo la excepción de Brasil y las idénticas perspectivas de desarrollo. La eterna coyuntura entre ser cabeza de ratón o cola de león, aunque en este caso, el roedor hubiera podido evolucionar hacia un animal gigante de la prehistoria; fíjense: no hablo de dinosaurios para no inquietar ni despertar para aclaraciones a ciertas figuras del PRI.

Pues bien, es del todo razonable que el presidente electo, en el largo lapso entre las elecciones y la toma de posesión –inaudito por cuanto a las controversias que surgen y los puntos de vista encontrados aunque en ciertos asuntos haya acuerdo como en el de la antisocial reforma laboral-, haya privilegiado, hasta este momento, tres asuntos de enorme importancia: la seguridad, la diplomacia y la economía. Lo primero, hasta con la controvertida contratación del general colombiano Óscar Naranjo Trujillo, que tanto inquieta a los mandos castrenses y marinos, y la permanente cita en las agendas de viaje sobre el tema; lo segundo buscando con sus futuros colegas el entendimiento que no tuvieron con los mandatarios de la derecha si bien eludiendo encuentros incómodos –con los Castro y el desatado Hugo Chávez, por ejemplo-; y lo tercero buscando diversificar inversiones y contactos para no depender tanto de las puertas españolas para abrir el mercado europeo y, en la misma línea, evitando los permanentes abusos de las multinacionales hispanas acostumbradas a arriesgar lo menos por sacar lo más, pero además escandalosamente.

El cuarto punto es donde el mexiquense flaquea: La justicia social, indispensable para mantener los equilibrios y la consiguiente estabilidad nacional. Su primera intervención al respecto, ha sido, por decir lo menos, deplorable aun cuando ciertos economistas consideren necesario mantener un estado de cosas a todas luces absurdo: Con ganancias estratosféricas de las empresas y residuos para los trabajadores, el modelo que, sin duda, perfora la nueva legislación al reducir espacios y conquistas a quienes se ganan la vida cotidianamente como si México fuera el “rabo” de España en donde los desocupados ya ascienden a la cuarta parte de la población económicamente activa. No es todavía nuestro caso, pero es evidente que el subempleo aumenta a causa de los despidos masivos, el cierre de las paraestatales incómodas políticamente o mal administradas –incluso puede admitirse la devastadora negligencia de los sindicatos con pretensiones de intocables-, y la permanente depauperación de los salarios a la par con la caída del poder adquisitivo general. Mala, pésima fórmula, sin duda.

Pero también debiera existir una quinta prioridad: La limpieza de los cuadros políticos que conlleva una verdadera renovación generacional. Es evidente el choque, en cuestión de formación y visión de Estado, entre la parte más cercana de colaboradores del mandatario electo y quienes, sobre todo en condición de coordinaciones de las bancadas priístas en sendas Cámaras, pertenecen a tiempos remotos, observan la política con criterios autócratas y se confabulan incluso para dar pleitesía a los ex presidentes sobre quien ocupará la Primera Magistratura desde diciembre próximo. Esto es: Pasaron del presidencialismo al ex presidencialismo aunque parezca una perogrullada. Así es, lamentablemente, sin solución al corto plazo a menos, claro, que Peña Nieto decida, en serio, gobernar desde el principio con la banda tricolor bien puesta y no esperar a que se la ajuste algún sastre del pasado inmediato o uno que otro celoso por no haber podido ocupar la más alta posición ejecutiva. Sesenta años ya son demasiados para intentar una nueva escalada y ello va, lo mismo, para dos o tres priístas relevantes y para Andrés Manuel López Obrador, en fase de cumplir con este ciclo.

Estoy a favor de que una nueva generación tome las riendas pero sin temores ni prejuicios que anulen sus capacidades. Aquello de que es necesaria la experiencia es sólo un pretexto para transmutar, en el caso de la política, los vicios y las mañas acumuladas, indeseables por los cuatro costados. Sí, es cierto: En ocasiones se requiere de un buen consejo... pero siempre y cuando sea afín al nuevo pensamiento, a la nueva visión que es necesaria para entender la globalización, por ejemplo, sin perder de vista la importancia de los orígenes y la plataforma de la historia. Otra cosa son las trampas que se han colocado, desde ahora, para cazar a los políticos peñistas acaso demasiado ingenuos, como lo fueron los panistas antes de adoptar el viejo método y dejarse conducir por salinistas y zedillistas hasta corromperse integralmente y superarlos, en cuanto a las asonadas soterradas de cuantos presumen por sus colmillos y no por su buena fe.

Lo descrito anteriormente nos conduce, sin remedio, al primero de los choques épicos a los que deberá enfrentarse el nuevo gobierno. Porque las prioridades no son todas las que tiene en cuenta como tampoco la asfixia es general aunque algunos lo pretenden. Aún los más reacios panistas, todavía dolidos por su estrepitoso fracaso, reconocen que la alternancia oportuna es sabia y feliz si sirve para renovarse –algo que apenas consiguió un sector reducido de priístas, no su mayoría-, y competir sin caer en los extremismos facciosos, tan inútiles como fuera de tiempo, en plena eclosión de dirigentes partidistas a trueque de dejar sin representatividad a una comunidad plural que reclama presencia y no abandono; democracia y no demagogia.

Tal es, en serio, el mayor de los desafíos de Peña. Librarse de las víboras que observó Fox en 1999 ara luego sumarse a ellas. Deben ser tan ponzoñosas que no se libran de ellas quienes pasan por Los Pinos, la gran incubadora de la soberbia.

loretdemola.rafael@yahoo.com.mx

Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/mirando-hacia-el-sur

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