Música en sus oídos. Esa deben haber sido la sensación de Carlos Slim y Olegario Vázquez Raña en el discurso del presidente electo Enrique Peña Nieto en la 54 Semana de la Radio y la Televisión. En cambio, Emilio Azcárraga y su general Bernardo Gómez deben haber sentido que se les retorcía el estómago, pues si Peña Nieto engaña con la verdad, se acerca la revolución más importante en la televisión mexicana, donde nuevos actores y nueva competencia vienen en camino para romper con el monopolio que Televisa, pese a tener como rival a TV Azteca, ha mantenido durante más de tres generaciones.
La apertura de la televisión es el reclamo nacional, y aunque han repartido culpas los críticos con Azteca y Milenio, Televisa es la que domina el imaginario colectivo como la empresa que ha frenado la transición hacia la democracia. La crítica no es exagerada. Ningún proceso de transición democrática en el mundo ha podido llevarse a cabo sin los medios de comunicación, y en particular la televisión. El caso clásico es el de Alemania Oriental, el último bastión comunista que se resistió a los vientos renovadores que desde Moscú enviaba Mijail Gorbachov.
El glasnot –apertura política- impulsado por Gorbachov, ayudó a que los alemanes del este accedieran con mayor facilidad a las señales de televisión de Alemania Occidental, que para fines de los 80s tenían una credibilidad de casi el 90% de su población. Por ella fueron perdiendo el miedo a sus dictadores, y alimentando el espíritu de libertad. Cuando ante la presión de los países comunistas vecinos el gobierno anunció el 9 de noviembre que todos los ciudadanos podían cruzar hacia el oeste, miles de personas se congregaron en el Muro de Berlín, donde los paró la policía. Pero al llegar las televisoras occidentales al lugar y prender sus cámaras, los policías se hicieron a un lado y comenzó la demolición de aquella cortina que cruzaba el corazón alemán.
Televisa no es el equivalente al Muro de Berlín, pero la hegemonía que ejercen sus canales- dominan 7 de cada 10 televisoras en el país-, y el hecho que la televisión aporta más del 85% de la información que consumen los mexicanos, y modula sus patrones de comportamiento y consumo, la hacen un medio profundamente poderoso. Tanto, que a través de sus paquetes donde mezclan información política con propaganda, han pasado de ser interlocutores del poder, a parte del poder. Creció de esa forma porque el Estado mexicano se lo permitió a costa de la apertura a nuevos canales que ofreciera alternativas de información y contraste, ingredientes indispensables para la construcción democrática.
El amasiato del poder con Televisa crujía desde hace años, pero hizo crisis en la última campaña presidencial, donde Peña Nieto fue sistemáticamente criticado por su presencia en medios –aunque en gasto rivalizaba con Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del Distrito Federal-, y se le caricaturizó como el presidente de Televisa. Peña Nieto, que resintió ese estereotipo, mostró el camino que quiere seguir en el discurso ante la industria de radio y televisión. De manera poco estruendosa pero clara, respondió a la muy vieja exigencia que las concesiones sean otorgadas con criterios de transparencia y equidad, al ofrecer certidumbre legal a concesionarios y permisionarios, a quienes se les entreguen en un proceso alejado de “criterios políticos, (y) apegados al Estado de Derecho… legales y técnicos”. No queda duda. Si el presidente Felipe Calderón cumple con abrir la licitación para dos cadenas nacionales antes de terminar su mandato en tres semanas, Peña Nieto las entregará a inversionistas que no respondan a los intereses de Televisa.
Slim y Vázquez Raña, que no corren por la pista televisa, son los más viables para quedarse con ellas por la infraestructura y recursos con que cuentan para dar vida a las tercera y cuarta cadena nacional de televisión. Son grandes noticias el advenimiento del fin del monopolio, ratificado este miércoles por Peña Nieto. Pero, ¿resuelve esto la democratización de los medios, entendida como más abiertos, plurales y más cercanos al consumidor? No. Las utopías se construyen, no caen del cielo. Sin embargo, este paso será, ante nuestro rezago superlativo, monumental.
Leído en http://www.24-horas.mx/television-abierta-y-democratica/
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