viernes, 21 de diciembre de 2012

Francisco Rodríguez - El fin del mundo


Reportes del recién lanzado satélite Bicentenario informan que apenas éste cruzó la atmósfera encontró el anunció colgado en el picaporte del planeta: “El fin del mundo queda aplazado hasta nuevo aviso”.
Mientras, en estos tiempos de convulsiones económicas, atmosféricas y hasta sismológicas, no es difícil vislumbrar el fin de muchas cosas.
El fin del panismo, que durante 12 años postró a México. El fin del capitalismo tal cual lo conocemos. El fin del Polo Norte, la casa de Santa Claus. El fin de la efectividad política (jejeje) de Emilio Gamboa. El fin del mundo como lo conocemos, en general.
Sin embargo, hay muchos que esperan paralizados a que hoy todo vuele en millones de fragmentos. Se muestran impotentes para detener cualquier catástrofe planetaria, venga del fondo del mar, de Wall Street, del espacio sideral o de Los Pinos.




A lo mejor que se acabe hoy el mundo no es tan mala noticia después de todo. Se trata de un final colectivo, nadie se va a quedar para echar de menos a nadie ni a nada. Quizá nos lo merezcamos. Supongo que la humanidad tiene un sentimiento de culpa no sólo por el destrozo natural causado, sino por lo que nos hemos hecho a nosotros mismos. La gran crisis ha destapado la inmensa ruindad del hombre y, ahora que algunos países comienzan a remontar, intuimos que nadie ha sentado verdaderamente las bases para que otro crash así no vuelva a suceder.
Si se acaba el mundo este día aún hay tiempo. No para la revolución, ni siquiera para transformar nuestras vidas, sino para seguir indiferentes.
Tiempo para contemplar con parsimonia cómo se prende fuego el globo mientras continuamos con nuestras rutinas, comprando regalos de Navidad, endeudándonos al tope y viendo la televisión.
Estamos entregados a las hecatombes ajenas a nuestras vidas y eso, en realidad, nos libera. Sentir que no somos responsables de que un terremoto arrase Haití o Japón, de que se derritan los casquetes polares, de que se cree una célula artificial y el mundo se transforme en otro mundo pavoroso es, a fin de cuentas, relajante. No nos sucede a nosotros. Falsamente creemos que nada de ello afecta nuestras vidas.
YA EMPEZÓ
¿Fin del mundo en 2012? Esta es una mentira convenientemente hilada para hacer películas, para publicar libros. ¿Fin del mundo? No necesita de una fecha exacta. Al mundo, por desgracia, ya nos lo estamos acabando. Ahora mismo pareciera que los tiempos apocalípticos ya están presentes.
Vivimos tiempos de guerra por cualquier asunto, cambios climáticos que provocan grandes calamidades, amén de los desastres naturales que cada vez que se presentan, tal parece que lo hacen con mayor contundencia, eso para no mencionar las estrepitosas consecuencias que a los humanos nos provocan las malas decisiones financieras y políticas de quienes dirigen los países.
El Armagedón bíblico no tiene fecha. ¿Para qué? Nadie sabe cuándo ni cómo exactamente, pero el Armagedón está latente en el aire enrarecido de las ciudades por los humos industriales. El Armagedón está al acecho en el cambio climático, en la destrucción salvaje de la naturaleza y en la eliminación de cientos de especies de los reinos animal y vegetal. El Armagedón está presente en el hambre del mundo, en las guerras, en el armamento nuclear y en las centrales nucleares, así como en la robótica y en la informática que no se pone al servicio sino a la destrucción del Hombre.
Está también en el odio, en los resentimientos, en la discriminación, en la avaricia, en la especulación y en el individualismo que rigen la vida de cientos de millones de habitantes de nuestro planeta.
La madrugada de este viernes 21 de diciembre (11:13 GMT), el sol hace su ingreso al signo de Capricornio, y se produce el llamado solsticio de invierno, cuando nuestro astro rey se encuentra en la parte más alta del zodíaco, iluminando con su brillo a la humanidad; se produce la noche más larga del año en la latitud norte, y una energía muy especial inunda al globo terráqueo.
En esta ocasión, el solsticio de invierno coincide con el cierre de un gran ciclo astrológico que los mayas previeron cuando el sol se ubicara en el centro de la galaxia, a unos cinco grados de la constelación de Sagitario.
En este tiempo cósmico se cumple un gran ciclo del sol alrededor de la galaxia, que abarca unos 25 mil años, y este fin de ciclo es al que se refieren las profecías de los mayas, grandes estudiosos de los movimientos planetarios.
Lo que muchos interpretan como el fin del mundo, es en realidad el fin de un gran ciclo astrológico que conlleva importantes cambios energéticos en nuestro planeta. Según esta profecía, el 21 de diciembre, el sol recibirá un rayo sincronizador del centro de la galaxia y significará “el fin del mundo de materialismo y destrucción en que vivimos y el inicio de una nueva etapa de respeto y armonía”.
Muchas de las profecías mayas se han venido cumpliendo a partir de la cruz cósmica y eclipse solar de agosto de 1999: el recalentamiento global, derretimiento de los polos, cambios climáticos, desastres naturales, crisis energética y económica, entre otros aspectos.
Los mayas nos advirtieron que “la humanidad deberá optar entre desaparecer como especie pensante que atenta contra el planeta o evolucionar hacia una Nueva Era de integración con el resto del Universo”.
Son tiempos difíciles los que vienen, de cambios intensos, de crisis regeneradora, con claras señales que apuntan a grandes realizaciones, a la expansión de la consciencia, un gran salto cuántico para la humanidad. La era de la luz.
Índice Flamígero: Si de verdad no se acaba hoy el mundo, solicito su venia para ausentarme las dos próximas semanas. Nos reencontraremos aquí el 7 de enero, luego de que usted y yo hayamos pasado las fiestas de fin y principio de año –cual son mis deseos-- con salud, prosperidad y mucho amor. ¡Felicidades!
www.indicepolitico.com  /  pacorodriguez@journalist.com

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