No se ha acabado el mundo ni hay visos de que se acabe en el transcurso de este viernes, como equivocadamente se interpretó el conteo maya del tiempo que marca hoy el fin de una etapa para dar inicio a otra. Lo que sí marca la terminación de este año en cuanto a nuestra vida política y social es el fin de la docena trágica panista, la conclusión de dos gobiernos que supusieron la alternancia en el poder, pero que fueron ostensiblemente ineficaces y escandalosamente corruptos.
Uno, el de Vicente Fox (2000-2006), que marcado por la frivolidad e ignorancia de ese hombre de ocurrencias, dominado por una mujer truculenta y ambiciosa, despilfarró el respaldo ciudadano mayoritario con que echó de Los Pinos al PRI tras siete décadas de monopolio político, acabó por absorber lo peor de los vicios y prácticas del partido tricolor; no cumplió con los cambios prometidos, y traicionó el avance democrático del país al encabezar, abierta y descaradamente, la guerra sucia contra el candidato izquierdista Andrés Manuel López Obrador, para evitar que llegara al poder y empujar, fraudulentamente, el triunfo de Felipe Calderón.
Éste arribó al poder (haiga sido como haiga sido, según sus propias palabras) en medio de la peor crisis poselectoral de la historia reciente de un país que, después de esa guerra sucia, quedó profundamente dividido por el odio. De ahí que el gobierno de Calderón (2006-2012) se abocara de inmediato a tomar decisiones que legitimaran en el ejercicio del poder lo que las urnas no le dieron claramente con aquella manipulada ventaja de 0.56% de los votos con que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación legalizó su elección.
Cuando Carlos Salinas llegó al poder en 1988 mediante un fraude electoral a Cuauhtémoc Cárdenas, empezó tomando decisiones legitimadoras con el encarcelamiento del cacique sindical petrolero Joaquín Hernández Galicia o el retiro del igualmente caciquil, pero en el magisterio, Carlos Jongitud Barrios. A Calderón se le ocurrió buscar la legitimación con lo que él mismo llamó guerra contra el narcotráfico con la que, además, pagó el respaldo y reconocimiento de EU al aceptar las líneas marcadas desde Washington. Y así, al cumplir apenas un mes en el poder, lanzó su ofensiva contra la delincuencia organizada en Michoacán, lo que marcó el inicio de una política-obsesión que estuvo presente seis años.
Claro que era su obligación enfrentar a una delincuencia organizada con cada vez mayor presencia e influencia en diversos ámbitos de la vida del país. Pero el tamaño del problema obligaba a hacer diagnósticos serenos, desarrollar respaldos de inteligencia, definir objetivos medibles y, sobre todo, como dice el chino Sun Tzu en su Arte de la guerra, con una estrategia que, de antemano, le diera de entrada un amplio margen de victoria: "Cuando tu estrategia es profunda y amplia, es mucho lo que llevas ganado mediante tus cálculos, de manera que puedes ganar incluso antes de empezar a luchar... Por esto se dice que los guerreros victoriosos vencen primero y después van a la guerra, mientras que los guerreros vencidos van primero a la guerra y después intentan vencer".
Nada de eso hizo Calderón y en su urgencia legitimadora le dio de escobazos al panal, potenció el problema, acrecentó la violencia y nos sumió en un baño de sangre con casi cien mil muertos que opacan cualquier logro de gobierno, si es que alguno hubo.
Su derrota política y personal la hizo extensiva a su partido, el PAN, que pagó la factura de su mal desempeño y quedó, como está hoy, profundamente desprestigiado y gravemente dividido.
Terminó pues esa época y viene otra con el regreso del PRI. El tricolor y el blanquiazul vienen caminando más o menos de la mano desde que la tecnocracia tomó el control con Salinas de Gortari. Las diferencias entre ese PRI tan cercano al libre mercado y el PAN de la docena trágica son mínimas en los hechos. No en vano el eterno opositor de la izquierda los llama el PRIAN.
Por lo pronto regresa el PRI a Los Pinos, quién sabe qué tan renovado y quién sabe qué tan diferenciado de sus antecesores panistas. Queda, por lo pronto, darle al tricolor y al presidente Peña Nieto el beneficio de la duda.
INSTANTÁNEAS
1. DESIGNACIÓN. Con un muy alto nivel de apoyo (más de 400 votos) fue electo por la Cámara de Diputados Mauricio Farah como nuevo secretario general de ese cuerpo legislativo. Sin duda está en ello la operación política de Manlio Fabio Beltrones pero también el eficaz desempeño que Farah mostró en la CNDH y en el IFAI.
rrodriguezangular@hotmail.com
@RaulRodriguezC
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