1.- Un fantasma recorre México, el fantasma de la dictadura perfecta.
Pero los fantasmas, fantasmas son. Durante los 71 años del priato no hubo uno, sino muchos PRI. El 2 de julio de 2000, los priistas perdieron la presidencia de la República en unas elecciones democráticas y equitativas, reconocieron la derrota y entregaron el poder en orden y en paz. La transición democrática mexicana no se puede explicar sin las reformas impulsadas por presidentes priistas. Esa es la historia real.
2.- El mayor riesgo que corre el país, a partir de hoy, 1º de diciembre, es la restauración del viejo régimen.
A los priistas se les puede acusar de muchas cosas, pero no de desconocer la realidad. Perdieron la mayoría en la cámara de diputados en 1997, la presidencia en 2000 y en 2006 se hundieron como la tercera fuerza. Fueron oposición durante 12 años. Suponer que, después de todo eso, no entienden que hoy el país es otro, es suponer que son idiotas o autistas. Y no, no lo son. Las reformas electorales (1989, 1993, 1994 y 1996) fueron respuestas a una realidad compleja y plural. Amén que entendieron que una economía abierta, con 3 mil kilómetros de frontera con los Estados Unidos, no puede funcionar con un sistema político autoritario.
3.- El PRI llegará para quedarse indefinidamente en el poder.
El México de 2012 nada tiene que ver con el viejo régimen. La pluralidad y la división de poderes son un hecho irreversible. El PRI no tiene mayoría en la cámara de diputados ni en la de senadores. E independientemente de lo que pase en la elección intermedia, Peña Nieto terminará su gobierno con un senado donde la suma de las oposiciones es y será mayoritaria. Pero además, la Suprema Corte de Justicia y el Instituto Federal Electoral son una parte fundamental del entramado democrático. Y por último, la pluralidad del electorado mexicano no podrá trastocarse a voluntad y se expresará cada tres años y durante los procesos locales.
4.- Enrique Peña Nieto será rehén de los peores intereses y grupos dentro del PRI. Sus reformas, si es que las hay, serán mochas y cortas.
La existencia de corrientes e intereses conservadores dentro del PRI es un hecho incontrovertible, que explica su reacción ante las iniciativas de reformas en los últimos 12 años. Pero también es cierto que las reformas más importantes, desde 1982 hasta 2000, fueron efecto del liderazgo de De la Madrid, Salinas y Zedillo sobre su partido. Peña Nieto, por su parte, ya dio color con la reforma laboral. Porque no sólo fue el factor determinante para que pasara en el Congreso, sino que además tuvo la fuerza para obtener el consenso y la disciplina de los liderazgos sindicales. Dicho de otro modo, cumplió su oferta de campaña: la capacidad de avanzar en las reformas por el hecho mismo de ser priista.
5.- La agenda de Peña Nieto es la agenda de "la mafia en el poder".
Es la visión de López Obrador. Lo mismo dijo de Fox y Calderón. Ya se sabe que para "el rayito de esperanza" la Revolución Mexicana perdió el rumbo con Miguel de la Madrid y cayó en las garras del neoliberalismo con Salinas y Zedillo. Esa convicción cerril impera en el conjunto de la izquierda, incluidas las corrientes moderadas del PRD. Por eso se opusieron a la reforma laboral y por eso se opondrán, como un bloque monolítico, a las reformas energética y hacendaria. Hasta aquí no hay nada nuevo bajo el sol. Lo que no se entiende es la alianza de los panistas con el bloque de la izquierda en el senado de la República. ¿Cómo entender a los blanquiazules? Primero le hicieron la campaña a López Obrador y lo situaron en el segundo sitio. Ahora le sirven de comparsas al PRD, PT y Movimiento Ciudadano.
6.- Enrique Peña Nieto pactará con el crimen organizado.
Los 60 mil muertos del sexenio y los innumerables errores que se cometieron dejan una serie de enseñanzas e imponen una rectificación. Las lecciones no son nuevas. Felipe Calderón podría haber emprendido una corrección si hubiese reconocido la gravedad de la situación y el hecho de que muchas cosas no funcionaban. La urgencia de efectuar un giro no se discute. Hay lineamientos evidentes que deben guiar la nueva estrategia. Dos son fundamentales: no se puede combatir a todos los cárteles al mismo tiempo; hay que concentrar toda la fuerza del Estado contra la organización más violenta y peligrosa. ¿Equivale eso a un pacto con el crimen organizado? No, de ninguna manera. Es sólo una forma inteligente de enfrentarlo.
7.- La reforma de la Ley Orgánica de la Administración Pública, que pone a la Policía Federal bajo el mando de la secretaría de Gobernación, abre la posibilidad que la policía se utilice con fines políticos.
Semejante afirmación no tiene pies ni cabeza y sorprende que provenga de la fracción panista en el senado. Porque durante el gobierno de Calderón, la PGR fue claramente utilizada con fines políticos. El caso más sonado, pero no el único, fue el michoacanazo (la detención de 11 alcaldes) en vísperas de la elección intermedia de 2009.
8.- La única forma de conjurar el riesgo del uso político de la policía es que los jefes policíacos sean ratificados por el senado y comparezcan rutinariamente ante el mismo.
La petición es absurda. Se pide la ratificación de los jefes policíacos, pero no de su superior inmediato, el secretario de Gobernación. Pero además, en un régimen presidencialista dicha responsabilidad debe recaer exclusivamente en el gobierno de la República.
Corolario: Hoy inicia la alternancia de la alternancia. Es deseable, por el bien del país, que Peña Nieto tenga éxito. Habrá que evaluarlo. Pero no tiene sentido espantar con... el petate del muerto.
Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104
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