PRIMER TIEMPO: Por supuesto que el Presidente tiene mano. “Habrá sorpresas en el gabinete”, sentenció hace unos días uno de los colaboradores más cercanos del ya presidente Enrique Peña Nieto. Las hubo. Por ejemplo, que no apareció su tío, Alfredo del Mazo, cuyo hijo festejaba eufórico hace unos días quién sabe por qué. Pero visto lo que sucedió con el nuevo gabinete, se pueden entender las razones. En el gabinete figuran seis ex funcionarios mexiquenses, Emilio Chuayffet (Educación), Gerardo Ruiz Esparza (Comunicaciones y Transportes), Alfonso Navarrete Prida (Trabajo), Francisco Rojas (CFE), Juan José Guerra Abud (Medio Ambiente) y Luis Videgaray (Hacienda), que aunque no nació en el estado, su carrera de servidor público la hizo en la entidad. Uno más ya hasta se podría tomar como exceso. Salvo Videgaray, todos los demás son políticos profesionales con larga experiencia gubernamental. Uno de ellos, Guerra Abud, fue patrón de Peña Nieto, quien fungió como su secretario particular cuando fue secretario de Desarrollo Económico en el estado, y otro, Navarrete Prida, fue su gran rival por la gubernatura mexiquense. Fue la mano de Peña Nieto la que los escogió sin duda alguna, quien también echó mano de otros viejos funcionarios ya hechos, como la ex subsecretaria Mercedes Juan (Salud), el ex gobernador de Coahuila Enrique Martínez (Agricultura), y a quienes llegaron de otros establos, Rosario Robles (Desarrollo Social), que se le coló desde hace casi un lustro después de ser defenestrada como líder del PRD, y Manuel Mondragón y Kalb (encargado del despacho de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, en camino a ser comisionado de la Policía Federal), a quien se lo robó —porque no estaba enterado hasta que lo leyó en los medios— al jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard. Metió también a quien conoció bien durante la campaña y le tomó respeto y afecto, Pedro Joaquín Coldwell (Energía), quien presidió el cuarto de guerra de la contienda. El sello de Peña Nieto en el gabinete es del joven que recurre a la experiencia. “Ese es el mensaje que quería transmitir”, dijo un colaborador del Presidente. Ya los tiene y varios de ellos tienen un buen palmarés. Otros no tanto, pero es la apuesta de un Presidente que, asegura, busca sobre todo, resultados.
SEGUNDO TIEMPO: Yo, con mis amigos viejos y con mis amigos nuevos. En la política uno no gobierna con sus amigos, salvo que demuestren que son capaces. Y esta premisa es la que debe haber inspirado a otro grupo dentro del gabinete de Enrique Peña Nieto, cuya hechura y manufactura tiene que acreditársele a Luis Videgaray, quien será secretario de Hacienda. De entrada, Videgaray terminó de cabildear en las últimas horas a favor de su viejo amigo y compañero de fórmula en la planilla de la Sociedad de Alumnos del ITAM, que ahora fabrica el mayor número de funcionarios públicos, José Antonio Meade, que cambiará la cartera de Hacienda calderonista por la de Relaciones Exteriores, donde hasta la mañana del viernes aseguraban que la canciller sería Alicia Bárcena, la secretaria ejecutiva de Cepal. Pero además, como lo hizo en el equipo de transición donde se despachó con los suyos con la cuchara más grande, dejó como jefe de la Oficina a su pupilo —aunque se hablan de usted— Aurelio Nuño, y obtuvo tres carteras más para quienes fueron sus colegas en la LXI Legislatura de la Cámara de Diputados —la anterior a la actual—, Claudia Ruiz Massieu —Turismo—, Ildefonso Guajardo (Economía), Juan José Guerra Abud (Medio Ambiente) y Jorge Carlos Ramírez Marín (Reforma Agraria). Hay otros miembros de esa legislatura en el gabinete, como Emilio Chuayffet, Francisco Rojas y Alfonso Navarrete Prida, pero no corren directamente por su canal. La mano de Videgaray se siente fuerte, pero aún no pesada. Hay que esperar el nombramiento de los subsecretarios, donde vendrá la segunda oleada de los suyos, que coparán el todo del gabinete económico y la fiscalía anticorrupción, donde otro itamita de aquellos tiempos de la grilla universitaria, Virgilio Andrade, ex consejero del IFE, se subirá al barco de Videgaray.
TERCER TIEMPO: Que no se peleen los ex presidentes, pues para los dos hay. En el juego de los espejos al momento de elaborar el gabinete, Enrique Peña Nieto, que no puede inventar el país a su antojo, recurrió a funcionarios que provienen de los últimos cuatro sexenios, aunque en realidad, la parte crítica de ello, porque es un problema irresuelto entre ellos, son los equipos de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. Del gobierno de Salinas repiten en el gabinete Francisco Rojas, que lo fue de la Contraloría y Pedro Joaquín Coldwell, que lo fue de Turismo. Rojas sigue muy cercano a él, pero no Coldwell, como tampoco su sobrina Claudia Ruiz Massieu —hija de su hermana mayor Adriana—, que llegó al gabinete por méritos propios. Cercano a Salinas sí es Eduardo Medina Mora, compadre de Peña Nieto, y que cambiará Belgrave Square por Foxhall, al anticiparse el plácet del gobierno de Barack Obama para el nuevo embajador en Estados Unidos. Brazo de Medina Mora es Humberto Castillejos, el consejero jurídico de la nueva Presidencia, y que dejó en el camino al súper amigo del Presidente, Benito Neme. Otra, Rosario Robles, no estuvo en el gobierno de Salinas, sino en las antípodas, pero cuando entró en crisis por el hoyo financiero en el PRD, cuando era su líder, fue a él por ayuda, que le dio a través de los gobernadores Arturo Montiel del estado de México y René Juárez de Guerrero. Del gobierno de Zedillo repite quien fue su secretario de Gobernación —despedido tras la matanza de Acteal—, Emilio Chuayffet, y sube Jesús Murillo Karam, que fue subsecretario de Seguridad Pública cuando su jefe, Francisco Labastida, estaba en Gobernación. De aquella época también es Enrique Martínez, quien pese a que coincidió menos de un año con Zedillo en su calidad de gobernador, protegió y fue uno de los mentores de Liébano Sáenz —ex secretario particular del ex presidente, que estuvo en el cuarto de guerra de la campaña de Peña Nieto—, y es uno de los viejos sabios a los que recurre por consejo el gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina. Por ahora, contra lo esperado por el círculo de amigos que rodea a Peña Nieto, Salinas parece llevar mano en puestos de nivel, con influencia directa o indirecta. Pero la balanza no termina de moverse aún. Vendrán los subsecretarios y el gabinete legal ampliado. Hasta entonces, se verán las fuerzas, cuando menos simbólicas de quienes no se personan todavía.
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