sábado, 5 de enero de 2013

Porfirio Muñoz Ledo - Nuevo régimen


Una circunstancia caprichosa determina que el cambio del Ejecutivo local en Tabasco ocurra precisamente el día último del año y esta vez presagió un fin de época. El número y gravedad de las tropelías cometidas por el gobernante anterior y sus allegados generó una indignación social de tal magnitud que llevó al nuevo mandatario a elevar el tono sin equívocos y anunciar la cárcel para los prevaricadores.
La convocatoria fue amplia y plural. Acudimos personajes de los más diversos signos que hemos estado vigentes en la vida pública nacional durante los últimos cuatro decenios. Actores y testigos del fin de un sistema de gobierno y de los atormentados años de la transición política, que según los datos ahí conocidos, no ha logrado ni con mucho edificar un nuevo régimen político.




Lo sucedido en Tabasco es una muestra prototípica de nuestras incapacidades contemporáneas, como lo es el horrendo desempeño de Calderón al frente del gobierno nacional. Hemos permitido todo y no hemos sido capaces de frenar ningún exceso, a pesar de los heroicos esfuerzos de la sociedad civil.
México sigue siendo un archipiélago de cacicazgos sin que siquiera existan contrapesos de las instancias federales. Éstas a su vez se hallan sometidas a poderes económicos y financieros, nacionales e internacionales.
La gran pregunta que sembró la ceremonia de anteayer es si podemos vivir los mexicanos en el marco de un Estado de Derecho o si estamos condenados para siempre a la impunidad.
Somos el país de las oportunidades perdidas, casi siempre incapaces de consolidar nuestras revoluciones e indefectiblemente proclives a restaurar el Estado patrimonialista y vertical. La agenda del país pasa por el restablecimiento de la moral pública y por la reconstrucción paciente de instituciones que ofrezcan un camino cierto para el empoderamiento de la sociedad.
Todas las cortes políticas que hemos transitado para bien o para mal en los empeños de cambio hemos fracasado en lo fundamental y debiéramos abrir espacios verdaderos a la sociedad y sobre todo a la juventud.
Con independencia de las predicciones de nuestros ancestros, se abre un nuevo ciclo histórico al que debiéramos otorgarle sentido. Hemos luchado, sin desmayo, por la vía radical para refundar la República, pensando que ésta podía ser la gran hazaña histórica de la izquierda mexicana.
El horizonte que hoy se nos ofrece es distinto: diversas fuerzas políticas y fuentes subterráneas ocupan hoy los ámbitos objetivos de decisión. Lógicamente la vía de los acuerdos es la que podría pavimentar la reconstrucción del Estado. En ella estoy comprometido una vez más y haré lo posible para que por la vía de la razón y del diálogo modifiquemos sustancialmente las estructuras del pasado.
Los tiempos de sobrevivencia no son ilimitados. Los horizontes de nuestro país se estrechan en todos los terrenos. Tenemos que tomar decisiones colectivas en muy corto plazo para que la decadencia de la nación no sea irremediable.
Es tiempo de decisiones históricas para los mexicanos. Tenemos que asumir nuestro tiempo con inteligencia y reflexión. Hay quienes piensan que lo que se requiere es un nuevo pacto del poder como los que ocurrieron al fin de nuestras grandes revoluciones.
Lo que imagino es un nuevo contrato social, esencialmente incluyente para los marginados.
El tema central de nuestro país, lo sabemos todos, es el de la desigualdad. Mientras haya diferencias tan abismales en el ingreso, en la educación y la participación política, la idea del Estado nacional continuará siendo una farsa.
La sobrevivencia de las instituciones depende ante todo de la buena fe de los actores involucrados y de que podamos asentar sobre bases participativas y mediante coincidencias respetables entre oposición y gobierno, los lineamientos de un proyecto nacional deseable y asequible.
No estamos pidiendo lo imposible, sólo lo necesario. El ciclo nuevo demanda un pensamiento nuevo. Exige que las conductas punibles de los gobernantes puedan ser castigadas. Demanda la expansión del poder ciudadano.
Creo que en torno a estas reflexiones debieran fincarse nuestros propósitos del año nuevo.


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