PRIMER TIEMPO: De la desgracia a la reivindicación. Cuando Eduardo Medina Mora fue relevado por el presidente Felipe Calderón como procurador general, decidió enviarlo como embajador al Reino Unido. Pero no se fue por la puerta grande, sino más como un cargo para que una persona que sabía tanto de tantas cosas no comenzara a hablar. Se fue tan maltratado que ni siquiera le autorizaron llevar a nadie, ni a su secretaria incluso, a Londres. Le encargaron una de las embajadas más importantes en el mundo para que se ocupara con empresarios e inversionistas y no fuera un peligro para el gobierno. Medina Mora cometió el error de enfrentar las presiones de Los Pinos y no prestarse a acusar a gobernadores y alcaldes priistas en vísperas de las elecciones de 2009, para desacreditar el PRI y propiciar su derrota. Había varias averiguaciones abiertas contra algunos gobernadores, incluido el de Hidalgo y actual secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, pero se negó a proceder contra él como contra otros porque no existían pruebas sólidas. Medina Mora se fue a su exilio dorado y al poco tiempo pudo llevar a no más de dos colaboradores cercanos. Aguantó y en el ostracismo azul comenzó a preparar documentos sobre seguridad para su gran amigo, el entonces candidato Enrique Peña Nieto.
Inclusive un texto que apareció en el Financial Times, de su autoría, fue redactado en su mayor parte por el embajador. Nadie pensaba, al ganar Peña Nieto la elección, que Medina Mora quedaría excluido del nuevo gobierno. Pero secretario de Seguridad Pública para nada, dejó claro. ¿Relaciones Exteriores? Una opción. Pero mejor mudarse de George Street, cerca de Mayfair, a Pennsylvania Avenue, cerca de la Casa Blanca. Washington, a donde irá como embajador ante Estados Unidos, no es un lugar desconocido para él. Al contrario. Su nivel de relación en las áreas de seguridad en el gobierno y el Capitolio es amplio y profundo. Pero, sobre todo, le tienen confianza, imprescindible para quien llegue a reemplazar a Arturo Sarukhán, quien la tenía toda de los asesores de Barack Obama.
SEGUNDO TIEMPO: El brazo armado de Medina Mora también partió. Un mes antes de que brincara la llamada Operación Limpieza, en 2008, que descubrió que una gran mayoría de quienes combatían el crimen organizado estaba en sus nóminas, Marisela Morales se incorporó a esa área, la SEIDO. Como no tenía duda sobre ella, el procurador Eduardo Medina Mora le encargó toda la investigación. Morales sobrevivió la salida de Medina Mora y le llegó su turno en la PGR cuando el intermedio, Arturo Chávez, fracasó. Morales se convirtió en una soldada de la Presidencia y procedió contra gobernadores priistas. Uno de ellos, Tomás Yarrington, sobre quien entregó la procuradora amplia documentación a los fiscales en Texas, la está demandando para tratar de limpiar su imagen —aunque el lodo viene allende el Bravo—. Otro, Eugenio Hernández, sigue enfrentando acusaciones. Los dos son de Tamaulipas, el estado donde se han enfocado los casos de narcopolítica. Morales no terminó bien con sus antecesores, si las declaraciones de barrer con los corruptos y purgas de funcionarios en la PGR sirven como parámetros, pero no le ha ido mal con los estadounidenses, que la protegen y cuidan, que la premiaron y la estiman. Morales, quien ejerció el cargo de procuradora con una mano de hierro, se ha ido de México. Se incorporará a la academia en una universidad de Florida, en Orlando, donde la cuidarán por los servicios prestados.
TERCER TIEMPO: ¿Por qué Florida se ha convertido en buen destino? El gabinete de seguridad que tuvo el presidente Felipe Calderón siempre estuvo enfrentado. La fuerza del secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, le permitió derrotar tras una larga batalla al primer procurador, Eduardo Medina Mora —con quien después restableció su relación—, y comerse como botana a su sucesor, Arturo Chávez. Fue promotor de Marisela Morales en la PGR, pero al paso de los meses la estrecha amistad se convirtió en pleito. Casi al final del sexenio, inclusive, fría la relación con el presidente Felipe Calderón, éste dio un manotazo en una reunión de gabinete para callarlo cuando devoraba a Morales por el tema de los policías federales en Tres Marías. El secretario, símbolo de la guerra contra el narcotráfico emprendida por Calderón, ya no tenía más que perder, aunque de hecho había ganado mucho, pues creía durar sólo un año en el cargo y terminó el sexenio. Pero tan pronto como arrancó el día el nuevo gobierno, tomó el avión a Florida y abrió en Fort Lauderdale, al norte de Miami, una consultoría. No puede asesorar en México durante un año, pero no importa. De inmediato le comenzaron a llegar ofertas de trabajos de ex miembros de las agencias de inteligencia estadounidenses, ya retirados, que hacen consultoría en América Latina, y a cuyo grupo de ex servidores públicos se incorporó García Luna. No vendrá mucho a México, como tampoco lo hará la ex procuradora. No tienen mucho a qué, por lo menos, durante algún tiempo.
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