En los últimos 20 años, William J. Bratton se convirtió en el paradigma de lo que debe ser un jefe de policía. Bratton fue contratado en los 90 por el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, quien no sabía qué hacer con la violencia. Bratton había ganado fama como jefe policial en Boston, donde redujo los niveles de criminalidad, y Giuliani recurrió a él para salvarlo políticamente. En Nueva York instrumentaron la famosa política de “tolerancia cero”, donde cualquier delito, por menor que fuera, sería castigado. Los resultados fueron tan sorprendentes que Bratton fue invitado a hablar con el equipo del presidente Ernesto Zedillo.
En ese entonces, los secuestros y la criminalidad parecían como si tocaran a cada una de las familias mexicanas. Bratton les explicó que en Boston y Nueva York, en términos de lucha contra los criminales, no había hecho en un principio nada salvo trabajar las percepciones. Esas ciudades tenían en común que el metro era el símbolo de la violencia. Siguiendo la experiencia de Boston, en Nueva York mandó limpiar todo el grafiti y en Times Square, corazón del turismo, cambió la oficina de reclutamiento del Ejército por una subestación de la policía, y colocó jardineras. En ninguna de las dos, reveló Bratton, los índices de criminalidad se modificaron, pero la gente sintió que habían bajado.
Lo que hizo Bratton fue trabajar con las percepciones, que en política, son más fuertes que la realidad. Las percepciones son un recurso para cualquier gobernante porque le permiten construir espacio ante la opinión pública y ganar tiempo para aplicar políticas en el largo plazo. Bratton y Giuliani se dieron el espacio para que sus políticas contra los criminales dieran resultado, sin las presiones de la sociedad y los medios al construir la ilusión de que las cosas habían mejorado. La estrategia inversa la desarrolló el expresidente Felipe Calderón, quien se embarcó en una guerra contra los criminales y prácticamente todos los días recordaba que había que pagar una cuota de sangre para vivir mejor, lo que provocó el terror nacional.
Estrategia similar a la que desarrollaron Bratton y Giuliani la está implementando el gobierno de Enrique Peña Nieto, quien dijo que modificaría la estrategia en la lucha contra los criminales y, en términos reales, no ha cambiado nada. Pero en el campo de las percepciones, el giro es radical. Del discurso presidencial desaparecieron las palabras “narco”, “cárteles”, “droga”, “criminales”, “lucha” o “combate”, permanentes en la boca de Calderón. De los comunicados de prensa desapareció el recuento diario de arrestos y caídos en esa lucha. Ya no hay spots en radio y televisión que muestren detenidos, decomisos de dinero, armas o sus mujeres, vehículos y propiedades. Cero noticias sobre esos temas pero, ¿bajó la delincuencia? No.
En diciembre pasado, primer mes de gobierno de Peña Nieto, hubo 110 casos de violencia más que en diciembre de 2011, a un ritmo de 51.6 por día, entre los que se encontraron nueve niños y 66 mujeres, pero también 30 policías, 17 funcionarios estatales y municipales, y tres militares. Este diciembre subió la violencia en Durango, Jalisco, Nuevo León, y Zacatecas, contra el último diciembre de Calderón, y se mantuvo en los mismos niveles en Chihuahua, Coahuila, estado de México y Sinaloa. Bajó, como venía la tendencia en 2012, en Guerrero, Tamaulipas y Veracruz. Visto estadísticamente, subió la violencia pero se redujo la percepción.
La estrategia contra la delincuencia se mantiene como la dejó Calderón, y no bajará en el corto plazo. La violencia en México tocó techo en abril de 2011, y desde entonces ha venido reduciéndose. De mantenerse esta tendencia, en 2014 se empezarán a ver los resultados concretos que ofrece Peña Nieto. Esto pasaría aún si Calderón fuera Presidente. Lo único que ha cambiado es el paisaje nacional con la desaparición de la información roja que quita tensión a la sociedad y baja la presión de los medios. Con esto, se abre el espacio para que se distribuyan los recursos presupuestales y se despliegue la estrategia integral que propuso el Presidente, a fin de que la realidad se acerque a la percepción. Igual que en Boston y Nueva York. Muy distinto al México de Calderón.
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