lunes, 11 de febrero de 2013

La Mano extranjera en el gobierno y exilio de Victoriano Huerta, 1913-1915

Recientemente, una persona a la que estimo mucho, ha hecho una referencia a un "micropasaje" de nuestra Historia, en el contexto mundial que se estaba viviendo. Como creo que no es del todo conocido y que al menos en la medida de nuestras posibilidades, estamos obligados a conocer como buenos mexicanos que nos consideramos, pongo a la consideración de ustedes, este otro pasaje de la misma época, pero que da mayor claridad a lo que estaba ocurriendo cuando nuestra Historia se escribía.

Con mis saludos y respeto a los lectores.

LA MANO EXTRANJERA EN EL GOBIERNO
Y EXILIO DE VICTORIANO HUERTA, 1913-1915

Martha Strauss Neuman

Para nadie es desconocido el hecho de que el gobierno de Victoriano Huerta (febrero 1913-julio 1914) estuvo salpicado de problemas tanto en el interior como con las potencias extranjeras, especialmente con Estados Unidos.
El gobierno "moralista" de Woodrow Wilson asumía que la nación mexicana, en una etapa inferior de civilización, era básicamente igual a las naciones anglosajonas. Para él, Huerta era el símbolo de todo lo malo en Latinoamérica, pues había llegado al poder no mediante elecciones, sino por la fuerza, destituyendo a un gobierno legal. Wilson llegó a la conclusión de que Huerta personalmente había autorizado la tragedia del 22 de febrero. En el mes de mayo, el presidente le confió privadamente a un amigo: "No reconoceré un gobierno de carniceros".[ 1 ]
La lucha entre ambos gobernantes terminó con la renuncia de Huerta, tan sólo diecisiete meses después de haber asumido el poder. Ni la presión de los industriales americanos ni los amenazantes mensajes de su embajador en México, Henry Lane Wilson, ni el hecho de ver reconocido a Huerta por casi todo el mundo, cambió la posición wilsoniana.
Algunos historiadores opinan que Huerta cayó por no haber logrado el reconocimiento americano, otros abogan que la lucha interna lo trajo abajo. Yo opino que Huerta fue únicamente un hombre más dentro de toda la problemática revolucionaria, o como afirma Kenneth Grieb, ni peor ni mejor que un sinnúmero de dictadores latinoamericanos.


Quizá pudo haber pacificado al país, poseía el ejército y el genio militar para lograrlo, pero las circunstancias que lo rodearon y la poca o nula oportunidad que se le dio hicieron fracasar rotundamente su gobierno.
Asimismo, no se debe ignorar la situación internacional. En vísperas de la guerra europea, la posición americana era vital para ciertos países, sobre todo para Inglaterra, quien determinó su política hacia México basada en la conveniencia de tener de aliado y no de enemigo a Estados Unidos. Por su parte, Alemania se vería beneficiada de mantener ocupado en México al gobierno de Washington, aunque su influencia ha sido exagerada por algunos historiadores, sobre todo con respecto al periodo en que Huerta fue presidente.
Trataré de examinar todo esto en el siguiente trabajo, más el interesante epílogo de la carrera de Huerta, es decir, sus movimientos una vez en el exilio.
Antes de comenzar, una última palabra acerca de la bibliografía. Solamente el libro de Friedrich Katz, Deutschland, Diaz und die Mexikanische Revolution: die Deutsche polidik in Mexiko 1870-1920 (Berlin, Deutscher Verlang der Wissenschaften, 1964) abarca las relaciones alemanas con México durante este periodo; desgraciadamente no hay traducción al inglés o al español. El resto de la bibliografía consultada es útil en su mayor parte, aunque peca de dar únicamente la versión americana, con excepción de los artículos de Baecker, quien consultó fuentes y archivos alemanes. Y en cuanto a las fuentes mexicanas, la ayuda aportada fue nula, pues ignoran solemnemente las relaciones de México con el exterior, concentrándose exclusivamente en degradar la persona de Huerta.

Los poderes que se confabulan

La pauta internacional de la Decena Trágica la dio el embajador norteamericano Henry Lane Wilson, quien no contento con haber desprestigiado a Madero durante su mandato, se aprestó a demandar a Washington el inmediato reconocimiento de Huerta. La embajada americana en México se constituyó en foco de conspiración, ya que en sus oficinas, el diplomático se encargó de manejar a los embajadores acreditados en México, pero no sin suspicacia, ya que únicamente mandó llamar a quienes consideraba los más simpatizantes hacia Huerta.
Así, a instancias de Lane Wilson, los embajadores de Alemania, España e Inglaterra redactaron el documento que desconocía a Madero como presidente y reconocía a Huerta como ejecutivo provisional, en el acto que se conoce como Pacto de la Embajada.[ 2 ]
Hacia mayo de 1913, los gobiernos de Francia, Austria-Hungría, Noruega, Alemania, Italia, Portugal, China, Japón, Rusia, El Salvador y Guatemala habían reconocido a Huerta, y éste había conseguido un empréstito de 150 millones de pesos con la Lloyd's de Londres.
Comprender la política de Wilson hacia México fue sumamente difícil para todos los gobiernos europeos. A pesar de que Wilson enarbolaba la bandera de "no intervención", los europeos estaban seguros de que lo que el presidente quería era expulsar a todos los intereses europeos y así dominar completamente Latinoamérica. Lo importante en ese momento era lograr la estabilidad del país, pero Wilson no se dio cuenta de que Huerta era el mejor -y quizá el único- prospecto para lograrla.
A pesar de los esfuerzos conciliatorios del embajador británico en México, sir Francis Stronge, la pugna económica anglo-americana estalló tan pronto como Huerta asumió el poder. Las propiedades petroleras en México, si bien no tan cuantiosas como las americanas, sí eran lo suficientemente importantes como para inquietar a Wilson. Perder la supremacía en ese campo quedaba fuera de toda cuestión y si Inglaterra reconocía a Huerta y Estados Unidos no, los intereses británicos no tendrían nada que temer.
Las relaciones anglo-americanas se agravaron cuando sir Lionel Carden fue nombrado embajador inglés en México. Descrito como un "imperialista económico", Carden representaba los intereses comerciales británicos, estaba estrechamente asociado con lord Cowdray (dueño de la Pearson Oil Company) y poseía tierras en el istmo de Tehuantepec.[ 3 ]
Su nombramiento causó furor en Washington; Wilson quedó convencido de que los intereses petroleros dominaban la política inglesa en México, y no estaba nada equivocado, pues la flota inglesa se surtía en su mayor parte con petróleo mexicano, aunque quizá exageró en su creencia de que era únicamente Cowdray quien imponía la política.[ 4 ]
Los gobiernos europeos se mostraban indiferentes ante la política de Wilson. Por tal motivo, éste les envió una circular casi suplicante para que se abstuvieran de reconocer al presidente que saliese electo en octubre, ya que era evidente el triunfo de Huerta. El único gobierno que aceptó esperar fue el de Alemania, siempre que no hubiese un lapso muy grande sin Poder Ejecutivo; Rusia, Italia y Francia insinuaron que no les interesaba quién gobernara en México, sino que hubiera paz y un gobierno responsable. El principal problema, pues, era el de convencer a Inglaterra, ya que con su colaboración se obtendría la del resto de las potencias europeas.[ 5 ]
Astutamente uniendo la controversia sobre el peaje del Canal de Panamá y los problemas de México, Wilson presionó a Inglaterra. Como líder naviero, Inglaterra objetó la provisión por medio de la cual las naves americanas quedaban exentas de impuestos en el canal que pronto se abriría.
La situación obligó a los británicos a reconsiderar sus posturas anteriores -primero favorecedores de Huerta, luego conciliadores con Estados Unidos-, decidiéndose finalmente a alinearse con Washington. En pocas palabras, se vieron forzados a escoger entre Huerta y Wilson, conscientes de que era imposible retener la amistad de ambos gobiernos. Esto presentó a Inglaterra con un cruel dilema en vista de la deteriorante situación en Europa, pero indudablemente el apoyo americano sobrepasaba la importancia del petróleo mexicano.[ 6 ]
Sometida Inglaterra, Alemania ofreció a Huerta apoyo militar y de cualquier otro tipo que necesitara, a cambio de que México cortara el abastecimiento de petróleo a la armada británica, pero como otros tantos proyectos germanos, éste no tuvo ninguna consecuencia práctica. Huerta se iba quedando irremediablemente solo.

Los malentendidos de 1913-1914

Con respecto a la influencia alemana en México existen varios criterios. Michael C. Meyer[ 7 ] opina que Alemania comenzó su penetración desde el Porfiriato, logrando en México una proyección económica preponderante. Para este autor, en 1911-1912 se debilitan los intereses alemanes, que vuelven a fortalecerse durante el periodo huertista, cuando Alemania se convierte en fuente invaluable de armamento para el ejército federal, provocando incluso la ocupación militar de Veracruz, como consecuencia del armamento que traía consigo el Ypiranga. Al parecer, Meyer después profundizó en el tema, pues años más tarde aceptó que la influencia del káiser en México ha sido sobreestimada.[ 8 ]
En contrapartida, Baecker[ 9 ] niega el interés alemán de entrometerse en los asuntos privados de los exportadores alemanes de armas con el gobierno federal mexicano. El gobierno alemán siempre tuvo reservas; a las repetidas preguntas de los fabricantes de armas y de los agentes intermediarios sobre la conveniencia o no del envío de material bélico a México, el ministro de Asuntos Exteriores contestó siempre negativamente.[ 10 ]
Gran parte del malentendido sobre la influencia alemana en México se basa en el episodio del transporte de armas a bordo del vapor alemán Ypiranga. A raíz del embargo americano, Huerta se vio forzado a enviar agentes a Europa para conseguir armamento. Alemania no quiso vender sin el dinero por adelantado, pero la National Arms Factory de Lieja, Bélgica, le suministró 20 millones de balas. Asimismo, Huerta logró un pacto con España por 40 000 rifles y carabinas (que España había utilizado contra Estados Unidos en 1898), y estableció contacto con el Lejano Oriente, adquiriendo fuertes cantidades de armamento en Japón.
Por ser más el consumo de armamento que los recursos, por medio de agentes Huerta logró transportar armas desde Nueva York hasta La Habana y de allí a México. Sus agentes firmaron varios contratos con comerciantes en Nueva Orleáns, New Haven y Hartford. Las armas también se vendían ilegalmente a todo lo largo de la frontera y no sólo a Carranza sino también a los propios agentes huertistas.[ 11 ]
En septiembre de 1913 Huerta se embarcó en una situación que provocaría la intervención norteamericana siete meses después y precipitaría su caída del poder. Su cómplice en esta empresa fue León Raast, vicecónsul ruso en la ciudad de México. El diplomático soviético aceptó dirigir y coordinar el contrabando de armas desde Estados Unidos; sus instrucciones originales especificaban el pago y transporte de un cargamento ya almacenado en Nueva York, que había sido negociado por Abraham Ratner, otro agente huertista. Pero antes de cumplir su misión, Raast recibió un telegrama de Huerta para que aumentara la cifra original del cargamento.
El transporte del armamento corrió a cargo de la Gans Steamship Line; Gans, presidente de la compañía, aceptó consignarlo a Raast en Odessa, Rusia, ya que no correría el riesgo de enviarlo directamente a México.
El 7 de diciembre de 1913, el SS Brinkburn zarpó hacia Odesa, vía Constantinopla. El cargamento era de dimensiones increíbles 100 000 balas calibre 30; 4 000 cajas de cartuchos de 7 mm ; 250 cajas de cartuchos calibre 44; 500 cajas de carbinas, 1 000 cajas de carabinas 14/30, y 20 ametralladoras. Todo ello pesaba 500 toneladas a un costo total de 607 000 dólares.[ 12 ]
Una vez que el cargamento arribó al puerto de Odesa, hubo una serie de conflictos con el gobierno ruso, ya que éste pensaba que el armamento era destinado a los rebeldes armenios, y sólo después de varias semanas de negociaciones, las armas fueron embarcadas en el Parnau con destino a Hamburgo, Alemania. De allí, el SSYpiranga, vapor de la línea Hamburg-American, que servía desde hacía tiempo en aguas mexicanas, zarpó rumbo a Veracruz, deteniéndose una vez más en La Habana, donde se sumaron al cargamento ochenta toneladas más de armamento adicional, que Huerta había comprado en Bélgica.[ 13 ]
La ocupación americana de Veracruz impidió la entrega de las armas, por lo que elYpiranga permaneció en aguas mexicanas durante varias semanas hasta que pudo descargar en Puerto México (Coatzacoalcos), a pesar de que el contrato estipulaba a Veracruz como puerto de descarga. Aun cuando las armas fueron inmediatamente transportadas hacia la capital en la primavera de 1914, la situación de Huerta estaba ya tan deteriorada, que de poco le sirvió tan cuantioso arsenal.[ 14 ]
La historia de las armas del Ypiranga está salpicada de ironía. El armamento fue comprado en Estados Unidos durante la época del embargo, y no obtuvo permiso para descargar cuando éste había sido ya revocado. Finalmente, una enorme fuerza invasora estaba activada para impedir que el arsenal llegase al gobierno federal, y sin embargo, con casi toda la flota del Atlántico operando en el Golfo de México, el capitán Borath zarpó a Puerto México y entregó el cargamento.[ 15 ] La explicación del Departamento de Estado fue la de que las leyes internacionales impidieron la intervención de Estados Unidos en un barco alemán. Pero el temor de incrementar más la presión entre Estados Unidos y Alemania, parece estar más cerca de la verdad.

Epílogo: el desastre final

El 8 de julio de 1914 Huerta salió exiliado del país en el crucero alemán Dresdenprometiendo alejarse de la política y volver sólo si su pueblo así lo solicitaba. Ya en Europa, el general viajó a Londres aparentemente buscando ayuda del país que alguna vez lo apoyó. Sin embargo, la postura británica se hallaba ya completamente comprometida con la Casa Blanca y Huerta partió con las manos vacías.
De Londres se dirigió a España, estableciéndose por algún tiempo en Barcelona como si su ansia de mando se hubiese calmado. Pero él continuaba soñando en regresar a la silla presidencial. En México, el rompimiento entre Villa y Carranza era ya obvio, y Huerta percibió su oportunidad.[ 16 ]
Más o menos al mismo tiempo, Pascual Orozco, hijo, y un grupo de revolucionarios exiliados en Estados Unidos, comenzaron a activarse políticamente; en diciembre de 1914 iniciaron la introducción de hombres y armas a México, en cantidades grandes, pero sin que causaran sospecha de las autoridades aduanales.
Después de la caída de Huerta, Nueva York se convirtió en uno de los varios núcleos de conspiración anticonstitucionalista. Para el Departamento de Estado no eran desconocidas estas reuniones, pero nunca hizo nada por reprimirlas.
A principios de 1915 los exiliados lanzaron un segundo movimiento consistente principalmente en una serie de ataques a lo largo de la frontera con México, Arizona y la Alta California "que fueron robados de la manera más pérfida por el imperialismo norteamericano".[ 17 ]
Alemania expresó cada vez más su deseo de ayudar a estos exiliados y en fomentar y financiar sus actividades. Sin embargo y con el correr de los meses, esta revolución aún carecía de fondos económicos suficientes y sobre todo del apoyo de un líder político fuerte que asumiera la presidencia una vez alcanzada la victoria. Por tal motivo, Orozco envió a España a Enrique Creel, ex gobernador de Chihuahua y miembro del clan Terrazas, con el propósito de informar a Huerta de los planes, y de ser posible, contar con su apoyo.[ 18 ]
Por su parte, Huerta no había permanecido inactivo durante sus ocho meses en el exilio. La llegada de Creel a España le vino como anillo al dedo, pues éste ya había comenzado a pensar seriamente cómo regresar a México; su benefactor potencial sería el gobierno alemán.[ 19 ]
Los periódicos americanos difundieron ampliamente la noticia del arribo de Huerta a Nueva York. Villa y Carranza se alarmaron ante el prospecto de la presencia de Huerta en Estados Unidos; cónsules mexicanos, agentes del gobierno de la Convención y oficiales villistas pidieron a las autoridades americanas negar la entrada a Huerta, pero éstos se vieron imposibilitados ya que el general venía legalmente.
A los pocos días de haber desembarcado, Huerta ofreció una conferencia de prensa en la que describió la terrible situación mexicana, afirmando que "anarquía" era una palabra muy dulce para describir lo que estaba pasando. Predijo que un hombre fuerte aparecería y salvaría al país, pero se negó a especular sobre la identidad del nuevo líder. Claro que los hombres que lo conocían sabían quién era esa nueva personalidad: Victoriano Huerta.[ 20 ]
En el curso de sus preparativos, Huerta aparentemente conferenció con oficiales alemanes a pesar de que su papel en la revuelta huertista es difícil de precisar. Poco después del estallido de la Primera Guerra Mundial, el Departamento de Inteligencia del Estado Mayor alemán (Abteilung II B) comenzó a contemplar el valor estratégico de México como aliado potencial.
El capitán Franz von Rintelen, consejero financiero del Estado Mayor del Almirantazgo alemán, fue el principal contacto germano con Huerta. Rintelen, banquero con experiencia en Nueva York y Latinoamérica arribó al puerto americano poco antes que Huerta.[ 21 ] Algunos autores afirman que ambos se entrevistaron primero en Barcelona, pero otros opinan que no fue Rintelen sino algún otro agente alemán. Lo cierto es que ya desde Europa se comenzó la relación.
Rintelen tenía amplios canales de influencia alemana en México a través del ministro alemán, cónsules alemanes, agentes comerciales, una comunidad de aproximadamente 4 000 personas, periódicos subsidiados por Alemania, la vía telegráfica (que el propio Huerta mandó instalar antes de su caída), el general Maximiliano Kloss, director de la fábrica de municiones en México, y aproximadamente cincuenta alemanes naturalizados que poseían cargos en el ejército mexicano.[ 22 ]
La actitud dominante de Rintelen pronto enfureció a los enviados militares de la embajada alemana en Estados Unidos, capitán Franz von Papen y capitán Karl Boy-Ed.[ 23 ]
A pesar de la vigilancia americana, el Departamento de Justicia no logró obtener ninguna prueba contundente sobre posibles entrevistas entre Huerta y diplomáticos alemanes y aunque una de estas entrevistas supuestamente fue grabada, ésta no se encuentra ni en el expediente de Huerta ni en ningún archivo alemán.[ 24 ]
Absorto en sus múltiples "conspiraciones", Rintelen fue delegando sus negociaciones en manos de Von Papen y Boy-Ed, quienes tuvieron a su cargo la supuesta compraventa de armas, arreglos en la frontera, tratos con las diferentes facciones en México, etcétera.[ 25 ]
Si el papel desempeñado por los oficiales alemanes es difícil de precisar, la ayuda financiera alemana es aún más oscura; según Rausch, 80 000 dólares fueron depositados en la cuenta de Huerta en el Deutsche Bank en La Habana y otros 95 000 en un banco mexicano; además se compraron ocho millones de municiones en San Luis y órdenes por tres millones más fueron puestas en Nueva York. Por su parte, Boy-Ed prometió a Huerta 10 000 rifles y un crédito por 10 000 dólares.[ 26 ]
Ni el gobierno americano ni los representantes de los dos gobiernos mexicanos en Washington desconocían la conspiración. El servicio secreto americano seguía de cerca los movimientos de Huerta y la afirmación de éste de que únicamente había llegado en viaje de placer no convenció a nadie.
El 24 de junio de 1915 Huerta salió de Nueva York a "pasear" a San Francisco. Aproximadamente al mismo tiempo, exiliados mexicanos comenzaron a llegar a El Paso. En Kansas Huerta cambió de tren y se dirigió a El Paso; sabiendo el número de agentes que habría en ese lugar, Huerta y Orozco decidieron encontrarse en Newman, 20 millas al norte de El Paso. De allí ambos cruzarían a México por Bosque Bonito, cerca de Sierra Blanca, Texas. Mientras Orozco y Huerta se abrazaban dándose la bienvenida, dos agentes del Departamento de justicia los aprehendieron por violar las leyes de neutralidad.[ 27 ]
Bajo fianzas de 15 000 y 7 500 dólares respectivamene, Huerta y Orozco quedaron en libertad, pero la proximidad con la frontera representaba un peligro y así fueron puestos bajo arresto domiciliario.
Los hechos subsiguientes se sucedieron con vertiginosa rapidez: el 3 de julio y a pesar de las precauciones, Orozco escapó y con tal motivo la fianza de Huerta fue cancelada y él vuelto a arrestar.
Este segundo arresto no debilitó la creencia de que aun sin él la revolución se llevaría a cabo, sobre todo porque no se sabia el paradero de Orozco y porque los exiliados mexicanos mostraron una euforia desusada durante los preliminares del juicio a Huerta.
El golpe de gracia a la conspiración culminó con la muerte de Orozco (30 de agosto) y la aprehensión de varios representantes mexicanos en Estados Unidos.[ 28 ]
Huerta, trasladado a Fort Bliss, comenzó a debilitarse y a beber como no lo había hecho en muchos meses. En noviembre regresó a su casa, de El Paso, para volver nuevamente a la prisión tres días después. En enero de 1916 fue operado bajo condiciones aún no muy claras, muriendo el 13 del mismo mes y siendo enterrado junto a Orozco, en El Paso.[ 29 ]

Conclusiones

De haber cruzado a México en junio de 1915, las posibilidades de triunfo para Huerta eran muchas. Las fuerzas que originalmente se le habían opuesto, se hallaban divididas en facciones rivales y la lucha civil entre Villa y Carranza continuaba. Además, los restos del Ejército Federal obviamente se le unirían. Muchos militares se encontraban exiliados en Estados Unidos y gran parte de ellos apoyaba a Huerta. Wilson se le opuso vehementemente y estaba determinado a impedir que volviera a gobernar los destinos mexicanos. Más aún, si hubiera regresado a México, Estados Unidos hubiera sido capaz de descuidar a sus aliados en Europa y posiblemente hubiera prevenido o dilatado su entrada en la guerra.
Con respecto a las relaciones entre Alemania y Huerta, durante la presidencia de éste el apoyo vino por parte de los industriales y los fabricantes de armas, es decir, ciudadanos privados. Por el contrario, durante el exilio y la fallida revolución de 1915, el gobierno del káiser tomó parte activa en ayudar a Huerta, lo que queda demostrado con el tipo de gente con que Huerta y sus agentes se entrevistaron.
Con referencia al apoyo alemán durante 1915 es claro que este país deseaba privar a Inglaterra del petróleo mexicano y que trató de ganarse las simpatías de Huerta durante el año en que éste ocupó la presidencia.
Quizá los alemanes pensaron que podrían dominar a Huerta si lograban que triunfara su revolución. Los oficiales alemanes incluso pudieron pensar que Huerta declararía la guerra a Estados Unidos, pero el general era bastante realista como para tomar tal medida.
Es más convincente creer que Alemania pensaba que si Huerta regresaba al poder, eso distraería la atención americana y menguaría su interés en la guerra europea; quizá incluso deseaba la intervención americana en México, lo que acortaría de abastecimientos a los aliados.
A pesar de que se habla de sumas de dinero muy fuertes entregadas a Huerta, lo cierto es que tal dinero nunca apareció. Incluso Huerta alguna vez le confió a Nemesio García Nanarajo (a quien ofreciera el ministerio de Guerra) los "pocos centavos" con que contaba para hacer la revolución y ciertamente a su muerte no dejó gran cosa a su familia.
Cualquiera que fuese el papel alemán, es obvio que alentó al movimiento ya en progreso. El plan fue elaborado por Orozco, seguido por Huerta y sus simpatizantes, pero la presencia alemana ciertamente lo fomentó.
[ 1 ] Michael C. Meyer, Huerta, a political portrait, Lincoln, University of Nebraska Press, 1972, p. 111-112.
[ 2 ] Bertha Ulloa, La revolución intervenida. Relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos (1910-1914), México, El Colegio de México, 1971, p. 49-60.
[ 3 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Lincoln, University of Nebraska Press, 1969, p. 130.
[ 4 ] Lorenzo Meyer, México y Estados Unidos en el conflicto petrolero (1917-1942), México, El Colegio de México, 1968, p. 56-57.
[ 5 ] Bertha Ulloa, La revolución intervenida. Relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos (1910-1914), México, El Colegio de México, 1971, p. 129.
[ 6 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Lincoln, University of Nebraska Press, 1969, p. 135-136.
[ 7 ] Michael C. Meyer, "The Mexican-German conspiracy of 1915", en Hispanic American Historical Review, v. 23, n. 1, julio 1966, p. 76-77.
[ 8 ] Michael C. Meyer, "The arms of the Ypiranga”, Hispanic American Historical Review, v. 50, n. 3, agosto 1970, p. 543-556.
[ 9 ] Thomas Baecker, "Los intereses militares del imperio alemán en México: 1913- 1914", Historia Mexicana, v. 22, n. 3, enero-marzo 1973, p. 347-362.
[ 10 ] Michael C. Meyer, "The arms of the Ypiranga”, Hispanic American Historical Review, v. 50, n. 3, agosto 1970, p. 544-545.
[ 11 ] Michael C. Meyer, "The arms of the Ypiranga”, Hispanic American Historical Review, v. 50, n. 3, agosto 1970, p. 544-545.
[ 12 ] Michael C. Meyer, "The arms of the Ypiranga”, Hispanic American Historical Review, v. 50, n. 3, agosto 1970, p. 546-548.
[ 13 ] Michael C. Meyer, "The arms of the Ypiranga”, Hispanic American Historical Review, v. 50, n. 3, agosto 1970, p. 548-549.
[ 14 ] Michael C. Meyer, "The arms of the Ypiranga”, Hispanic American Historical Review, v. 50, n. 3, agosto 1970, p. 554.
[ 15 ] Michael C. Meyer, "The arms of the Ypiranga”, Hispanic American Historical Review, v. 50, n. 3, agosto 1970, p. 555.
[ 16 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Lincoln, University of Nebraska Press, 1969, p. 178-180.
[ 17 ] Michael C. Meyer, "The Mexican-German conspiracy of 1915", Hispanic American Historical Review,v. 23, n. 1, julio 1966, p. 80.
[ 18 ] Michael C. Meyer, "The Mexican-German conspiracy of 1915", Hispanic American Historical Review,v. 23, n. 1, julio 1966, p. 81.
[ 19 ] Michael C. Meyer, "The Mexican-German conspiracy of 1915", Hispanic American Historical Review,v. 23, n. 1, julio 1966, p. 81.
[ 20 ] Michael C. Meyer, "The Mexican-German conspiracy of 1915", Hispanic American Historical Review,v. 23, n. 1, julio 1966, p. 82-83; Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Lincoln, University of Nebraska Press, 1969, p. 181.
[ 21 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Lincoln, University of Nebraska Press, 1969, p. 183.
[ 22 ] Barbara W. Tuchman, The Zimmermann telegram, The MacMillan Company, Nueva York, 1966, p. 69.
[ 23 ] George J. Rausch Jr., "The exile and death of Victoriano Huerta", Hispanic American Historical Review, v. 42, n. 2, mayo 1962, p. 136.
[ 24 ] George J. Rausch Jr., "The exile and death of Victoriano Huerta", Hispanic American Historical Review, v. 42, n. 2, mayo 1962, p. 136. Al parecer Emmanel Voska, líder de una organización nacional checa, estaba conspirando con los ingleses y logró conectar un micrófono en el cuarto del Hotel Manhattan, donde se reunieron los conspiradores, y grabó toda la entrevista.
[ 25 ] Barbara W. Tuchman, The Zimmermann telegram, The MacMillan Company, Nueva York, 1966, p. 79.
[ 26 ] George J. Rausch Jr., "The exile and death of Victoriano Huerta", Hispanic American Historical Review, v. 42, n. 2, mayo 1962, p. 137; Michael C. Meyer, "The Mexican-German conspiracy of 1915",Hispanic American Historical Review, v. 23, n. 1, julio 1966, p. 84-85.
[ 27 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Lincoln, University of Nebraska Press, 1969, p. 187; Michael C. Meyer, "The Mexican-German conspiracy of 1915", Hispanic American Historical Review,v. 23, n. 1, julio 1966, p. 86.
[ 28 ] Michael C. Meyer, "The Mexican-German conspiracy of 1915", Hispanic American Historical Review,v. 23, n. 1, julio 1966, p. 87.
[ 29 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Lincoln, University of Nebraska Press, 1969, p. 189-191.
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 7, 1979, p. 135-146.
DR © 2006. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas

http://www.historicas.unam.mx/moderna/ehmc/ehmc07/784.html

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