Garfías - Algo que no habíamos visto

Ciro Gómez Leyva plasmó el pasado jueves, en Milenio, su escepticismo frente a los aplausos a la Ley de Telecomunicaciones. “No creo en tanta felicidad” escribió en su columna La Historia en Breve.

Las porras vinieron no sólo de los gigantes que dominan el sector, América Móvil y Televisa, supuestamente perjudicados por la reforma, sino de los más acérrimos críticos de un sistema de medios que consideran antidemocrático y poco competitivo.

Algo que no habíamos visto….

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Jenaro Villamil, uno de los periodistas más críticos en la materia, me sorprendió al calificar con un 8 el texto de la iniciativa, aunque su interlocutor, el senador Alejandro Encinas le había puesto un 5, que luego bajó a 3, aparentemente temeroso de que el respetado reportero de Proceso juzgara como muy alta la primera calificación del perredista.

La Amedi, otro bastión en la lucha por una mayor competitividad en el sector, apuró a los legisladores a aprobar la Ley, presentada en el marco del Pacto por México. La calificó, ni más, ni menos, de “iniciativa de gran calado”.

Y ya ni hablemos de las porras de la diputada del PRD, Purificación Carpinteyro.

Pero lo que más confundía era la posición a favor de Carlos Slim y Emilio Azcárraga.




Le envié un mensaje al panista Santiago Creel, integrante del Consejo Rector del Pacto por México, en busca de una explicación a los aplausos de los empresarios.

Respondió: “Los dos van a poder intervenir en mercados que han estado prácticamente cerrados para ellos (Slim podrá tener acceso a la televisión y Azcárraga a la telefonía). Se les abren nuevas oportunidades. El sector va a crecer mucho”, anticipó el ex secretario de Gobernación.

El senador Javier Lozano, sin embargo, consideró que las porras sólo con “posturas de arranque”.

Los legisladores le han dado a la Ley un trato de “iniciativa preferente”, como adelantó Manlio Fabio Beltrones a la bancada del PRI. Ya fue aprobada en comisiones de la Cámara de Diputados y el miércoles se va al pleno.

La reforma le suma puntos a Peña Nieto. Eso puede provocar mezquindades. Aún falta el Senado y allí…

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Un alto funcionario del gobierno federal nos comentaba ayer que se vienen dos fuertes campañas publicitarias en los medios de comunicación. Una tiene que ver con lo que llaman “las carreteras de la muerte”, y la otra con las extorsiones telefónicas.

El funcionario, quien venía de entrevistarse con Francisco Galindo, comisionado de la Policía Federal, repitió lo que ya sabemos: en los 45 mil kilómetros de carreteras que existen en México “hay tramos de gran peligro”.

Roban, extorsionan, bloquean, levantan. A veces se trasforman en campos de batalla de bandas de delincuentes o en tiradero de muertos.

Galindo explicó al funcionario que las autoridades van a dividir en “cuadrantes” el territorio nacional.

La idea es que un viajero que vea algo extraño en la carretera avise por twitter o vía celular a una central que reenviará de inmediato la alerta al encargado del cuadrante donde se haya producido el reporte.

La segunda campaña buscará que los incautos ya no caigan en las extorsiones vía telefónica. Galindo dio un revelador dato: Sólo en el uno por cierto de las llamadas los extorsionadores obtienen dinero. Otro: nadie ha muerto por no atender las exigencias de los delincuentes. ¿Será?

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Avisos parroquiales, diría el senador Javier Lozano:

Teófilo Torres Corzo, presidente de la comisión Asia Pacífico de la Cámara alta, tiene gratamente sorprendido Emilio Gamboa, su coordinador parlamentario.

Y es que en lo que va de la legislatura ha llevado al Senado a todos los embajadores de esa región. El potosino, además, preside los trabajos de conmemoración de los 400 años de relación México-Japón.

Uno más: El Foro Económico Mundial eligió a 199 Jóvenes Líderes Mundiales de 70 países. Entre ellos está el mexicano Simón Levy, quien será reconocido por su trabajo al frente de “Calidad de Vida, Progreso y Desarrollo”, empresa paraestatal del Gobierno del DF.

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Moraleja de la semana (cortesía de Paul Valery, escritor francés): La política es el arte de impedir que la gente se entrometa en lo que le atañe.